Palabras pronunciadas el 28 de julio de 2025 por la Jueza 44 del Circuito de Bogotá, Sandra Liliana Heredia, al iniciar la lectura del sentido de la sentencia en el caso que se sigue contra el ex presidente Álvaro Uribe Vélez.
“La espera ha finalizado. Temis, la diosa de la justicia, permanece con los ojos vendados, no porque ignore, sino porque no prejuzga. Sostiene la balanza con las manos firmes, no para pesar opiniones, sino verdades. Porta la espada, no para castigar con furia, sino para proteger con decisión lo que es justo, lo que es recto y lo que es necesario. Hoy, como es de público conocimiento, tras 475 días de una maratónica lucha contra el reloj, este despacho se dispone a dar paso a uno de los momentos más significativos de su historia judicial reciente.
Está por conocerse el sentido del fallo en el proceso penal que se sigue contra el ciudadano Álvaro Uribe Vélez por los delitos de soborno en actuación penal, fraude procesal y soborno. Sabemos que los ojos del país y de muchas partes del mundo están puestos sobre esta sala. Sabemos que este juicio ha despertado pasiones, dividido opiniones y movilizado emociones. Pero también sabemos algo más importante: el derecho no puede temblar frente al ruido y la justicia no se arrodilla ante el poder. La justicia, como Temis, no ve nombres, ni cargos, ni estaturas, porque su mirada está enfocada exclusivamente en la verdad jurídica y en el deber ético de resolver conforme a la ley y la conciencia.
La administración de justicia, como bien jurídico supremo, no está al servicio de la política, ni de la prensa, ni de la historia. Está al servicio del pueblo colombiano, que merece y exige una justicia imparcial, transparente, libre de prejuicios, firme frente a la presión y diligente. Cualidades que suponen implícitas a la ética que todo proceso de justicia y funcionario de servicio debe tener, sin que debiera ser objeto de suspicacias irresponsables y malintencionadas de quienes pretenden cuestionarlas.
Y ese día, en esta sala, queremos decirle a Colombia que la justicia ha llegado. Ha llegado como debe ser, serena, reflexiva, sin manipulaciones, sin arrebatos, pero también sin dilaciones, con la responsabilidad que debe caracterizar naturalmente al sistema al que le ha sido asignada la noble misión de administrarla. Ha llegado después de un proceso garantista, profundamente respetuoso del debido proceso y de la presunción de inocencia. Ha llegado pese a las tormentas de la opinión pública, pese a los intentos de deslegitimación, pese a los ataques que ha recibido esta judicatura, en su vano intento por enlodarla.
Este juicio vale decirlo sin rodeos, no es un juicio contra la historia política de Colombia. No es una revancha. No es una conspiración, no es un acto de oposición, ni de política. Es un acto de justicia y solo de justicia. Hoy también es necesario recordar algo que la historia no debe pasar por alto: la conducción de este proceso ha estado a cargo de mujeres que, desde sus roles en cada una de las etapas del proceso, ha enfrentado con valentía, incluso ataques machistas y cuestionamientos que no se habrían formulado, quizá, si quien decidiera fuera un hombre, evidenciando con cada acción que la toga no tiene género, pero sí carácter. Y que cuando una mujer administra justicia, lo hace con el mismo rigor o incluso más que cualquier otro funcionario judicial y que el sentido de responsabilidad se trae siempre al estrado.
Este es un momento para reafirmar el trabajo silencioso de cientos de juezas, fiscales, defensoras, magistradas y funcionarias que, desde sus despachos todos los días, sostienen en alto el nombre de la justicia colombiana.
Hoy, este estrado no decide sobre un nombre. Decide sobre unos hechos y esa distinción es vital. El sentido del fallo que se dará a conocer no tiene orientación política o está atravesado por simpatías o antipatías. Aquí no hay lugar para la sospecha o el cálculo electoral o las lecturas interesadas. Lo que este despacho ha hecho desde el inicio es cumplir su obligación constitucional y legal de resolver lo que el derecho permite resolver. Ni más ni menos. La separación entre justicia y política es un principio esencial del Estado de derecho y este juzgado lo defiende con la misma convicción con la que defiende los derechos fundamentales, la dignidad del procesado y la autonomía judicial.
El fallo que se emite hoy no será una victoria de nadie, ni la derrota de otro. Será, como debe ser, una respuesta del Estado a través de su justicia a una controversia procesal que ha llegado a su culminación tras un largo y riguroso camino probatorio. Por eso pedimos respeto. Pedimos sensatez y pedimos, ante todo, que este momento sea entendido con la altura y la madurez que merece. A quienes han depositado su confianza en esta judicatura, les agradecemos. A quienes han dudado de ella, los invitamos a escuchar con atención. A los medios de comunicación les solicitamos que informen con responsabilidad. Y los ciudadanos, que entiendan que el valor de un Estado no está solo en las decisiones que toma, sino en la forma en que esas decisiones se construyen, se sustentan y se defienden.
Y a usted, ciudadano Álvaro Uribe Vélez, como parte, le reconocemos su presencia, su disposición procesal y el respeto a ese juicio porque, a pesar de los honorables cargos que ha ocupado, y de estar hoy sentado en la silla más difícil en este proceso, en calidad de procesado, lo ha hecho siempre con la mayor gallardía y cordialidad, de la mano de su esposa que devotamente ha estado a su lado a lo largo de este juicio acompañándolo. Le recordamos que este despacho, como lo ha hecho desde el primer día, fallará en derecho, con justicia, sin pasión, sin rencor y sin temor. Hoy más que nunca se honra ese principio de que todos somos iguales ante la ley y que el poder judicial existe para recordar que nadie está por encima de ella. Pero también que nadie está por debajo de su amparo.
Bien lo ha dicho Montesquieu, la ley debe ser como la muerte, que no exceptúa a nadie. Que sea este acto una reafirmación del valor supremo de justicia, en una sociedad libre y que el fallo que se va a conocer, indistintamente, de su contenido, sea comprendido, no como una sentencia política, sino como un acto de coherencia jurídica, responsabilidad ética y compromiso con la verdad».
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