
Hingrid Camila Pérez Bermúdez
Investigación socio-jurídica
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Desde hace más de 580 años el pueblo Africano fue sometido a una eliminación progresiva y deliberada de su autodeterminación y autorreconocimiento. La esclavitud transatlántica como resultado de la diáspora africana, borró historias y amoríos, fracturó culturas, silenció los cuerpos, desmembró recuerdos y cosificó la vida. A ellas y ellos les arrancaron su alma en vida vendiéndola al “mejor postor”, para ser usados como mercancías y marcados con hierro caliente como objetos.
Esto significa que, alrededor de 20 generaciones de afrodescendientes atravesaron diferentes momentos históricos: secuestro, comercialización de sus cuerpos, la esclavitud transatlántica, rebeliones, aboliciones aparentes de la esclavitud, luchas por igualdad de derechos y reconocimiento de una justicia racial. En resumen, han transcurrido casi 6 siglos en donde el pueblo Afro ha heredado tanto las heridas profundas del pasado doloroso y marginal, como la fortaleza para intentar levantar sus voces y ser visibles ante la invisibilidad hegemónica del racismo.
Recitaba entre versos la escritora Teresa Martínez de Varela,
Yo también cambio mi vida, hundida en tinieblas
por la luz de una estrella que cruza el vacío,
por una caricia que enjuague mi llanto,
por una receta que calme mi hastío.
La cambio y la rifo por el canto de un ave,
por marcial sinfonía de las épicas dianas,
por el vuelo de un cóndor el vaivén de una nave,
por la tierna mirada del ser que se ama.
Yo también cambio, afirma la poeta, la vida en tinieblas, por la mirada, la caricia, la esperanza, por el AMOR. En este tono poético, entre luchas y resistencias, el anhelo de transformación y reconocimiento trasciende las letras, los alabaos y el baile; hasta simbolizar el pasado del pueblo Africano hundido en el llanto con la ilusión renaciente del rescate identitario, la construcción de memoria y la lucha por la dignidad de sus cuerpos. En perspectiva teórica, por una efectiva justicia racial.
Una justicia racial tejida desde las voces de la pluralidad, desde el perdón y la sanación espiritual, como elementos dialógicos que fortalecen los pueblos y fracturan el individualismo. Un nombramiento de la raza, como elemento distintivo -pero no para discriminar- sino para reconocer la diferencia, la interculturalidad de saberes, los lenguajes y la diversidad que hacen parte del proceso histórico que conduce hacia el camino de la justicia.
Justicias, en plural, contadas no desde el mero parafraseo de discursos políticamente correctos, sino a partir de la pervivencia de las culturas y el empoderamiento de los territorios étnicos, con el objetivo de repararnos y reconciliarnos desde la dignidad e igualdad de derechos.
De esta manera, la justicia racial irá abonando el camino para consolidar procesos de revisionismo histórico e investigativos, ante la falta de narrativas contadas desde las voces africanas sobre lo sucedido desde el siglo XV. Promoverá una participación consciente y activa de los pueblos étnicos en diferentes escenarios políticos y sociales. Empoderará sus voces, para avanzar hacia las prácticas etno-educativas y perseguirá al racismo hasta constituir un acceso equitativo y oportuno en todas las instancias que permitan una vida cada vez más digna de ser vivida. Una justicia construida desde abajo, los laterales y arriba, para que en la pluralidad de saberes y diferencias, se construyan disensos y consensos decoloniales.
Guiados por unas justicias plurales, que, desde la raíz, nombre las diferentes formas del ser.
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