
Oriana González Rodríguez
Escritora y editora
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“O rompemos el patrón o el patrón nos rompe”, es la convicción que se gesta en la consciencia de las personas que somos supervivientes de las Violencias Basadas en Género (VBG).
Cuando sobrevivimos algún tipo de VBG, la primera pregunta que nos viene a la cabeza es: ¿Por qué esa persona se comporta de forma violenta conmigo? Si seguimos en ese orden de ideas, se abre una espiral infinita de este tipo de preguntas que nos mantendrían en el mismo lugar de víctima, en la misma posición donde el abusivo nos dejó a su merced.
También podemos darle la vuelta al asunto y hacer la parte más difícil: interpelarnos. Permitirnos un momento a solas, hablando con una amiga o en un espacio seguro, terapéutico y lanzarnos las preguntas necesarias, como por ejemplo: ¿Cómo aprendí a ser tratada de manera abusiva y violenta? ¿Por qué no pude poner límites a tiempo? Y la que más nos cuesta y ahonda en la herida: ¿Por qué no pedí ayuda?
Estas son las preguntas que pueden desencadenar muchas otras que tienen que ver con nuestras experiencias personales de vida, contexto sociocultural económico, ideológico, género, étnico-racial, etc.
¿Por qué es tan difícil pedir ayuda, cuando estamos en una relación abusiva? Porque el sentimiento de vergüenza que experimentamos se retroalimenta, como en un interminable círculo vicioso, con la culpa: vergüenza-culpa-vergüenza-culpa. Así sentimos cuando contamos la experiencia vivida con quien ha sido abusivo, que puede ser tu pareja, familia, amiga, amigo, colega, mentor, etc. Es difícil pedir ayuda, porque, cuando contamos las cosas que nos suceden en la vida privada, usualmente nos avergonzamos por haberlas permitido, por haber encontrado alguna razón para justificarlas.
Es muy difícil, además, porque, muchas veces, nuestra sobrevivencia depende de la persona que nos agrede: ese tipo de violencia le permite al agresor manipular y controlar a su víctima, hacer que ella pierda sus redes de apoyo, su trabajo y autonomía económica, su autoestima y dignidad.
Es muy difícil, porque se ha normalizado que tengamos relaciones afectivas en esta dinámica de abuso y manipulación emocional. Aunque parezca increíble.
Lo más entristecedor del panorama, es cuando mujeres, madres e hijos sufren el abuso emocional y económico del progenitor. Muchas mujeres optan por quedarse en la relación, al principio, por amor a su pareja; luego, porque desea que sus hijos tengan un “hogar”, una figura paterna, para que el sueño de una “familia convencional” no se pierda. Solo al final y paradójicamente por amor a sus hijos, deciden marcharse.
Para el abusador, ese final es ilógico e incomprensible. Está convencido de que su comportamiento es natural, normal, deseable. Quizá por eso su primera reacción suele ser algo como lo siguiente: Todo lo que hago es por amor. ¿Cómo me vas a dejar a mí, si yo se los doy todo? ¿Ustedes van a ser capaces de vivir sin mí? Todo con la intención de sostener su rol de superioridad y control sobre la víctima.
Un ejemplo de esta manipulación y la vergüenza que siente la víctima, la podemos ver en la película: “Romper el círculo”. En ella, una mujer hermosa, privilegiada económicamente y con un pasado de violencia por parte de su padre hacia su madre, tiende a estar en relaciones similares a la que vivió en su entorno familiar. Esta película nos muestra que la forma en que hemos sido amadas, cuidadas y protegidas en nuestros hogares, nos estructura la manera en que pensamos cómo debemos recibir todo esto en las relaciones que vamos construyendo en la vida.
Si crecimos en un hogar donde la violencia era un elemento normalizado, donde el abuso no se denunció o nunca se habló de ello, es muy posible que lo busquemos en cada una de las relaciones que tengamos. Aprendimos a vivir así, nos enseñaron que esa era la forma única y normal. Es muy difícil de superar ese comportamiento, a menos que hagamos un gran trabajo personal para salirnos de esos patrones de repetición, de esa narrativa patriarcal.
