Las imágenes de los palestinos liberados de las cárceles israelíes son un retrato devastador de la deshumanización. Salen tambaleantes, famélicos, con el cuerpo marcado por el encierro y la mirada perdida. La “libertad” llega después de años de tortura, aislamiento y castigo colectivo. Cada paso fuera de esos muros es una denuncia viva: la ocupación no termina con una puerta que se abre, sino con las heridas que siguen caminando.
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