Carlos E. Angarita S.
Investigador en el campo de la Teología Política. Hace parte del Grupo Pensamiento Crítico (Costa Rica), del Grupo Capitalismo e Religião (Brasil) y del Grupo Pensamiento Crítico y Subjetividad (Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia)
•
La Teología de la Liberación (TL) se empezó a conocer desde comienzos de los años 70 con la publicación del libro del mismo nombre del teólogo peruano Gustavo Gutiérrez[1]. Es una teología con identidad latinoamericana que se ha recreado en otros continentes. La TL hace parte de un proceso más amplio, complejo y diverso en el que convergen iniciativas y organizaciones que se replantean su fe cristiana y que Michael Löwy denominó cristianismo liberador (CL)[2]. TL y CL han sido relativamente reconocidos entre movimientos sociales y políticos de carácter popular y han sido objeto, además, de sospecha y persecución desde las esferas tradicionales del poder.
El 29 de julio de 2024, a sus 89 años, falleció el sacerdote católico Federico Carrasquilla en Medellín. “Fede”, como le decían en el barrio Popular I del que fue párroco durante muchos años, puede ser considerado parte de esta corriente del CL y representa una postura controvertida dentro y fuera de la misma. Así que hacer memoria de su legado podría coadyuvar a continuar el camino de la fe liberadora, adelantado durante estas cinco décadas, y pensar su papel en la construcción de lo popular aquí en Colombia. De los muchos aspectos que se pueden tratar desde él, nos referiremos sólo a algunos más significativos, dados los límites de espacio.
Entre dos aguas
A la vuelta de sus estudios en Europa, el Padre Federico Carrasquilla se vinculó a dos asociaciones de sacerdotes que se habían formado en los años 60: Sacerdotes para América Latina (SAL) y Sacerdotes del Prado.
Recién había terminado el Concilio Vaticano II (CVII, 1963-1965) y más recientemente la II Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Medellín (1968). SAL fue un grupo que surgió después de Golconda, el cual tuvo corta duración y gran impacto en la vida colombiana. “Camilo murió para que naciera Golconda”, rezaba el primer número del periódico del Frente Unido -órgano de divulgación del movimiento de masas- que reapareció después de la muerte de Camilo Torres Restrepo. Hoy podría decirse que “Golconda murió para que Camilo naciera entre cristianas y cristianos”. Golconda duró poco tiempo porque fue objeto de persecución de la jerarquía eclesiástica y del gobierno de Carlos Lleras Restrepo (1966-1970). SAL surgió en la semiclandestinidad con el fin de sobrevivir al asedio del poder de cristiandad en el país y perduró alrededor de una década. En SAL fueron posibles los debates teológicos que no se dieron en Golconda y en los cuales los curas discutían cómo dar testimonio de fe en medio de las convulsiones sociales y políticas de la época. Federico adoptó su propia postura:
Yo daba la pelea adentro. A mí lo que me interesa es el anuncio del evangelio, me ordené de cura para anunciar el evangelio, pero en concreto, en la vida. Definamos cuál es el interés de nosotros, si político, es la transformación de la sociedad; o si es el anuncio del evangelio. Me reprochaban que eso es espiritualismo, son dualismos que vos tenés, me decían. Por mi parte argumentaba: “Definamos, si es el cambio social, entonces no le metamos padrenuestros porque utilizar el evangelio para organizar lo político me parece deshonesto”[3].