En el caso del personaje, Lily Bloom, la protagonista de la película en cuestión, el tener una pareja que le mostró otra forma de ser amada y su amiga que le aconseja dejar esa relación por su propio bien y tener, sobre todo, los recursos económicos para hacerlo… ella toma la decisión sólo cuando tiene su hija en brazos y reconoce lo que puede pasarle si sigue en relación con Ryle Kincaid, su pareja abusiva.
Hay una escena en la que Lily le dice a él: “¿Qué le dirías a tu hija si un día llega a casa y te cuenta que fue golpeada por su pareja?”. Más que una pregunta para él, es para ella misma, quien se ha hecho consciente de lo que sucederá si no rompe el círculo de violencia heredado.
Otra serie que habla de esta violencia invisibilizada y normalizada por la sociedad, que se exacerba en los momentos de mayor vulnerabilidad que puede tener una mujer, como el embarazo y el posparto, es “Las cosas por limpiar”.
En ella, Alex, una mujer joven que tiene una hija de tres años, abandona el remolque donde vivía con su pareja, justo en el momento en que él, borracho como de costumbre, le lanza un puño y termina en la pared, luego tira un vaso que se rompe y cae justo muy cerca de la niña.
Es una mujer que ha reducido sus redes de apoyo familiares, de amigas y trabajo, porque él la convenció de que se haría cargo de la manutención de la familia mientras ella se dedicaba al cuidado y trabajo doméstico, de forma aislada y solitaria.
Cuando esta mujer se va, de noche, en su carro, huyendo de su pareja, da y da vueltas sin saber a dónde ir. ¿A quién puede pedir ayuda? Y más cuando está en las oficinas de trabajo social y no puede reconocerse como víctima de VBG.
En este caso, también la madre de Alex sufrió incontables formas de VBG. El padre de Alex era alcohólico y su madre huye a Canadá cuando ella es muy pequeña, debido a las golpizas que recibía cada noche. Alex se hace consciente de esta realidad cuando debe afrontar la suya: se hace consciente de que no quiere seguir viviendo de esa forma indigna y miserable.
Pero Alex es una mujer, como muchas otras, sin estudios universitarios, pobre, que tiene todo en contra. Como ellas, puede acudir a casas de acogida que apoyan a mujeres y a sus hijos supervivientes de VBG, cuando los tienen, para intentar darle un giro a su vida.
También, como las otras, deberá partirse el lomo trabajando para recuperar, no solo su capacidad de tener dinero, sino esa capacidad de poder ser en relación con otros desde una autonomía económica, desde un lugar donde sabe y puede poner límites para cuidar de ella y de su pequeña hija. Desde un lugar autónomo de agencia.
A muchas mujeres, como lo vemos en Lily y Alex, nos toma muchos intentos para poder salir de las relaciones abusivas. Y cuando lo hacemos la cosa se pone peor. Por un tiempo. Así lo muestra la escena en la que Alex llega al refugio de mujeres. Quien la recibe le dice: “ya estás a salvo, acá puedes respirar”.
Esa sensación de poder respirar libremente, de poder dormir sin miedo o ansiedad, de poder vivir tranquilamente es el inicio de conexión con nosotras mismas. Es el inicio de un camino de cambiar las narrativas en la que hemos sido criadas, educadas y culturizadas. ¡Merecemos una vida libre de violencias basadas en género!
Para ello, puedes empezar por dar el primer paso:
-Hablar de lo que pasa y que no identificas con claridad con una amiga, vecina, familiar de confianza, con quien te sientas segura.
-Llamar a la línea #155 (para la orientación de VBG).
-Ir a la oficina de ICBF para solicitar información y apoyo para ti y tus hijos.
-Acudir a la Secretaría de la mujer del lugar donde vives.
-Solicitar información en la Defensoría del Pueblo o Procuraduría.
-Contactar organizaciones que trabajan por la reducción de violencias como Sisma Mujer y Fundación Mujer y Futuro que, además, hacen acompañamiento telefónico y presencial gratuito.
Aunque parezca que estás sola, siempre encontrarás una red de mujeres supervivientes y personas dispuestas a sostenerte. Y aunque parezca imposible salir del círculo, siempre el primer paso, la primera acción pensando en nuestro bienestar y cuidado, nos llevará a un lugar de crecimiento y sanación.
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