Crédito Imagen: Archivo
Francisco Cepeda López
Profesor y Músico
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“Eso es un galimatías” [1], decía un dirigente de alguna de las organizaciones colombianas de izquierda, para referirse a unas expresiones y todo un lenguaje contemporáneo que han encasillado en el término “posmodernismo”.
Como todo esto nos atropella, intentemos “deconstruirlo”[2] ¡Por supuesto!; es un En-red-O. ¿Cómo así? Pues esto no es algo supuesto, es un enredo. Es difícil salir de los “modelos mentales”[3], de las apropiaciones paradigmáticas, confusas ellas mismas, para “aclarar” tanto enredo.
Si estoy EnRED(h)ado, si mi destino (hado) está señalado para existir en red, por favor, háganmelo saber, porque yo me crie “más sencillito”, en una época en la cual “la verdad era la verdad” y la vida se veía en blanco y negro o en azul y rojo (¡Vaya, qué lío!).
Puesss…
“… como es bien sabido, la idea de modernidad o sociedad ‘líquida’ se debe a Zygmunt Bauman … empieza a perfilarse con la corriente llamada posmodernismo (término ‘comodín’, que puede aplicarse a multitud de fenómenos distintos, desde la arquitectura a la filosofía y a la literatura, y no siempre con acierto). El posmodernismo marcó la crisis de las «grandes narraciones» que creían poder aplicar al mundo un modelo de orden; tenía como objetivo una reinterpretación lúdica o irónica del pasado, y en cierto modo se entrecruzó con las pulsiones nihilistas”[4]
¿Más claro, o más confuso? Bueno, sigamos.
Desde siempre, los discursos maniqueos ofrecen seguridad, al reducir la realidad a dos categorías, de forma que, si no perteneces a una de ellas, necesariamente te incluyes en la otra: bien o mal, verdad o mentira, civilización o barbarie, éxito o fracaso, conmigo o contra mí. El término maniqueísmo remonta a una antigua religión que entremezcló elementos tomados de la doctrina cristiana, de Zoroastro y de Buda.
Estas creencias fueron reveladas al fundador, llamado Mani. Su fe se basaba en la lucha eterna de dos principios, uno bueno, simbolizado por la luz, y otro malvado, simbolizado por las tinieblas. San Agustín, maniqueo durante casi diez años, reconoce en sus Confesiones el atractivo de una visión tan simplificadora de los conflictos. Todavía hoy el lenguaje de la propaganda suele recurrir a este tipo de polarización sin fisuras para prometer soluciones fáciles y ganar adeptos. y es que muchas veces se acude a las enseñanzas de Mani para manipularnos”.[5]
Afirmo aquí que, al menos en América -desde la Patagonia hasta Alaska, somos mestizos de toda suerte de mestizajes y no me explico cómo no hemos caído en una Babel con tantas lenguas entretejiéndose y tantos sonidos llegando a un mismo tiempo. Somos mestizos y nuestras músicas son mestizas o son el producto de varias y variadas “hibridaciones culturales”. Así hemos llegado a ser o pugnamos por serlo en pensamiento, en política, en las expresiones estéticas, en casi todo lo que nos envuelve.
Y esto dicho no es producto de mi calenturienta imaginación (aunque -a veces- me desborde en lo estético y afecte ‘mi pensamiento’); como he aludido en las anteriores entregas, mi generación y yo hemos “pasado por todo”. Se puede ‘navegar’ la vida de dos maneras: ‘buceando’ o ‘surfeando’, y nosotros hemos viajado subsumidos (buceando) desde la mismidad individualista hasta “lo solido disuelto en el aire” de Marshall Berman o la “sociedad líquida” de Zigmunt Bauman y, en la música, no ha sido distinto.
“Bauman observa que (desaparecida la fe en una salvación que provenga de las alturas, del Estado o de la revolución) es típico del interregno el movimiento de indignación”.[6]
En la mitad entre lo sólido y lo líquido o lo etéreo ha estado una humanidad ‘amasada’ (de masas) como arcilla y los pueblos que hemos ocupado la Iberoamérica hemos sido objeto de un mayor ‘amasijo’, y seguimos siendo ‘amasados’. El crisol Caribe del cual gozamos una orilla ha transitado en tiempo y espacio las circunstancias hasta aquí descritas. Barranquilla y Cartagena, primero, y luego todo el litoral de nuestra costa Atlántica, fueron acariciados por los aires musicales que soplaban desde el ‘otro lado’ de esa cuenca.
Desde 1923 hasta nuestros días, artistas colombianos han dejado su huella en el jazz, innovando y mezclando el género con los ritmos de todas las regiones del país. Desde finales del siglo XIX, la música afroamericana de Nueva Orleans, particularmente el jazz, comenzaba a influenciar al mundo entero. Entre los lugares a los que llegaron esos ritmos, el Caribe colombiano fue uno de los más marcados por el entonces emergente género.
“El jazz en Colombia tiene como punto de conexión el Caribe y Panamá, que a principios del siglo XX era parte del territorio colombiano. Panamá estaba más conectada con Estados Unidos que el resto del país, así que fue un punto de tránsito para muchos artistas que venían al país a presentarse”[7].