Sacerdotes del Prado, una asociación secular de curas, aún existe. En cortas palabras, secular en términos canónicos significa que su estructura es más laxa que las de las órdenes clericales y religiosas. Surgió y se desarrolló en España en medio de intensos conflictos sociales de inequidad, de confrontaciones políticas con la dictadura de Franco y en torno a los separatismos. Definió dos ejes centrales de su identidad: conocimiento de la persona de Jesús a través del estudio del evangelio y la revisión de vida y la opción radical por el pobre, viviendo pobremente entre los pobres. En suma, se trata de una organización que busca inspirar a sus miembros a moverse de otro modo y con cierta libertad dentro de las rígidas normas eclesiásticas y a producir respuestas inequívocamente cristianas, desde el mundo de los pobres, en el contexto de una cultura secular. El padre Carrasquilla lo vivió de esta manera:
No se necesita permiso del obispo para entrar al Prado, porque es un instituto secular para sacerdotes diocesanos de derecho pontificio. El Prado no es una comunidad religiosa sino que contribuye a que uno viva su vocación. Yo soy el primer latinoamericano del Prado… El primer grupo del Prado en Medellín éramos seis, los primeros en Colombia, de los cuales solo dos eran de SAL: Gabriel Díaz y otro que se salió.
El Prado era un espacio donde yo podía botar todo y decir todo; por ejemplo, decir, no aguanto más… a ello los compañeros debían decir: a ver, cómo leemos eso desde el pobre y desde el evangelio… en el grupo vos botabas lo que llevabas dentro y ahí mismo te ayudaban a ver si lo que a uno le pasaba servía para estar más al lado de los pobres y para vivir mejor el seguimiento de Jesús[4].
De este movimiento entre dos aguas por parte de Federico Carrasquilla se pueden concluir por lo menos cuatro asuntos: 1) ambos grupos eran clericales, lo que los distinguía de referentes laicales, débiles éstos o inexistentes en la tradición eclesial de Colombia; 2) Prado, intentando una distancia de la estructura eclesiástica ha sido siempre oficial y legal en términos canónicos; Golconda, en cambio, tuvo ribetes abiertamente contestarios y fue denostado por la oficialidad jerárquica; 3) la opción para estar con el pobre fue común en ambos grupos, aunque de distintos modos, pues los contextos español y latinoamericano no dejan de ser disímiles; 4) Golconda enfatizó el compromiso político, de lo cual se distanció Carrasquilla argumentando que no era lo propio de su condición clerical; Prado, en cambio, es un espacio personal y espiritual con el que Federico se identificó permanentemente. Todo lo anterior explica que la figura de Federico Carrasquilla haya sido más significativa para sacerdotes, religiosos y religiosas adscritos institucionalmente a la Iglesia y sensibles a la vida interior, mientras que tuvo menos impacto entre cristianas y cristianos laicos interesados en la lucha política de transformación.
Entre dos aguas… y por un río
Federico Carrasquilla también hizo eco a las reflexiones sobre la relación cristianismo-marxismo. Este diálogo se inició antes del CVII en Europa donde jugaron un papel protagónico el filósofo Roger Garaudy y el jesuita Jean-Yves Calvez quienes buscaron, desde distintas orillas, puntos de intersección conceptual. En América Latina (AL) Gustavo Gutiérrez reconoció, en la obra arriba mencionada, “la influencia del pensamiento marxista centrado en la praxis, dirigido a la transformación del mundo” y propuso que la TL promoviera una liberación integral enrutada al cambio social. Luego aparecerán dos trabajos para examinar las articulaciones concretas entre los proyectos cristiano y marxista, en Cuba y en Nicaragua, a cargo de Frei Betto[5] y de Giulio Girardi[6], respectivamente. En este marco general, las investigaciones de Franz Hinkelammert[7] y de Enrique Dussel[8] aportaron un exhaustivo examen de la teoría del fetichismo de Marx y sus convergencias con la tradición judeocristiana y en particular con el pensamiento de Pablo de Tarso. Por otra parte, en el seno de la Comunidades Eclesiales de Base en diferentes países de AL se aplicaba un método de análisis de la realidad sintetizado por la chilena Marta Harneker, a la luz de la lectura marxista de Louis Althusser. Carrasquilla, por su parte, se decidió por hacer su interpretación propia del existencialismo marxista de J.P. Sartre, aprovechando que su director de tesis doctoral reconocía no saber mucho de Marx y le ofrecía una dirección metodológica:
… “esto es lo que yo necesito, porque necesito quien me deje pensar a Marx a mi manera, que eso sea ortodoxo o no ortodoxo me importa poco”. Entonces hice la tesis sobre el marxismo de Sartre y descubrí que Marx había tenido grandes genialidades y al mismo tiempo grandes vacíos. Y Sartre tenía lo contrario, lo que Marx tenía de fragilidad Sartre lo tenía de fuerza, y lo que a Sartre le faltaba, Marx se lo daba9.
