
Andrea Rincón Acevedo
Maestra, activista y bosera, de Bosa
•
Hace ya un par de años sentí cansancio y hartazgo, hasta de mi propia militancia política. Decidí ser profesora. Me aparté un poco de las campañas electorales cada vez más llenas de marketing y vacías de ideología. Me empecé a alejar también de esos escenarios de las vocerías, representatividades y delegaciones de los parches de izquierda, de esos pequeños feudos a veces tan llenos de sectarismo y egolatría.
Quise no participar de tanta competencia que nos hace soberbias y faranduleras a las personas que intentamos hacer vida política. También deje de preocuparme por las peleas que, en redes sociales, enfrentan a brillantes militantes, compañeros y compañeras de causa y, al mismo tiempo, adversarios que buscan demostrar quién está equivocado y quién está a prueba de errores.
Para poner a salvo mis convicciones y mi compromiso con la transformación de la sociedad, me interné en los salones de clase de un colegio público. Ahora dedico las mañanas a hablar con mis estudiantes sobre el origen del universo, ¡Sobre el origen del universo!… Sobre la evolución de la humanidad, sobre lo qué nos ha traído a este punto, a esta profunda crisis de civilización, de paradigmas, de referentes de futuro…
Y volví a sorprenderme, a hacerme preguntas profundas sobre la razón de nuestra existencia como humanidad. Ahora construyo dudas y respuestas con cientos de adolescentes que no tienen ni idea de la discusión entre los neofascismos, los posfascismos, el tecnofeudalismo, el fin de los progresismos…
En esta nueva cotidianidad me siguen vibrando las entrañas ante la injusticia y la miseria, esas realidades que se vuelven solo temas o datos en los debates, a salón cerrado, del progresismo y las izquierdas.
Todos los días batallo para no quebrarme ante los rostros de mis estudiantes que van al colegio sin comer, que no tienen ni un libro en su casa, que han sido abusadas y maltratadas. Que viven excluidas en una ciudad que nos desprecia.
Y me cachetean todos los días con sus preguntas: ¿Profe y usted por qué no tiene hijos? ¿Profe por qué no me gasta algo en la tienda? ¿Profe por qué los adultos nos gritan tanto? ¿Profe para qué me sirve aprender sobre Mesopotamia? Profe, profe, profe…
Dentro y fuera del colegio no renuncio a lo que siempre he hecho: organizarme con otras personas, armar parche para generar conciencia colectiva, denunciar, movilizarnos, construir nuevas condiciones para las luchas que hoy y mañana nos necesitan más capaces y fuertes.
Me dedico a las cosas simples, cotidianas y necesarias. Las que se dejan de hacer en las burocracias progresistas y de izquierda, cuando preferimos dedicarnos a las discusiones grandilocuentes y estrategistas, o al activismo digital.
A veces me parece tan simple y tan poco.
Entonces vuelvo a ver cómo se agudiza la crisis del campo social y popular, cómo las mentes otrora más brillantes y capaces de la izquierda renuncian a luchar, cómo casi toda una generación se acomoda en los nuevos estilos de vida que les permiten sus temporales cargos públicos, cómo desde las redes sociales se profetiza sobre el fin de la lucha de clases abrazando el reformismo y recuerdo lo que he aprendido: lo más importante es generar conciencia de la realidad y ayudar a organizar a la gente para transformar esa realidad. Organizarnos y seguir luchando, así a veces parezca tan simple y tan poco.
Deja una respuesta