Imagen: Una foto capturó los sentimientos escalofriantes de la época, mostrando un grafiti garabateado a lo largo de una sección del terraplén del Sena que decía: «Aquí ahogamos a los argelinos». bbc.com
Sofía López Mera
Abogada, periodista y defensora de derechos humanos – Corporación Justicia y Dignidad
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Durante la inauguración de los Juegos Olímpicos de París 2024, los atletas argelinos lanzaron rosas al río Sena en homenaje a las víctimas de la Masacre de París ocurrida el 17 de octubre de 1961.
Ese día, la policía francesa, bajo el mando de Maurice Papon, reprimió violentamente una manifestación convocada por la organización argelina Frente de Liberación Nacional (FLN). Cerca de 12.000 personas fueron detenidas. Muchas de ellas fueron golpeadas y sometidas a torturas. Al menos 200 fueron asesinadas y arrojadas al rio Sena. La manifestación y la represión posterior fueron parte de la lucha entre el país colonizador (Francia) y los movimientos de resistencia y lucha anticolonialista de Argelia.
Además de manifestaciones civiles y pacíficas, entre 1954 y 1962, hubo enfrentamientos armados entre las Fuerzas Militares francesas y el FLN. El origen de este enfrentamiento se puede rastrear hasta 1830, año en que Francia decidió que Argelia era su colonia y, en respuesta, parte de la población originaria empezó a resistirse a ser tratada como humanos sin derechos o franceses de segunda categoría.
El conflicto se hizo más visible una vez terminada la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Militares argelinos que habían combatido en defensa de Francia contra invasión nazi se sintieron frustrados por el trato discriminatorio que recibían en la metrópoli. Influenciados por la guerra de los pueblos de Indochina contra el mismo colonialismo francés, soldados y oficiales comenzaron a organizar la lucha armada por la liberación y la independencia nacional.
A partir de 1954, los ataques armados ocurrieron, cada día, con mayor frecuencia. El FLN los dirigió contra militares y civiles, tanto europeos, como argelinos llamados colaboracionistas. Las fuerzas francesas de ocupación perseguían y enfrentaban a al Frente de Liberación Nacional y crearon la Organización del Ejército Secreto (OAS). Ese último era, en realidad, un grupo paramilitar encargado de cometer asesinatos, masacres, desapariciones y torturas contra militantes del FLN y/o contra civiles presuntamente auxiliadores del Frente.
Se estima que murieron 33,000 franceses y alrededor de un millón de argelinos.
La guerra concluyó con los Acuerdos de Evian, el 5 de julo de 1962. Ese día, Francia reconoció a Argelia como país independiente. Casi un millón de europeos salieron de la excolonia francesa, expulsados o voluntariamente, lo mismo pasó con personas pertenecientes a minorías religiosas.
La estrategia insurgente fue la “guerra de guerrillas urbana y rural”. La del ejercito colonialista fue el «quadrillage» (cuadrillage). Esta, divide el territorio en cuadrículas controladas por el ejército, mediante el patrullaje constante y la verificación de las identidades de los transeúntes y habitantes. El ejército francés buscaba minimizar la movilidad y el apoyo logístico de los insurgentes.
La guerra se tornó extremadamente brutal. Los ataques militares del Frente, no distinguían entre militares franceses y población civil ajena, por completo, a la confrontación armada. Las fuerzas francesas, por su parte, detenían y torturaban a personas presunta o realmente pertenecientes o colaboradoras de la organización rebelde; intentaban obligarlas a dar información o a delatar a sus conmilitones.
Como parte de su estrategia contrainsurgente, los franceses cometieron ejecuciones sumarias y públicas para disuadir a los pobladores de colaborar con el Frente; reubicaron, forzadamente, a miles de personas en “aldeas estratégicas”, con el fin de quitarle apoyo popular a la insurgencia y de romper los lazos de identidad y pertenencia de las comunidades. A cambio, obtuvieron una mayor hostilidad y el rechazo generalizado de la ciudadanía.
El enfoque, la estrategia y las tácticas de contrainsurgencia francesas en Argelia e Indochina, influyeron en las estrategias de seguridad desarrollados por los gobiernos en América Latina a partir de los años 60s del siglo pasado.
Con el apoyo y bajo la dirección de los Estados Unidos, las convirtieron en la reconocida Doctrina de la Seguridad Nacional. Esta doctrina, creada para combatir el comunismo y las insurgencias, justificaba el uso de métodos extremos como la tortura, la desaparición forzada, el asesinato fuera de combate, los homicidios contra la población civil y el terrorismo de Estado.
La influencia francesa fue evidente en la Operación Cóndor. Esta fue una campaña de represión, coordinada por dictaduras militares de Uruguay, Argentina y Chile (aunque tuvo repercusiones también en Brasil y Paraguay) que utilizó métodos similares para eliminar disidentes, opositores y movimientos insurgentes.
Las técnicas de tortura, represión y desplazamiento forzado se incorporaron a las doctrinas de los ejércitos latinoamericanos, que enfrentaban movimientos guerrilleros y de insurgencia. La formación de oficiales en Francia y la llegada de asesores militares franceses a la región difundieron estas tácticas represivas, consolidando un enfoque militar más agresivo y autoritario. La Escuela de las Américas, un centro de formación militar en Estados Unidos, también jugó un papel decisivo en la transmisión de estas técnicas, formando a numerosos oficiales latinoamericanos en métodos de contrainsurgencia y represión.
En Colombia, esta doctrina se formalizó con el decreto legislativo 3398 de 1965 y la ley 48 de 1968, que promovieron la creación de grupos paramilitares bajo el control de las fuerzas armadas. Se replicó, así, la brutalidad y clandestinidad de la OAS en una estrategia de represión sistemática contra la población civil.
Las heridas de la colonización francesa siguen abiertas, y los ejercicios de memoria nos permiten sanarlas. La verdad y la justicia son necesarias para los procesos de reconstrucción del tejido social roto por las guerras y también permitirán el proceso de reconciliación entre las dos naciones.
Lo sucedido en los Juegos Olímpicos de París 2024 nos invita a reflexionar sobre el devenir de nuestras naciones latinoamericanas, víctimas de la doctrina de seguridad nacional, legado de la política militar colonialista francesa.
Es esencial continuar con nuestros procesos de memoria, continuar reconstruyendo la verdad y buscando justicia para las víctimas. Esos tres instrumentos nos llevarán a una verdadera descolonización y a la autodeterminación de nuestros pueblos.
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