
Gustavo Melo Barrera
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Colombia no despertó en 2026. Más bien se miró al espejo y gritó. Lo que vio no fue precisamente un país renovado, sino una tragicomedia nacional con las máscaras tiradas al suelo y las verdaderas caras al aire: feas, conocidas y peligrosamente sonrientes.
Mientras las élites políticas intentan hacernos creer que este es el año de la institucionalidad y la justicia, las altas cortes afilan sus cuchillos para servir un plato frío: Petro a la parrilla. Porque aquí no se juzga a los partidos que llevan décadas saqueando el erario como si fuera piñata de navidad; no señor. Se enjuicia al presidente que cometió el imperdonable error de intentar reformar un país diseñado para no ser reformado.
El gobierno del cambio —ese que logró poner hospitales donde antes solo había promesas, que habló de dignidad como si fuera derecho y no privilegio— es ahora el enemigo público número uno. La verdadera amenaza, dicen los que siempre han mandado, no son los narcos con curul, ni los contratos fantasmas, ni las EPS con licencia para matar. No. El verdadero peligro es que los pobres se crean ciudadanos y no súbditos.
Y así, mientras el uribismo juega a víctima con cara de mártir (aunque tiene el prontuario de un cartel), la oposición se disfraza de salvadora nacional, con candidatos que deberían estar en estrados, no en tarimas. Es el regreso triunfal de la narco-política en versión electoral: reciclada, perfumada y bendecida por noticieros que aún creen que la ética es una moda pasajera.
Pero no todo es tragedia. También hay comedia: la Cámara de Comercio Colombo-americana se volvió la oficina de casting de la oposición, donde se decide quién será el próximo actor principal del drama democrático. Y en Washington, el regreso del Trumpismo puso a Colombia en oferta como vieja colonia obediente. No hay golpe de Estado, pero sí una telenovela jurídica donde la Fiscalía actúa como guionista al servicio de los que no soportan perder el poder… ni pagar impuestos.
2026 es el año del juicio final, sí, pero no para los corruptos de siempre. Es para quienes se atrevieron a decir que el país podía ser de todos. Y como en toda buena distopía tropical, los que denuncian el saqueo son investigados, y los que lo ejecutan, reelegidos.
La ciudadanía, como siempre, parte del decorado. Algunos con rabia, otros con fe, muchos anestesiados por los reels, los likes y las columnas de opinadores premium. Pero por más que se intente maquillar el desastre, los datos siguen gritando: por primera vez en décadas, hubo reformas con dientes, salud sin intermediarios carroñeros, y territorios olvidados que comenzaron a importar… aunque fuera un poquito.
Ahora bien, no se engañe: las urnas de octubre no son para elegir presidente. Son para decidir si Colombia sigue siendo un chiste cruel contado por sus élites… o si renace, entre cenizas y gritos, como una democracia de verdad.
Dos Colombias se enfrentarán en esa urna:
Una es la del cinismo blindado y la impunidad con credencial.
La otra, la de quienes aún creen que vivir con dignidad no debería ser delito.
Una será enterrada.
La otra… bueno, ya veremos si la dejamos nacer.
ADENDA: En este país, donde la justicia suele caminar en chancletas por los pasillos del poder, el supuesto atentado contra Miguel Uribe Turbay se convirtió en el show de apertura de la nueva temporada de “Democracia S.A.”. No hay fiscalía que investigue, ni procuraduría que objete, ni Corte Suprema que se despeine. Todo lo que tenemos son versiones de prensa con edición HD, flashes dignos de alfombra roja, y cámaras prepagadas que convirtieron la clínica y la cama del senador en set de reality. ¿Atentado? Tal vez. ¿Investigación? Ni por error. Porque aquí los tiros hacen más ruido cuando salen en titulares que cuando retumban en expedientes. Así empieza este episodio: entre el humo de la indignación y los efectos especiales del teatro político donde la justicia es solo una extra con libreto censurado. Faltaba el actor de relleno y resulto ser el juez , que en medio de la audiencia de legalización de captura de uno de los “implicados” salió a disparar al gobierno como dando sentencia anticipada y castigándolo con una obligada indemnización para “resarcir del daño al actor principal” … esta es COLOMBIA
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