Esa lectura lo llevará -contrario a los esfuerzos de aproximación que otros hacían- a enfatizar las diferencias que, a su juicio, existen entre las concepciones marxista y cristiana. La marxista, según Federico, ve al pobre como fuerza revolucionaria y la de Jesús logra darle identidad al pobre. A la visión marxista le preocupa quitarle al pobre su pobreza, mientras que a la segunda le interesa “recuperarle su dignidad e identidad”. Además, el marxismo está interesado en cambiar el sistema y hacer la revolución, sin que ello signifique necesariamente la transformación de la mentalidad del pobre; en cambio, desde Jesús interesa conocer la mentalidad del pobre y sus valores, los cuales “son una propuesta de vida” pues las carencias apenas son un dato que no determina la identidad sino provoca construirla. Finalmente, tales oposiciones condujeron a Carrasquilla a concluir “que el sujeto que tiene que luchar contra la pobreza es el pobre, y no para dejar de ser pobre, sino para vivir lo que la pobreza ofrece para crecer y luchar contra lo que la pobreza impide”.
Jesús pobre como los pobres: la antropología del pobre, una propuesta de cauce
En medio de las respuestas sociopolíticas de los sectores liberacionistas de la Iglesia colombiana, Federico Carrasquilla forja su opción por el pobre y por la pobreza, emanada de su opción por Jesús: “Para mí la pregunta fundamental fue por qué Jesús fue pobre y por qué fue pobre como los pobres. Y nunca he podido disociar la referencia de Jesús de la referencia de los pobres”, repetía incesantemente. Con Jesús y los pobres fue más allá del CVII y se aproximó a Camilo, a Golconda y a SAL, pero distinguiéndose de todos ellos:
Cuando llegué en agosto de 1962, vine mirando las cosas de una forma totalmente distinta y yo sabía que no me iban a entender. Lo mío era pensar la fe de otra manera y pensar la sociedad de otra manera y pensar el cambio social de otra manera, estaba seguro de que no me iban a entender[9].
A partir de lo anterior, el Padre Carrasquilla progresivamente va a intentar formular una “antropología del pobre”[10], basado en ciertas fuentes principales.
La primera fuente que le ayudará a dar contenido a su pregunta fundamental de, ¿por qué Jesús fue pobre?, proviene de la espiritualidad mística. La encontró en Carlos de Foucauld, cuando hacía su formación en Roma[11]. Dice literalmente: “El padre Foucauld descubrió que lo central del mensaje de Jesús estaba en Nazaret. Que a Jesús había que verlo en el plano humano, como una persona que venía a compartir con nosotros y que en ese compartir iba revelando su condición de Dios… y en la vida humana le dio la primacía Jesús al pobre, porque el pobre era la posición universal”. De donde concluye: “Este Jesús sí se me parece al del evangelio. Que es Jesús hombre, hombre Dios, pero que camina con la gente. Y al pobre no se lo ve como el que carece, sino como el hermano”. Tal visión espiritual de la humanidad de Jesús, desde el pobre, a juicio de Federico Carrasquilla marcará la corriente postconciliar de la inserción.
Otra fuente la encontró en la II Conferencia del Episcopado Latinoamericano. Por tanto, es de índole eclesial. Según Carrasquilla, allí la Iglesia latinoamericana alcanzó su identidad a partir de la lectura de la realidad que efectuó. En su ejercicio del “ver” aparece el pobre como referente de la Iglesia y, claro, de él mismo:
… El Concilio dice muy poquitico de los pobres. Lo único es la frase genial de Juan XXIII cuando dijo “la Iglesia es de todos, pero sobre todo de los pobres”, prácticamente es lo único que hay. Luego si hubieran aplicado sus disposiciones sin ningún análisis posterior, no hubiera surgido la problemática de los pobres, ya que en los documentos conciliares no se tocaba el tema. En cambio, los que prepararon la Conferencia de Medellín se propusieron el método de ver, juzgar, actuar, que habían practicado, para primero ver la realidad latinoamericana y ahí encontraron que está marcada por el pobre desde el principio hasta el final y por eso le dieron este enfoque a la Conferencia de Medellín[12].
