Salma Henao
Antropóloga con opción en literatura. Poeta radicada en Tunja
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Hablar sobre arte parece ser cosa de “expertos”, críticos los llaman. En algunos casos, sin embargo, el crítico podría no tener las herramientas necesarias dependiendo de la obra particular. Con esto me acerco sigilosamente a un espacio cuyos lindes son inciertos, aquel en el cual el arte es un acto ritual que evoca un encuentro espiritual, esto es el pan de cada día para muchos artistas (no así quizá para otros, tendríamos que indagar en la intimidad de Karol G o Maluma, con el fin de establecer la relación de su arte y sus procesos artísticos con la espiritualidad) Pero, no siendo este el caso hago este acercamiento desde una intuición suicida (lo sé) pero es que en un país como el nuestro, Colombia, que alberga en sí tantas culturas, creencias y saberes, que ha sido centro de tantas violencias, y que busca virar hacia la paz las culturas no solo como artesanías y las artes en un sentido no exclusivamente estético tienen mucho que decir. Sin duda, algo de esto intuye el gobierno actual cuando nombra el Ministerio de las artes, las culturas y los saberes.
Iván Duque, quien como una de sus banderas de campaña y gobierno popularizó la “Economía naranja”, también ayudó a poner las artes en la mesa del gobierno, evidenciando uno de los grandes problemas de las artes y las culturas al equipararlas con el entretenimiento. En un país con la diversidad y el talento que tiene Colombia, parece sencillo pensar en las artes, las culturas y los saberes como dividendos. Pero ese gobierno olvidó que este mismo país atraviesa un proceso de paz, y que las culturas, las artes y los saberes deben ser parte fundamental en el tejido de ese proceso como sistema restaurativo de la sociedad colombiana, el entretenimiento y sus dividendos son un pañito de agua tibia en una historia como la nuestra.
Así las cosas, hoy las artes, las culturas y los saberes deben ser puestos en las manos de la gente y no solo un manjar de artistas que se expone como hechos artísticos, espectáculos y entretenimiento. Estas artes, culturas y saberes deben ser lenguajes inmersivos para exorcizar lo que sobre la violencia no se puede decir, para sanar. Esto es visible en culturas como la argentina o la chilena, en donde, posterior a los fuertes procesos políticos (dictaduras) surgen con mucha fuerza las artes como terapia. No hay que olvidar que en Colombia el gobierno Uribe asesinó más gente que la dictadura de Pinochet en Chile (son datos y hay que darlos) con esto quiero resaltar que Colombia ha tenido ya una considerable dosis de violencia y que nos vendría bien buscar estrategias para pensar, sentir, vivir la paz. En este sentido también es interesante pensar el surgimiento de las vanguardias posterior a la primera guerra mundial.
Entonces las artes, las culturas y los saberes tendrían que integrarse a los colombianos no solo a manera de espectáculos, sino sobre todo como un lenguaje para restaurar los tejidos invisibles de una sociedad que ha estado en guerra por tantos, tantos, tantos años. No conozco otras formas de sanar: hay que sumergirse en las artes, las culturas y los saberes. Esta experiencia siempre será un abismo y en esto las culturas no occidentales tienen una veteranía profunda. Los hindúes, los orientales y por supuesto las culturas originarias de América entienden las artes como experiencias espirituales o las experiencias espirituales de estos se ven a los ojos del observador como arte, pero sobre todo son acciones que permean de experiencias transformadoras tanto a los observadores como a los participantes. Sin duda, aterrador para quienes crecimos bajo la cruz (y todo su lenguaje culposo) como destino espiritual, los mismos a quienes nos negaron la raíz cultural del territorio. Se trata entonces de encontrar un lenguaje que restaure, creo que el gobierno actual hace esfuerzos para trabajar en una perspectiva integral de estas áreas lo que me da mucha esperanza de lo contrario ¿ De qué va eso de las artes, las culturas y los saberes? Puro entretenimiento.
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