Crédito Imagen: Archivo
Francisco Cepeda López
Profesor y Músico
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Cabo E, eh, Cabo E, Cabo E, Cayo así le O …,
la reina del guaguancó, que Yna le llaman Ma’ Changó;
Ay que la llaman la reina del guaguancó
Pum catapum y viva Changó… [1]
- ¡Eh!, ¿Qué es esa vaina? A ti, ¿por qué te gusta eso?
- En mi parecer, no hay respuesta.
Lo que YO creo y afirmo SER pudiera definirse, según Jerome Brunner, como que “cada fragmento de mí me compone, pero no me define”. Y, dicho lo que no soy, pugnaré por definir lo que procuro sea reconocido en mí como aquello que pueda denominarse MI identidad de estos tiempos. A las cosas y a las circunstancias se llega, bien por temor, bien por gusto. El temor tiene explicación, pero ¿y el gusto? Nadie me lo ha explicado.
En mi contribución anterior les compartía “EL SON DEL PUEBLO: CUANDO LA CANCIÓN FUE RESISTENCIA”. Ha sido la aproximación personal y la de mi generación a algo que nos envolvió sutilmente; un ambiente distinto de bucólicos bambucos y pasillos (amores que se fueron, amores peregrinos…) o chabacanerías musicales de todo orden.
Primero se nos aparece la “nueva ola”, el twist y la forma de contonearse al bailarlo y los sweteres de rombos y los zapatos “coca-colos”. Era mucho para nuestros padres y abuelos. Ni que decir de la minifalda; ¡fue la tapa de la botella!
Aunque nada directamente y todo tardíamente, estos vientos nos acariciaban por la ruta mejicana o por la vía argentina, en películas vistas en función “matinal” del domingo (que nos permitían si nos habíamos “portado bien”), solo teníamos 14 o 15 años, la edad de las mayores incertidumbres y los más grandes anhelos:
“Quiero zambullirme entre la yerba,
Quiero confundirme con la luz del sol;
Quiero sonreírme con mis 32 dientes,
Quiero ser hermana de la creación [2]
Quiero ser una montaña,
Para estar cerca del sol”
Somos “chicos de la radio”, apenas están al alcance los radios de transistores, si nos los prestaban los papás o teníamos con qué comprarlos. Había que detenerse cuando sonaba:
“Por la tarde va la negra, va la negra Soledad;
Con batea en la cabeza, va vendiendo rica fruta
Con su dulce de alegría, va vendiendo rico bollo,
Pregonando, pregonando: “ALEGRIA,
Alegría con coco y anís;
Aguacate, aguacate, los mamones…,
Bollo limpio, bollo e’ yuca y de mazorca… [3]
Llama, llama, llama esa tonada y otras más de este dueto y otros “mechudos” de la época. Baladas rítmicas, piano forte y sonido de cobres, bajo eléctrico retumbante, batería de tambores, voces frescas, lenguaje caribe. No sabemos por qué, pero sí sabemos que nos gusta; nos gusta la manera de decir, nos gusta lo que dicen las canciones y como lo dicen. Y, allí, detrás, alcanza a sentirse algo distinto, rumor de olas añoranza por el mar hasta ahora desconocido.
Las artes como la música, la poesía, la escultura, la pintura y la danza, entre otras, son expresiones de la cultura de un pueblo y se han constituido en la forma como el artista comunica sus ideas y sentimientos con palabras, formas, colores o sonidos. El artista concibe y produce lo bello a partir de los elementos naturales que tiene a su alcance y que ha adquirido de la observación y estudio. Las artes son el medio por el cual el individuo se relaciona con el mundo; también son entendidas como una actividad o producto con una finalidad estética y comunicativa implícita que les permite a los humanos expresar ideas, emociones o visiones del mundo, haciendo uso de recursos plásticos, lingüísticos, sonoros o mixtos. [4]
En Bogotá, un piedecuestano diez años mayor que yo, pone a circular una canción que nos gustó por el tono coloquial, hasta parroquial, propio de una corriente en ascenso llamada “nadaísmo” que se proponía desafiar los esquemas de la Academia de la Lengua, la literatura y la moral tradicional.