En medio de esta convulsión los tambores, las hojitas de naranjo o de limón, las voces solitarias o las polifonías de los cantos africanos, luego los instrumentos autóctonos y los llegados de Europa, se van juntando y combinando en sonidos, melodías y armonías, conformando géneros como la gaita, el porro, la cumbia, el bullerengue; a contrapelo de el vals, la danza, el pasillo, la polonesa, la mazurka, que llegaron con españoles y portugueses. Su solo origen ya es un acto de rebelión[8].
En la colonización española y portuguesa en Ibero-América, con el sistemático y violento de despojo de las tierras a las comunidades indígenas sinúes y la imposición de instituciones ajenas a la vida de los nativos encontrados en el territorio y los “importados” de tierras africanas, ocurre un proceso de transculturación ocasionado por la asimilación y los intercambios de supervivencia de las poblaciones no-blancas.
Los mensajes de “silbidos” con vibración de hojitas y la percusión de tambores generan formas de comunicación y sonidos de encuentro cuya deriva serían los aires que hoy tratan de conservar agrupaciones como “los Gaiteros de San Jacinto” y “Totó, la Momposina”.
La presencia africana no puede reducirse a un fenómeno marginal de nuestra historia. Su fecundidad inunda todas las arterias y nervios del nuevo hombre americano.
Yo soy pupo Moncholo, hijo de Dios y la Diabla
el hombre del tambor brujo quien puede contarle cosas
de esta vida y de la otra…
Cuando templo mi tambor desde lo alto, desde el cielo
me responden los truenos.
Si pongo la media mano si la pongo toda entera
tiembla la madre monte tiembla la madre tierra.
Mitad tapado mitad abierto, a los vivos saco de sus casas
del cementerio los muertos.[9]
“Son del Pueblo”, sus integrantes, intuyen y tratan de documentar la razón por la cual dejamos de cantar música andina de protesta y se aventuran por esa música mestiza que acabamos de enunciar. Muiscas e “interioranos”, llegábamos a la Costa Caribe interpretando lo “propio de costeños”, pero lo habíamos “leído bien”, al menos lo copiábamos con mayor autenticidad.
En adelante, el periplo continua y transcurre con la seguridad de hacer más claro y cercano el contacto con los receptores del mensaje:
“… yo soy sonero, y no lo niego;
le canto al trabajo y al amor,
le canto al trabajador que hace posible mi canto,
que hoy es libre sin quebranto, lleno de dicha y amor…
Sonero soy, ya lo ves, no lo niego,
de la tierra de Cuní y Benny Moré,
donde Arsenio con su tres, al mundo entero,
demostró que nuestro son, cubano es. ”
Dame esa mano, mi hermanos
y, canta conmigo este son de alegría
Son, que es de la patria mia,
Son del guajiro cubano[10]
Vamos luego a Santa Marta y otras poblaciones del departamento del Magdalena y, luego, destino misterioso; la Guajira, departamento colombiano en el mar Caribe, que limita con Venezuela y abarca la mayor parte de la península de La Guajira. Se distingue por sus paisajes desérticos, las dunas de arena gigantes y las haciendas y las villas pesqueras remotas del pueblo ancestral indígena wayuu y, para entonces, conocido como “tierra de contrabandistas”; riesgos ciertos o imaginarios, nos adentramos por ese paisaje extraño. Invitación del sindicato de trabajadores de las minas de sal de Manaure y, allí, una experiencia personal que vale ser narrada.
Veníamos viajando “de pueblo en pueblo” con los instrumentos del grupo como equipaje. El medio de transporte: el platón de una volqueta de obras públicas del departamento. Estaba yo pasando por un malestar no crítico pero molesto, ocasionado -probablemente- por afectaciones climáticas a las cuales no estaba acostumbrado; en medio de la somnolencia en la que estaba, la voz de un compañero me llama para presenciar la imagen inolvidable del atardecer: el sol entrando al mar como una moneda en una alcancía y “cortando el cielo” una bandada de flamencos. Del otro lado, más aves en las charcas de desecación para la explotación de la sal y montañas . Paisaje y momentos de atesorar.
Para el recuerdo, la calidez con la que fuimos tratados antes, durante y después de la presentación. Nuevo destino: Maicao. Muchas historias y fabulaciones precedían la realidad a la cual nos dirigíamos. No presentamos en un asentamiento de invasión, “viviendas” de caña y maderos con techo de palmiche, dentro, equipos de sonido y televisores de los mas modernos. Bien la presentación, hecha la tarea; contactos afianzados, fortalecimiento de la organización popular y crecimiento del movimiento político.
Ahora, largo viaje a Cartagena. Varias funciones en corto tiempo y, a duras penas, un corto paseo por las murallas del “corralito”, grato encuentro con grupos de teatro del lugar y con los “compas” que se “habían descalzado” para trabajo político en la región. De nuevo al viaje y llegada a Sincelejo para recorrer la cuenca del rio Sinú bajando hasta Carmen de Bolívar. Luego Montería, Cereté, Lorica y Sahagún. Otro paisaje, distintas comidas y “otro tumba’o que tienen los guapos al caminar…”[11].