Lo anterior le permitió a Federico Carrasquilla entender al pobre y relacionarse humanamente con él. Fue su cauce y su propuesta. Desde ahí, leyó y asumió las tensiones -para él irresolutas- entre marxismo y cristianismo, entre la visión sociológica y la antropológica y entre el propósito de la transformación social y la búsqueda de la identidad personal.
Por dónde seguir navegando…
Este breve acercamiento a la figura de Federico Carrasquilla nos sirve para entender que el cristianismo nunca ha sido homogéneo, ni en su versión dominante ortodoxa ni en su versión liberadora. Muy seguramente su punto de diálogo y de encuentro pueda ser la discusión sobre el humanismo. Federico la elaboró como una “antropología del pobre”, pero hay otras. Por mencionar alguna que aquí no podemos presentar, pues no era el objetivo, está la que Franz Hinkelammert denominó el “humanismo de la praxis”, una convergencia entre la visión de Marx y la que formularon los cristianos primitivos durante los dos primeros siglos de nuestra era. La corriente de búsqueda de nuestro tiempo ya está iniciada, la estamos navegando, no todo está por inventarse…
[1] Gutiérrez, Gustavo. Teología de la liberación: perspectivas. España: Ediciones Sígueme, 1972
[2] Löwy, Michael. Guerra de Dioses. Religión y Política en América Latina. México: Siglo XXI, 1999
[3] Fundación Pepe Breu. JESÚS Y EL POBRE, en la vida del Padre Federico Carrasquilla. Medellín: Fundación Pepe Breu, 2019, p. 83
[4] Ibídem, p. 97
[5] Frei Betto. Fidel y la religión. Fidel y la religión conversaciones con Frei Betto sobre el marxismo y la teología de la liberación. Buenos Aires: Ocean Sur Ocean Press, 2006.
[6] Girardi, Giulio. Sandinismo, marxismo, cristianismo en la nueva Nicaragua: La confluencia. Managua: Centro Ecuménico Antonio Valdivieso, 1986.
[7] Hinkelammert, Franz. Las armas ideológicas de la muerte. San José, Costa Rica: DEI, 1981
[8] Dussel, Enrique. Las metáforas teológicas de Marx. Navarra: Editorial Verbo Divino, 1993 9 Fundación Pepe Breu, op. cit. p. 47
[9] Ibídem, p. 18
[10] Cfr. Carrasquilla, Federico. Escuchemos a los pobres. Aportes para una antropología del Pobre. Medellín: Editado por el Centro de Investigaciones Sociales, 1996.
[11] Carlos de Foucauld nació en Estrasburgo, Francia, en 1858 y murió asesinado en Tamanrasset, Argelia, en 1916. Geógrafo explorador y agnóstico, se convierte al cristianismo a los 26 años, asumiendo una vida pobre y mística radical. Aunque ideó una regla comunitaria, no fundó ninguna congregación religiosa; no obstante, después de su muerte se formaron algunas inspiradas en su espiritualidad, como los Hermanitos de Jesús, las Hermanitas de Jesús y las Hermanitas del Sagrado Corazón del Padre Foucauld. La espiritualidad evangélica del padre Foucauld nace a partir de la vida cotidiana y secular de los pobres y toma relativa distancia de las formas institucionalizadas.
[12] Fundación Pepe Breu, op. cit. p. 77
Para mantenerse al día con nuestras publicaciones directamente en su cuenta de WhatsApp, haga clic en el botón “SUSCRIBIRME”.
Deja una respuesta