Pues Gonzalo Navas Cadena, quien adoptó la “chapa” de “Pablus Gallinazus” buscaba halarnos al mundo del absurdo con una canción que tituló “Una flor para mascar” donde no solo hace la diferencia en loa forma de narrar sino que lo narrado invita a la reflexión y nos incita a la acción:
“El reloj se ha dañado, pero el hambre despierta,
Son las seis y en la puerta oigo un hombre gritar:
Vendo leche sin agua, vendo miel, vendo pan,
Y dinero, no hay
Por eso salgo siempre a caminar,
En busca de una flor para mascar,
Pensando que, a la vuelta de la tarde,
El trabajo con que sueño ya es verdad”
Y recorro el camino, reconozco al mendigo,
Siento que vive en mí, como el sol sobre el trigo,
El sencillo estribillo que una vez le aprendí:
‘Y yo camino y no termino,
Y yo camino y no termino;
seré yo así pues el camino no tiene fin’…”
Entrabamos en lo que después sería el centro del discurso de Jacques Derrida: “la difference” . [5]
Y volvemos a la rareza de los sonidos y del discurso. En una década cambia el escenario, el panorama, los usos, los actores. Las inquietudes y los conflictos son de otra naturaleza; un mundo cada vez más urbano y demandante. New York se convierte en la metrópoli del mundo. Desde allí, pasando por Miami y viniendo de La Habana y viceversa el mambo y la rumba penetran la aridez de los “cucasian” norteamericanos, llegando hasta círculos intelec-tuales que desde los 30s y 40s e dejaban tentar por el jazz, el blues y el mambo, por esas hibridaciones provenientes de diversos mestizajes.
“Mambo” es un ritual musical y danza oriundo de Cuba. La palabra “mambo” es un afronegrismo, de manera similar a otros términos musicales afroamericanos como conga, milonga, bomba, tumba, samba, bamba, bambulá, tambor, tango, cumbé, cumbia y candombe, que denotan un origen africano, y particularmente congolés. El mambo surgió en Cuba en la década de los 30 del siglo XX como una fusión del danzón clásico, los ritmos africanos y el swing norteamericano. El resultado es una música delirante y sensual capaz de hacer bailar a hombres y mujeres.
Cuando se habla de rumba-samba-mambo, se termina definiendo un estilo de danza latino, oriundo de Cuba, que surgió por las mezclas ocurrieron en la conjunción tanto de ritmos afrocubanos como aires latinoamericanos, que venía sonando desde la década de los 40s.
Por estos lados sonaban de lejos unos ecos de algo que apenas nos llegaba: el “festival de música y arte” de Woodstock (1969) en los Estados Unidos, que ha sido reconocido como momento fundamental en la historia de la música popular, así como un evento decisivo para la generación de la contracultura. Merece dedicarle comentarios prolongados y abundantes pero esa no es la intención de este momento.
Después me he enterado de que las bandas que no participaron de Woodstock son las que yo preferí y sigo prefiriendo; Iron Butterfly, Jethro Tull, Bob Dylan, Led Zeppelin y The Doors; quienes sí asistieron fueron Carlos Santana (que para mí) es el puente entre el rock y el jazz latino y la SALSA. Sin alteraciones, “Samba pa’ Ti”, “Black magic woman” y “Oye como va” nos lleva en un muelle coche desde los sonidos hard y soft del rock hasta las durezas jazzísticas latinas de Machito, Tito Rodríguez, Tito Puente y los hermanos Palmieri con sus “big band” del mambo y la rumba.
Apenas un año después de Woodstock (1970), el pianista boricua Ricardo Maldonado y el cantante Roberto Cruz [6] nos llamaban diciendo:
“¡Ay!, qué dilema tan grande,
Este problema que tengo,
Si no llevo la contraria no puedo vivir contento.
