José Aristizábal García
Investigador, educador y escritor
•
En el municipio de Silvania, Cundinamarca, en la vereda Victoria Alta, existe la Red Kunagua, una red comunitaria conformada por unas treinta familias unidas que se han ubicado allí como pequeñas reservas naturales con la visión de preservar el bosque húmedo y el agua que bajan y hacen parte de la montaña del Suma-paz. Esta red convoca y realiza diversas actividades en torno a la regeneración de los suelos, la convivencia con la naturaleza, el arte, la cultura y la pedagogía. Una de estas actividades ha sido el primer FESTIVALITO DE LAS LETRAS que se organizó allí entre el 19 y el 26 de mayo.
Según sus convocantes, se trataba de un encuentro diseñado para “promover la lectura y la escritura entre los habitantes de todas las edades de la vereda Victoria Alta, a través de la realización de varias actividades pedagógicas, dirigidas por invitados locales y externos con trayectoria en el campo de las letras.” Pero, además de leer libros y cuentos infantiles, también se hicieron otras lecturas.
La lectura del bosque. Caminando, mirando, tocando, oliendo, oyendo y sintiendo por entre el bosque, pudimos leer algo de lo que él nos dice. El ejemplo y la vitalidad de su suelo repleto de microorganismos, hongos, insectos, los rizomas y el micelio; estos últimos son unas redes laberínticas de filamentos que interconectan la vida de todos los sujetos del mundo vegetal, algo así como su letra menuda. La infinita diversidad de organismos que él alberga y alimenta dentro de sus distintos estratos, desde el sotobosque hasta el dosel. Su sorprendente capacidad de regeneración, pues pudimos observar, al lado de bosques antiguos, otros hermosos, jóvenes, en crecimiento, donde, según quienes los adquirieron y sus vecinos, hace 15 años sólo había potreros. Leer cómo sus hojas transforman el CO2 en oxígeno, hacen la fotosíntesis, producen el vapor y la niebla, y su conversión en agua que fluye por sus manantiales, quebradas y cascadas.
Al terminar esta lectura, alguien expresó que el bosque es una gran biblioteca, otro dijo que leer la profunda relacionalidad que lo habita es una muestra para visualizar cómo todo en el universo está interconectado, que nada está separado y vivimos en una trama que es un continuum de materia, vida y espíritu.
Comprensión de lectura. En dos sesiones, los niños que están entre los 5 y 9 años leyeron una versión infantil de Don Quijote de la Mancha, deletrearon cuatro de sus aventuras más famosas, como la de los molinos de viento, conversaron sobre sus personajes y sus significados, leyeron lo loco-inteligente que era su protagonista principal, lo listo que era Sancho Panza y expresaron en dibujos y pinturas eso que ojearon.
Lectura de la comunidad. Leyendo su propia experiencia de la red Kunagua y de la ecoaldea Waia Sié, que se encuentra dentro de ella, hicimos una charla-taller para comprender cómo lo que realmente conforma una comunidad son los haceres comunes, los que nos permiten conocernos, interrelacionarnos, tratarnos como sujetos y vivir con las demás personas la emoción de amarlas, amarnos a nosotros mismos y amar a la naturaleza. Cómo el trabajar y gozar juntos construyen la autonomía individual y colectiva a la manera de un poder repartido y democrático. Su unidad en la diversidad y la importancia, las historias y las peleas de la comunidad frente al Estado y el Mercado.
La lectura de los cuerpos. En dos sesiones distintas, una del laboratorio de danza Leyendo el cuerpo y en otra de danza contacto, los cuerpos de cada uno de los danzantes, echados en el suelo, se mueven suave y rítmicamente, se acercan a una pareja, modulan y ondulan sus complexiones. Con una música lenta de fondo y sin interrupciones, acompasan sus gestos, flexiones, estiramientos, contorsiones y demás movimientos de una manera improvisada. Torsos y extremidades se rozan, van pasando hacia otra pareja y, como un imán, descifran lo que la corporeidad de esa otra le quiere decir. Nada programado, nada mecánico, nada aprendido, todo espontaneidad, dejarse llevar por lo que cada una de sus contexturas invita o sugiere.
Así fluye una cadencia en la que ni uno sólo de los movimientos se repite y el suave contacto de las curvas y los roces van invitando a la aproximación escenificando la sensualidad que bulle en los cuerpos.
La lectura de los libros. Se presentaron tres libros y se conversó acerca de ellos: Por un buen vivir, de Erwin Fabián García y Sofía Molina; Amor, poder, comunidad, de José Aristizábal; y el libro-juego ¿Qué le pasa a la Montaña?, de Camilo Rodríguez y Karen Micán. También se leyeron poesías en un recital de poetas jóvenes sobre la Madre Tierra y el amor. Igual se leyeron cuentos escritos por las chicas y chicos adolescentes de la Red en los que lució su creatividad; se presentó la propuesta de una red de varias bibliotecas dentro de la red Kunagua y hubo trueque de libros.
Letras, músicas, pedagogías, ecologías y culturas populares, leídas y escuchadas para la regeneración del espíritu, del cuidado del agua y de los suelos y la transformación social.
Finalmente, la fiesta de tambores, música, bailes y karaoke. Y para completar, ¡en la olla comunitaria se cocinó una rica sopa de letras! En el marco crispado de la destrucción de la naturaleza y la violencia entre los humanos que vivimos en el mundo y en nuestro país, este evento es una pequeña muestra de cómo sí son posibles otras formas de vida, de relacionarnos en la convivencia, de preparar a los niños y a los jóvenes y celebrar la alegría de la vida. Que el espíritu del Carnavalito de las Letras se re-lea y re-edite en otros próximos, aún más amplios y con mayor resonancia.
Deja una respuesta