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Según parece, había una relación estrecha entre la disciplina y sus orejas. Alguna vez, por inquieto, el peluquero estuvo a punto de dejarlo gocho…
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El encanto de mi primera escuela fue efímero. Demasiado pronto terminaron los ventarrones de mis sueños y las sesiones con la hermana Teresa tras el tablero…
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Se llamaba Marieta Donoso. Llegó cualquier día, entró en su vida y desapareció luego, dejándole sólo su olor. Marieta tenía la piel trigueña, los pómulos…
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A los cinco años empecé a estudiar. Las hermanas del hospital, bajo la tutela del párroco, organizaron un colegio que ellas dirigían. Como era de esperarse…
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La decepción de mi papá y mi mamá cuando me vieron a plena luz fue espantosa. Si bien yo traía todo en orden, tenía mi colgandejo y no era la Carmen…