Hay quien se conforma al ver,
Cómo la vida le pasa,
Sin tratar de corregir, ni al mundo cambiarle en nada,
Mas yo buscaré la forma, de ser siempre diferente,
Pa que no diga la gente, que Ricardo se copió
Ahora voy a buscar, a ver si a mejor la encuentro,
De poder entrar pa’ fuera y poder salir pa’ dentro;”
Pa’ que la gente no diga que sueno como Pacheco,…
como Tito Puente, … como Joe Cuba,…
Yo quiero que todos sepan
Que quien les toca es Ricardo.
¡Hay que buscar la forma de ser siempre diferente!
Boricuas, cubanos, dominicanos, venezolanos, colombianos, hasta peruanos, han recalado en la ciudad de ciudades; se ubican por los condados de “los yores”, viviendo y gozando evocaciones de sus territorios de origen, la gastronomía y la música latina son su estandarte. Y, “la SALSA se viste de frac”.
Ya habrá ocasión para conversar sobre los detalles de este proceso. Por lo pronto diremos que desde Bogotá pasamos de cantar cuecas, chacareras, adelitas, bambucos, baladas, … a “montar” canciones de protesta y resistencia a golpe de son, de guaracha, de guaguancó, de plena, de tamborito, de bolero; nos apropiamos del sonido Caribe. Son Latino, Policarpo y La Mona, Son del Pueblo, resistimos en tempo sincopado. Sabemos poco pero intentamos hacerlo bien y la cosa empieza a gustar; “Hasta siempre Comandante”, la canción de Carlos puebla en memoria de Ernesto “Che” Guevara es un emblema y El Son del Pueblo la canta y estrena una canción-homenaje a Camilo Torres Restrepo.
Cantamos en los parques, en los colegios, en las universidades, en las carpas de huelga, en los comedores de obreros, en alguna fonda caminera, en los mítines políticos. Los temas son estampas de barrio, de fábrica, de lucha campesina de reclamos patrióticos; los anhelos puertorriqueños se hacen nuestros con las canciones de Davilita y Daniel Santos reclamando Liberación:[7]
Si yo pudiera tener un himno y una bandera,
Una impasable frontera y un ejército bravío
Enseñaría a los míos a decir: “esta es mi tierra”
Y, de ese mismo tenor, le escuchamos cantar:
“Yo siempre he dicho, señores, que yo no tengo bandera,
porque la que me han legado es juguete de cualquiera
de aquel que ya la ha entregado,
de aquel que la entregaría,
de aquel que la ha presentado
con la de la tiranía.
Yo quisiera una bandera plena de soberanía
Que no la use cualquiera en su politiquería
Que, libre y sin compañera,
Flotara en la patria mía” …
No ruegues más Borinquen con palabras,
No ruegues más tu ansiada libertad,
Levanta y glorifica tu bandera
Que el mundo está cansado de esperar…
… , El pueblo de Puerto Rico se ha convencido
Que lo que necesita es la liberación.
Porque la condición de Puerto Rico no tiene paralelo: “Estado libre asociado”, más bien se dijera que es un estado anexado. El gobernador rinde cuentas al gobierno de los Estados Unidos pero no elige gobierno norteamericano; debe izar su bandera, la de la estrella solitaria, junto a la de las barras y las estrellas de la Unión y una parte de su población vive en territorio estadounidense.
Es algo realmente extraño considerando la racionalidad occidental dominante. La situación de colonialismo no dista mucho de los demás países al sur del rio bravo. La “Gran Patria” nos llama. Eduardo Galeano nos regaló “Las venas abiertas de América Latina” y el desfile de escritores que le preceden y le siguen, hasta hoy cuando miramos al mundo “desde el SUR”.
En 1960 grabó en compañía de Mike Hernández un disco con canciones que reflejaban su postura frente a la situación de Puerto Rico. Los temas, todos de su autoría, tienen los siguientes títulos: La masacre de Ponce, Yo quisiera una bandera, Ayúdame paisano, Himno y bandera, Pobre jibarito, Viva mi bandera, Liberación, Esto es mío, De Diego, Betances y Don Pedro, Gloria incompleta, Un paso adelante y El grito de Lares.Además de crear canciones, Daniel Santos también fue autor de varios manifiestos políticos que alimentaron el ideario de un grupo clandestino fundado por él en 1972 con el nombre de “Patriotas Puertorriqueños”. Estos documentos, descubiertos recientemente, ponen de manifiesto que Daniel Santos fue, además de artista, un individuo con ideales políticos nacionalistas que lo acompañaron hasta sus últimos días, y que en no pocas ocasiones le acarreó problemas con el FBI, el Departamento de Estado de Estados Unidos y con el Cuerpo de Investigaciones Criminales (CIC) de Puerto Rico. [8]
Entonces y ahora sentimos nuestro ese espíritu de rebeldía y rechazo; sin pedir permiso nos apropiamos las canciones que sentíamos propias; se nos anticipaba una decisión ética de “nostridad”.
