Francisco Cepeda López
Profesor y músico
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El 2 de junio de este año, la revista Cambio publicó una entrevista que Daniel Coronell y Federico Gómez Lara, le hicieron al presidente Gustavo Petro.
Lo primero que llama la atención es que el nombre de Gómez aparece antes que el de Coronell; como si, de entrada, estuvieran señalando quién manda a quién en ese medio de comunicación y no quién es mejor o más importante como periodista. Lo segundo, es que, desde el titular en adelante, se destaca una pregunta formulada por Federico Gómez: “La gente, lo que piensa es que se quiere cambiar la Constitución del 91…”
Lo que se esconde detrás de un genérico llamado “la gente”, son grupos de personas con diversos -y hasta antagónicos intereses-, son personas que, quizá, forman su opinión siguiendo la opinión de periodistas como Coronell y Gómez o de otros y otras que pueden ser peores que estos dos.
Pero, de “la gente” también hacen parte hombres y mujeres que exigen que la Constitución Política se conocida, acatada y obedecida. Son hombres y mujeres que se reconocen como parte del poder constituyente y, por tanto, entienden las intenciones del presidente de acatar el mandato popular consagrado en la Constitución Política de 1991.
La primera confusión de los preguntadores radica en equiparar Poder Constituyente con Asamblea Nacional Constituyente. La última es el mecanismo adoptado para la última reforma constitucional en Colombia; el primero es la voluntad del MANDANTE para que sea realizada por el MANDATARIO, según lo concibe el derecho civil desde los albores de la democracia representativa liberal (y, por si acaso, burguesa).
Si bien los agentes de los medios hacen parte de ese pueblo/gente/ciudadanía, mandante, no pueden declarase voceros del pueblo. Nadie los ha elegido para que desempeñen tal papel. Y cuando dicen cosas como “la gente está diciendo” o “la gente decidió”, en realidad son ellos y su círculo cercano quienes dice eso u opinan de esa manera.
Finalmente, me refiero a la frase con la que Coronell introducía una pregunta inquisidora: “la democracia es, también, el cuidado sobre las formas institucionales”. Sobre las institu-ciones, lo institucional y lo instituido podemos anticipar una amplísima controversia; si bien lo organizado puede coincidir con lo instituido, no podemos decir que las organizaciones equivalen a las instituciones.
Yo estoy amparándome en la noción diacrónica del tiempo, al Kairós para hacer referencia de lo instituido y lo constituido. Es la dinámica de las transacciones y las relaciones derivadas las que marcan la dinámica de lo organizado, lo instituido, lo constituido. Se ha constituido en certeza que los medios de comunicación, como agentes orientadores de la sociedad, deben tener estas claridades para “no desorientar” a la audiencia, al público, al pueblo.
“… los sociólogos han de abrirse a esos riquísimos experimentos conceptuales que, para poder dar cuenta de la complejidad irreductible de la materia, exploran caras nuevas del tiempo. La otra fuente para una renovada temporalización de la sociología ha de venir de la mano de una nueva aproximación a la historia. Ciertamente, se trata de atender a lo que ha venido llamándose la sociología histórica”. [i]
Lo anterior referido no significa que cada tiempo tiene su “cada cual” de Democracia, de Institucionalidad, de Constitución, pero tampoco que lo instituido queda grabado en piedra como las tablas entregadas a Moisés. El poder lo moldean las comunidades y las sociedades de cada momento y se permiten mantenerlo hasta cuando permite fluidez en los intercambios entre personas y conglomerados. Quizá por eso, Petro respondió:
“… no veo que haya un acuerdo nacional que permita esos cambios (a la Constitución), sin embargo hay un pueblo que sí quiere los cambios y ese pueblo es al que se está convocando para que se organice, para que discuta de qué manera se puede expresar un poder constituyente que no quiere ser convocado… por unas elites que no quieren los cambios”
Pareciera que esta entrevista devela un asunto poco teórico, unas preguntas que ningún entrevistador se atreve a hacer: ¿Dirigir el Estado es no tocar, no mover, no cambiar unas instituciones que han dejado de funcionar? ¿Para evitar polarizaciones y sobresaltos, es menester mantener los privilegios que unos pocos han adquirido mediante el uso ilegal del derecho y de las leyes?
¿Si, en el congreso, las mayorías parlamentarias se niegan a realizar las reformas necesarias e incluso a debatir las propuestas de cambio, qué impide que, desde el subterráneo social, emerjan fuerzas que promuevan y logren las transformaciones anheladas?
[i] Guadalupe Valencia García; “Entre Kronos y Kairós. Las formas del tiempo histórico”.
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