Víctor Solano Franco
Comunicador social y periodista
•
Los que me conocen saben que siempre he sido un entusiasta promotor del turismo desde que fui editor de ese tema en la extinta Revista Cambio y luego como un activo jugador del sector en mi Santander. Pero que lo haya sido no significa que sea un apologista acrítico de lo que trae esta economía.
En el corazón de Colombia, Santander ha sido históricamente un territorio de vocación agrícola. La tierra, rica y fértil, ha alimentado a generaciones y ha sido la base de la economía regional. Cultivos como el fique, el cacao, el café y el tabaco han hecho parte de la identidad santandereana. Sin embargo, en los últimos años, hemos observado un cambio significativo: el turismo ha emergido como una nueva punta de lanza para el desarrollo económico del departamento.
Esta diversificación es bienvenida, pero debe ser manejada con cuidado para asegurar beneficios sostenibles y equitativos para toda la comunidad.
El turismo, bien realizado y con criterio de sostenibilidad, puede ser una herramienta poderosa para el desarrollo. Ofrece oportunidades de crecimiento a las comunidades campesinas al ayudar a que los ingresos se distribuyan de manera más equitativa. En lugar de que el dinero quede en manos de unos pocos intermediarios, la economía local se fortalece al involucrar directamente a los productores y proveedores de servicios turísticos. Este modelo puede contribuir a la mejora de la calidad de vida de muchas familias que dependen de la agricultura al proporcionar ingresos adicionales y nuevos horizontes de desarrollo.
Una de las principales ventajas del turismo sostenible es su capacidad para generar empleo. Desde guías turísticos hasta servicios de hospedaje y restaurantes, el turismo crea una amplia gama de oportunidades laborales. Además, promueve la conservación del medio ambiente y del patrimonio cultural, ya que los visitantes valoran y buscan experiencias auténticas y sostenibles, cómo lo pude fomentar el año pasado con los pequeños emprendedores campesinos de la zona de Tuluá en el Valle del Cauca.
Sin embargo, la transición hacia una economía basada en el turismo no está exenta de riesgos. Uno de los desafíos más importantes es garantizar que esta nueva fuente de ingresos no comprometa la seguridad alimentaria de la región. La agricultura debe seguir siendo una prioridad, asegurando que los pueblos puedan autoabastecerse y no dependan exclusivamente de los ingresos turísticos. Es vital seguir innovando en técnicas agrícolas y mejorar la productividad para que el cultivo de la tierra siga siendo una opción viable y rentable para los campesinos. En ese camino es clave fomentar la innovación en áreas como la agricultura de precisión para saber explotar mejor la vocación de cada parcela de tierra.
Otra desventaja potencial es la presión que el turismo puede ejercer sobre los recursos naturales y la infraestructura local. Sin una planificación adecuada, el aumento de visitantes puede llevar al deterioro ambiental y a la saturación de los servicios públicos. Es crucial implementar políticas de turismo sostenible que mitiguen estos impactos y aseguren que el desarrollo turístico no se realice a costa del medio ambiente o de la calidad de vida de los residentes locales, como ya viene ocurriendo en mi querido municipio de Guadalupe donde un atractivo muy taquillero es la famosa quebrada Las Gachas que desborda su capacidad de carga.
Para lograr un equilibrio, es necesario fomentar modelos de gestión comunitaria donde las experiencias del campo se integren en el turismo. Esto enriquece la oferta turística y fortalece la identidad cultural y el sentido de pertenencia de las comunidades. Las visitas a granjas, los talleres de artesanía, las jornadas de ordeño y las rutas ecoturísticas son ejemplos de cómo la agricultura, la ganadería y el turismo pueden coexistir y complementarse de manera armoniosa.
Además, el turismo puede ser una plataforma para la transformación de materias primas locales al agregar valor a los productos agrícolas y mejorar los márgenes de utilidad para los campesinos. La creación de productos agroindustriales, como alimentos procesados y artesanías diversifica la economía y promueve la innovación y el emprendimiento en las zonas rurales.
Es esencial que este proceso de transición económica sea inclusivo y participativo. Las políticas y estrategias de desarrollo deben ser diseñadas con la participación activa de todas las partes interesadas, incluyendo las comunidades locales, los gobiernos, las empresas y las organizaciones no gubernamentales. Solo así se puede asegurar que los beneficios del turismo se distribuyan equitativamente y que se proteja el patrimonio natural y cultural de Santander.
Deja una respuesta