En los tiempos de mayor actividad del “Son del Pueblo” recibimos la crítica -a veces ácida- que bordeaba el denuesto y, como quedó registrado en el artículo anterior, voces de aliento que llegan hasta hoy. El motivo de las acotaciones era muy precario: “el mensaje se va a los pies y a la cadera”, según lo cual habría que entonar cantos gregorianos para que llegaran a la cabeza; cada uno hacía cuanto estaba a su alcance para que lo dicho “tocara” al público al que se pretendía llegar. En otro encuentro relataremos lo que ocurría entonces y evocaremos la intensidad de las diferencias, aunque todos buscáramos el mismo destino.
Cesar Mora, integrante del grupo y uno de sus cantantes, resultó ser un compositor prolífico y, sobre todo, rápido, porque era necesario aprovechar coyunturas para narrar lo que de ellas resultaba para poner en el mantel las contradicciones y conflictos que observábamos. Una de sus canciones decía:
“¿Cómo está, vecina?, Hoy estamos a treinta
Y vengo a pagarle el mes que usted me ha fiado
Y, como el pasado, yo quiero agradecerle
Y, al tiempo, pedirle que vuelva a apuntar” [9]…
Lo que he notado es que la cuenta ha subido
Y, así ha pasado por dos meses seguidos
Y, uno que trabaja, trabajo noche y día,
No alcanza el salario que es una porquería.
La canción fue bien recibida y, con otras propias del grupo y otras ajenas con “arreglos personales”, fue “todo un éxito” según la respuesta de aceptación recibida por donde quiera que estuviéramos en la tarima. Una “vuelta al parque” realizada en 1975 nos llevó por lugares no esperados antes: Quindío, Risaralda y Caldas para bajar a La Dorada y, siguiendo la ruta del rio Magdalena hacia el norte, llegar a la Barrancabermeja del proletariado del petróleo y enrutarnos hacia Bucaramanga, Pamplona y Cúcuta.
Hasta ahí la aventura era descomunal, pero había que seguir. Transitar el Catatumbo para salir a Aguachica y seguir las carreteras y la vía del ferrocarril hacia Barranquilla. allí fue la prueba de fuego para “cachacos tocando salsa” y, para completar, en el bravísimo barrio “el Bosque”. Al terminar la función supimos que tono, timbre, tempo, estilo y mensaje estaban en la línea de lo esperado.
Anécdotas y aprendizajes de lo vivido hasta este momento de la gira, y el resto del periplo planeado, será asunto de nuestro próximo encuentro.
[1] Cabo E, canción de Richie Ray y Bobby Cruz en el Volumen II, 1969 [2] Elia y Elizabeth; “mis treinta y dos dientes”. [3] Elia y Elizabeth; “ALEGRIA” [4] Miryam Ibeth Robayo Pedraza. “El imaginario social y político presente en la canción social o protesta en Colombia durante el periodo comprendido de 1960 – 1970”. ibeth_21mirp@ yahoo.com Tesis de maestría en Investigación Social Interdisciplinaria de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. https://revistas.udistrital.edu.co/ . [5] También este era un desconocido para nosotros. [6] También este era un desconocido para nosotros. [7] El álbum LIBERACION, poco se ha conocido y casi no se consigue. [8] José Abelardo Díaz Jaramillo. Daniel Santos: cantos de libertad para Puerto Rico.
[9] Canción “La vecina”, compuesta por Cesar Mora (cantante) y arreglos de Gustavo Martínez (director musical) del Son del Pueblo.
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