Víctor Solano Franco
Comunicador social y periodista
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Colombia, gracias a su estratégica posición geográfica y su mega diversidad biológica y cultural, tiene el privilegio y la responsabilidad de ser uno de los principales actores globales en temas ambientales. A un poco más de un mes de la COP16 sobre Biodiversidad, titulada ‘Paz con la Naturaleza’, Cali se convertirá en el epicentro de la discusión global sobre el futuro del planeta, en la cumbre ambiental más importante organizada por Colombia en su historia. Este evento es una oportunidad invaluable para toda la humanidad porque nos permitirá revisar los compromisos asumidos en anteriores cumbres y trazar nuevas rutas hacia un desarrollo más armónico con la naturaleza.
Una de estas noches, gracias a una invitación de la Alcaldía de Cali, la Universidad Autónoma de Occidente y el CIAT, tuve la oportunidad de dar una conferencia sobre cómo contar historias de medio ambiente con ayuda de las TIC y de la inteligencia artificial a un grupo de periodistas, comunicadores de la ciencia y científicos que cubrirán este importante evento. Allí volvimos a insistir en que los insumos están y las herramientas, también; solo falta contarlo. La riqueza biológica de Colombia es inconmensurable: somos el segundo país más biodiverso del mundo, con ecosistemas que abarcan desde la Amazonia hasta los páramos, pasando por selvas, montañas y mares. Cada rincón del país alberga especies endémicas y paisajes que no existen en ninguna otra parte del planeta.
Sin embargo, este tesoro está en constante riesgo debido a las presiones del cambio climático, la deforestación, la minería ilegal y la expansión urbana desmedida. Es por eso que la COP16 no puede ser vista solo como un evento aislado, sino como el punto de partida para consolidar un compromiso real y duradero por parte de toda la sociedad colombiana en defensa del medio ambiente.
En este contexto, Colombia tiene mucho que ofrecer, pero también mucho que aprender. La biodiversidad no es solo una bandera que podemos enarbolar en foros internacionales, sino un recurso vital para el desarrollo sostenible y la calidad de vida de nuestras generaciones futuras. Las regiones de Colombia —con sus riquezas naturales, sus culturas ancestrales y sus sistemas de conocimiento tradicionales— tienen la posibilidad de aportar soluciones basadas en la naturaleza, integrando modelos de desarrollo que respeten y potencien los recursos locales.
Sin embargo, para que este protagonismo sea auténtico y no solo un reflejo de las circunstancias, se necesita mucho más que eventos internacionales. Es necesario un cambio profundo en la mentalidad de la ciudadanía y en las políticas públicas. La responsabilidad medioambiental no puede quedar solo en manos de unos pocos expertos o activistas, sino que debe ser asumida por todos los colombianos al convertir las buenas prácticas en hábitos comunes. La reducción de la huella de carbono, la protección de los bosques, el manejo responsable del agua y la promoción de energías limpias deben ser parte de la vida cotidiana de cada ciudadano. La ciudadanía debe estar educada y comprometida con el medio ambiente, pues sin un cambio cultural, cualquier política será insuficiente.
Pero el papel de la sociedad civil debe estar respaldado por un compromiso férreo por parte de los gobiernos locales y regionales. No basta con leyes y acuerdos internacionales, si los gobernantes no se convierten en garantes de su cumplimiento. Colombia ha avanzado en la creación de áreas protegidas y en la formulación de políticas ambientales, pero estos esfuerzos son insuficientes si no están acompañados de una implementación efectiva en cada rincón del país. La corrupción, la falta de vigilancia y la debilidad institucional siguen siendo los principales enemigos de la protección ambiental en muchas zonas.
Así mismo, es crucial que los gobiernos locales comprendan que la preservación del medio ambiente no es un obstáculo para el desarrollo, sino todo lo contrario: es una oportunidad. El turismo ecológico, la agricultura sostenible y la investigación científica son áreas que pueden generar empleo y desarrollo sin poner en riesgo los ecosistemas. Pero para ello, se requiere planificación, inversión y voluntad política.
La COP16 es una oportunidad inmejorable para que Colombia se posicione como un líder mundial en temas ambientales. Pero ese liderazgo no debe terminar con la clausura de la cumbre. Debe ser el inicio de un compromiso serio, de largo plazo y con convicción, en el que tanto ciudadanos como autoridades trabajen juntos por un país y un planeta más sostenibles.
Es el momento de que Colombia demuestre que su riqueza natural es un motivo de orgullo, pero también una responsabilidad compartida que estamos dispuestos a asumir. Si logramos consolidar este compromiso, podremos ser un ejemplo no solo para la región, sino para el mundo entero. ‘Paz con la naturaleza’ no es solo el lema de una cumbre, debe ser el horizonte de una nueva manera de vivir y de relacionarnos con nuestro entorno.
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