Crédito Imagen: Archivo
Investigador, educador y escritor
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El 15 de marzo, en Cali, el presidente Petro invitó al pueblo a una asamblea nacional constituyente. Tres días después, en una entrevista en el diario El Tiempo, precisó su propuesta:
[u]n proceso constituyente no es cambiar la Constitución del 91. Un proceso constituyente puede reformar la Constitución o puede agregar los aspectos que la Constitución en su momento no pudo ver por la época en que se hizo (…) Propongo seis temas de diálogo que requieren atención urgente (…) Todos estos objetivos pueden alcanzarse dentro de nuestro marco constitucional utilizando los mecanismos de participación ciudadana existentes”.
Fuente: EL TIEMPO
La propuesta es, realmente, promover “un proceso constituyente” que desarrolle y reforme la actual Carta Magna y la haga cumplir. Para ello, sugiere acudir a mecanismos como el cabildo abierto.
Al presidente y a quienes defienden su iniciativa, no les faltan razones. Entre ellas: buena parte de la actual Constitución ni se ha desarrollado, ni se ha cumplido, como tampoco, el Acuerdo final de paz con las FARC; las mafias de las economías ilegales, los monopolios financieros y la extrema derecha han impulsado estrategias de golpe blando y amenazado con un golpe militar y estos sectores han dado una respuesta negativa a un acuerdo nacional.
Sin embargo, no hay, por ahora, vientos favorables para desplegar unas fuerzas constituyentes que puedan imponer y hagan cumplir una reforma constitucional del tipo que se propone. En seguida, exponemos cuatro argumentos para hacer esta afirmación.
1. El presidente Gustavo Petro ha invitado, desde el principio de su gobierno, a organizar “asambleas populares” para profundizar la democracia participativa; igual, al campesinado, a que “se levante” y sea protagonista de la reforma agraria. En la clausura de la Minga política y cultural del 12 de octubre de 2022, celebró que el movimiento indígena fuera parte del Gobierno. Más recientemente, en la misma ocasión en la que propuso la asamblea constituyente, convocó al pueblo para que se movilice a “constituir el poder popular” y “comités municipales de coordinadoras de fuerzas populares” (véase su discurso del 15 de marzo de 2024).
Aquí hay dos problemas. El uno, que un proceso constituyente requiere de un ascenso significativo de la conciencia y de la movilización en las comunidades y en los movimientos sociales; y el otro, que estos se autoorganizan y se autoconvocan es desde abajo y según sus propias dinámicas. De allí que no basten el liderazgo, ni las convocatorias del presidente (los que se convocan desde arriba son los partidos políticos y estos están fragmentados, en crisis y sólo se conectan con la población en las coyunturas electorales). En otras palabras, no parece que la gente, los sujetos de la transformación social de hoy, estén en el punto de erigirse en un poder destituyente y constituyente al mismo tiempo.
2. Varios de los partidos de la coalición del Pacto Histórico, además de estar divididos en diversas corrientes, andan concentrados, ahora, en la búsqueda de puestos en el Gobierno y en posicionar a sus candidatos para las próximas elecciones. Y las ONG progresistas o cercanas al Gobierno, junto a las asociaciones populares a las que influyen, continúan centrando sus discursos y actividades en la llamada “incidencia política”. ¿No es evidente que hay un gran desfase entre las invitaciones hechas desde el poder ejecutivo a ser Gobierno (a ser poder popular) y las de esos sectores a simplemente “incidir”? El presidente es el mejor líder político que podemos tener hoy, pero, está muy solo, no tiene equipo, ni unos cuadros apropiados para impulsar un recorrido como el que propone.
3. En vastas regiones como el Catatumbo, la Amazonía/Orinoquía, el litoral Pacífico no hay Estado. Puede que haya una presencia temporal o permanente de algunos destacamentos de las Fuerzas Armadas o la Policía, pero, no hay una construcción de Estado-nación. Son territorios y poblaciones en eterna exclusión, lo que ha favorecido el desarrollo de las economías ilegales y de la violencia que las acompaña y donde las normas que rigen son dictadas por grupos que están al margen de la ley. El incumplimiento de los acuerdos de paz ha impedido superar esa exclusión. Mientras se mantenga esa situación, no hay cómo hacer un proceso constituyente y, menos, aplicar una constitución.
4. El que manda hoy en el sistema-mundo es el capital financiero internacional. Lo hace mediante sus propias instituciones (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, Organización Mundial del Comercio), sus tratados de libre comercio y sus tribunales. Ante ellos, el Estado-nación ya no es autónomo, ni soberano. Esto puede valorarse así al tomar en consideración lo que implican las globalizaciones de las finanzas, de la guerra y del crimen transnacional.
Al perder los Estados el manejo de su macroeconomía, cedida a esas instituciones, y al privatizarse la inversión pública, no están en capacidad de redistribuir los ingresos para satisfacer las demandas colectivas de bienestar y justicia social. Y al perder, también, el monopolio de la violencia y de la seguridad, no puede ser el garante de la vida y la protección de sus ciudadanos.
En esa pelea entre el Estado y el mercado, los países dependientes han sido obligados a someterse a los grandes monopolios financieros, a su Ley Mercatoria. Las instituciones internacionales, los tratados de libre comercio y militares, varios tribunales están por encima de la Constitución Nacional. Nuestros estados no son soberanos.
Pero, además de los anteriores factores, también debemos tener en cuenta que la actual constitución ha sufrido varias contrarreformas; que el poder legislativo, por lo general, no cumple con los mandatos del poder constituyente y que, ante distintos problemas de incumplimiento de sus obligaciones constitucionales por parte de las autoridades, la Corte Constitucional ha declarado que existe “un estado de cosas inconstitucional”.
Teniendo en cuenta lo anterior, lo necesario y urgente, en materia de constitución nacional, sería un ejercicio del constituyente primario que aprobara un solo artículo:
Artículo único. El pueblo, en ejercicio de su soberanía, ordena que se cumpla la Constitución de 1991.
Parágrafo. Cúmplase el artículo 22 de esta Constitución que dice: “La paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento”. Y para tal efecto, cúmplanse todos los acuerdos de paz que se han firmado y se firmen en el futuro entre el gobierno y los alzados en armas.
Si la casa está teniendo problemas para sostenerse y los vientos que la circundan y la azotan no permiten mejorarla, la solución no es pintarla con colores más bonitos, sino reforzar las vigas que le permitan mantenerse en pie.
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