
Oriana González Rodríguez
Escritora y editora
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Una de las características más importantes del siglo XXI, es que los avances tecnológicos permiten que la información circule más fácil y rápidamente que en cualquier época de la historia humana. Esto debería permitir que todas las personas y todas las familias adquieran más conocimientos y puedan construir críticas frente a los hechos que ocurren.
Pero no siempre es así. Por ejemplo, aún es difícil reconocer el abuso sexual infantil (ASI). El desconocimiento del mismo es una de las causas para que siga ocurriendo. Son muchos los casos en los que una persona de la familia está cometiéndolo y los demás no lo detectan, hacen como que no lo ven, lo ignoran o evitan enfrentarlo. Lo convierten en una especie de pacto de silencio o de tabú.
Así, miles de niños y niñas siguen siendo víctimas de familiares abusivos y violentos. En pleno 2025, se nos exige hablar en voz baja, callar y no hacer nada si hay indicios, señales, muestras, incluso comportamientos abiertamente identificables en nuestros hijos cuando están siendo víctimas de abuso sexual.
El silencio ante la violencia sexual revictimiza a quienes sobreviven a ella y cumple con la función de proteger a la familia por encima de los individuos; se privilegia el bienestar y la apariencia de felicidad y armonía de un grupo familiar, mientras los niños y niñas abusadas no tienen -ni siquiera- quien los oiga.
El abuso sexual infantil es una realidad que afecta a una gran parte de la población. En octubre de 2024, el ICBF reportó más de 15.000 menores víctimas de ASI (estas son las cifras solamente de quienes denuncian). 40.026 víctimas de este delito tienen entre 6 y 12 años de edad.
Más allá de las cifras, de por sí escandalosas, es necesario preguntarnos ¿por qué se perpetúa el Abuso Sexual Infantil en las familias colombianas? ¿Qué está haciendo el gobierno para bajar los índices de ASI? ¿Cómo están articulados los programas de prevención, información y denuncia con las instituciones de salud, educativas y culturales? ¿Qué estamos haciendo como sociedad para no perpetuar la cultura patriarcal del abuso sexual infantil?
Lo primero para dejar de tratar el ASI como un tabú, es hablar de este como cuando hablamos de la salud y el aseo dental: con la debida información para prevenirlo, para tener familias sanas y seguras con hábitos de autocuidado. De lo contrario, caeremos en perpetuación de la cultura patriarcal que usa el miedo y la violencia sexual como un mecanismo de control sobre la familia y la sociedad en general.
Si caemos en ello, se nos anulará hasta el instinto y el sentido común de defender y cuidar a nuestros hijos, olvidando que las madres y los padres de familia debemos ser garantes de sus derechos y de que lleven una vida digna.
Lo segundo es que debemos ejercer la responsabilidad de madres/padres todo el día, todos los días, en todos lugares en los que transcurre la vida de nuestras hijas e hijos. Superando una de los más graves errores que podemos cometer: educarlos como fuimos educados, sin cuestionar si esa educación perpetúa la ignorancia y facilita que se cometan los abusos.
En tercer lugar, tomar decisiones sobre la vida cotidiana de la familia orientadas a erradicar la cultura de la violencia patriarcal: 1.) No debemos obligar a los niños a comer cuando ellos ya han tomado la decisión de no comer más. 2.) No debemos obligar a nuestras niñas y niños a dar besos o abrazos o recibirlos si no se sienten cómodos; 3. Debemos hablar y nombrar las partes del cuerpo sin eufemismos: pene, vagina, ano, cabezas, etc.; 4. Siempre, por encima de todo, debemos creer lo que nos cuentan hijas e hijos cuando nos hablan de posibles abusos de los cuales pueden estar siendo víctimas. Es violento, es inhumano y revictimizante decirle que son mentiras, que no es cierto.
Aunque, frente a casos de ASI, muchas familias prefieren proteger a los abusadores (sobre todo cuando son abuelos, padres, tíos, primos, familiares políticos) que responsabilizarse del cuidado y las necesidades de los más vulnerables, tenemos la solución en nuestras manos: aceptar que siempre estamos aprendiendo el oficio arduo de ser madres y padres, que debemos informarnos, prepararnos y pedir ayuda a los profesionales encargados, que tienen las herramientas necesarias para atender a nuestras hijas e hijos, y a nosotros. Podemos recurrir a la psicorientadoras de las instituciones educativas, denunciar en Estaciones de policía, Comisarías de familia, Bienestar Familiar o llamar a la línea gratuita 141.
No permitas que la culpa por no haber sabido cuidar y proteger a tu hija o hijo sea el infierno que viven la mayoría de padres y madres cuando entienden el dolor de quienes han sido abusados y, finalmente, se ven obligados a reconocer los abusos que ocurrieron casi en su narices.
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