A lo largo de toda la gira, los organizadores de la visita programaban funciones “pequeñas” en salones comunales o sedes de sindicatos o en colegios barriales, y una “función de Gala” en escenarios de mayor capacidad como coliseos o teatros de gran aforo. En Montería, ocurrió en un estadio (tal vez de béisbol, según recuerdo) y, desde la tribuna oíamos gritar :” máximo, máximo”, lo cual nos sonaba extraño porque, si bien el evento había sido anunciado y promovido, nada nos indicaba que ya nos calificaran como lo máximo. Iniciamos, entonces, con la canción de presentación del grupo:
“Estamos muy complacidos,
de estar en este lugar,
y a quien nos quiso invitar,
le estamos agradecidos.
Traemos nuestras canciones
hechas con el corazón,
fruto de la inspiración
en los grandes luchadores,
que luchan con gran tesón
contra nuestros opresores.
“Aquí está el Son, son, son;
Son de Pueblo, son, son son,
Son del Pueblo, son: aquí está el son”.
Se hizo con tal empeño y entusiasmo que, al minuto, llevaban el ritmo con palmas. Final-mente nos enteramos que una parte del público reclamaba la presencia de un artista del folclor regional: Máximo Jiménez.
Después de esta, que era la función final en esta “parada”, una fiestecita (ya la merecíamos). Disfrutamos interpretando primero algunos boleros, y luego, “música profana” para “los pies y la cadera”. Resultó un encuentro grato.
Terminado “el goce pagano”, prepararnos para escalar la montaña para llegar a Medellín. De nuevo empacar los “bártulos” para el viaje en bus de no recuerdo cuantas horas para sumar al cansancio acumulado, a pesar de la distensión del día anterior. Otra expectativa grande, similar a la de la llegada a Barranquilla, pues sabíamos que “los paisas también saben de salsa” y la primera función programada había sido anunciada para el barrio Manrique, con su propia mitología de “personajes como “Juanito Alimaña” y “Pedro Navaja, pero también de “Pablo Pueblo” y “Juan Albañil”[12].
Quizá por la información sobre nuestra trayectoria anterior en esta gira y por la organización de “quien nos quiso invitar”, la acción estaba concentrada en Medellín y en tres grandes funciones: una en el teatro Pablo Tobón, la otra en la Universidad de Antioquia y la final en el parque Bolívar (al final de la carrera Junín y dando la espalda a la catedral). La tarima alta, la amplificación contratada y la cantidad de público (calculado en más de 5000 asistentes) hicieron de esta la mejor función hasta ahora en todo el recorrido.
Dejamos grandes amigos, en especial, Efraín C. (titiritero), los integrantes del grupo “Centinela” con quienes nos habíamos presentado en Bogotá, en la misma tarima. Los Villa (Pacho y Germán), Marucha (María Eugenia) Velásquez y su hermana LuzEs (Luces Velásquez, que después integraría el “Son”), Chuz … y algunas críticas y recomendaciones en un ejercicio de balance hasta este punto: honestidad de “compas”, de amigos.
La etapa final tenía por destino Cali, “la capital mundial de la salsa”. Recoger los hechos y “botarla toda” al final de semejante “vuelta a Colombia”. En la próxima entrega compartiré mi sentir sobre esta experiencia, pensada en y desde la canción caribe como lugar de enunciación de la política y su interpretación. Les espero para este encuentro.
[1] Un galimatías es un término usado para describir un lenguaje complicado y casi sin sentido, embrollado, lenguaje oscuro por la impropiedad de la frase o por la confusión de las ideas. Puede tener texto cifrado. Se usa cuando alguien trata de expresarse de una forma complicada. Wikipedia
[2] En el lenguaje de Jacques Derrida, pensador francés del siglo XX
[3] Según el predicamento de uno de los pensadores-habladores de estos tiempos: el señor Peter Senge, en sus trabajos relacionados con “La V disciplina”.
[4] Umberto Eco; “La sociedad líquida” – https://barbarieilustrada.wordpress.com/2017/01/18
[5] Irene Vallejo, Alguien habló de nosotros.
[6] Umberto Eco; ibidem
[7]Andrés Pacheco Girón; Historiador y antropólogo de la Universidad de los Andes. Periodista de Colombia Visible.
[8] https://web.facebook.com/stories/1842277369412451/UzpfSVNDOjQ0NzEzODUyNzgzOTI4Ng==/?source=from_feed _inline_viewer&view_single=true
[9] Manuel Zapata Olivella; “Changó, El Gran Putas”. MinCultura, Colombia. Biblioteca de Literatura Afro-Colombiana.
[10] Son 14. “Son para un sonero”. Composición de Adalberto Alvarez
[11]Rubén Blades; “Pedro Navaja”, del álbum “Siembra”, 1978
[12]Personajes de las canciones de Rubén Blades y Catalino “Tite” Curet Alonso.
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