Las mujeres del mundo

Sacan la basura a la hora que es para que no se la coman los perros.
Recogen a las crías en el colegio y les preguntan cómo les fue, aunque a ellas nadie les pregunte.
Preparan el almuerzo para la familia a las 4 de la mañana.
Se suben al bus para ir al trabajo.
Le llevan dulces a sus compañeras y se dan cuenta si alguna está triste.
Andan con los ojos bien abiertos y escuchan el llanto de la casa del lado.

Todas tienen al menos una amiga sin la que habría sido imposible levantarse en los peores días.

Aman.
Sirven tintos bien negros y saben a quién le gusta el café con azúcar.
Perdonan lo que nadie perdonaría.

Abren cuarenta paquetes de galletas a cuarenta niñas diferentes y enseñan que al compañero no se le golpea.
Todo el tiempo enseñan que al otro no se le golpea.

Se maquillan.
Siguen tutoriales para hacer tortas y para bajar de peso.
Piensan en ellas, aunque sea a través de otros.

Organizan los matrimonios, los bautizos, los baby shower, las navidades y los velorios.
Se saben el nombre de las otras mujeres.
Se saben el cumpleaños de las personas que quieren.

Andan repartiendo bendiciones y siguen saliendo a la calle aunque tengan miedo.
Buscan trabajo si se quedan sin uno, buscan amor así les hagan daño, buscan a los hijos que desaparecen, buscan a los gatos cuando se pierden.

Cuidan a los ancianos y saben qué dar de regalo.
Siguen escribiendo aunque las lean poco.
Cantan.
Bailan y hacen que los demás bailen también.
Se embriagan y lloran.
Remiendan.

Hablan con los seres con los que nadie habla.
Creen en las almas benditas y les encomiendan la casa.

Pagan el arriendo, compran casas.
Ganan poco, trabajan duro.
Empiezan carreras.
Terminan sus proyectos.
Leen para entender por qué.
Se deshacen en los brazos de otra.

Viajan a visitar a la familia.
No olvidan fácil.

Tienen garras y dientes.
Tienen plumas y pelos.

Las mujeres del mundo hacen cosas, tantas cosas todo el tiempo.

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