
César Torres Cárdenas
Investigador, consultor y profesor
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Del partido político Centro Democrático (CD) usted podrá decir todo lo que quiera, pero nunca podrá probar que es de centro o democrático.
Es un partido de extrema dictadura: un solo hombre es su presidente vitalicio y lo dirige. A veces, aparece como un patriarca, enfundado en su ruana y sombrero de bobalicón, otras, se disfraza de anciano decrépito y enfermo o se viste como un oficinista promedio. En cualquiera de sus presentaciones, él es el jefe de jefes. Il Capo di Tutti capi lo hubieran llamado, con respeto, en la mafia italiana. Lo llamaremos ÉL, como denominó una periodista a su temido violador.
ÉL aparece cualquier día ante la mayor cantidad posible de micrófonos y dice qué va a hacer el partido y que deberá hacer cada militante. Nadie le tose, nadie revira. Sus conmilitones sonríen y aplauden, incluso quienes han sido perjudicados con sus decisiones.
Así ocurrió con la selección de la candidatura presidencial de su partido.
El otoñal patriarca amagó con hacer una consulta entre seguidoras, seguidoras y ciudadanía en general; luego, dijo que consulta mejor no, que el partido haría una encuesta que resulta más barata; se deshizo de un par de aspirantes, incluso expulsó de su partido al padre del asesinado seguidor suyo, Miguel Uribe Turbay y, así, lo sacó de la carrera. Al final solo quedaban tres opciones: María Fernanda Cabal, Paloma Valencia y Paola Holguín.
Las aspirantes, que todavía esperaban contar con su favor, siguieron aspirando y aspirando hasta prácticamente enloquecer: cada nueva aspiración parecía darles renovados bríos para echar discursos radicales en defensa de EL y para insultar con fervor y sin medida, tanto al presidente Petro, como al candidato Iván Cepeda.
Era una decisión difícil, si se tiene en cuenta que el candidato a derrotar lleva la delantera en todas las encuestas y que ninguna de las tres aspirantes ha presentado plataforma electoral o programa de gobierno ni ha planteado cosa alguna. Solo repiten que es necesario ganarle a la izquierda. Entonces, el patriarca acuñó una consigna para asustar incautos y convocarlos a votar por su elegida: hay que derrotar al petrocepedismo. Y se aprestó a decidir.
Holguín contaba poco, aunque tiene una amplia base electoral, sobre todo en Antioquia. En su contra jugaban varios aspectos insuperables: la liviandad de su pensamiento, sus dificultades al momento de coordinar ideas y expresarlas, y las evidencias que hay sobre la relación de su padre, Frank Holguín Ortiz, con el cartel de Medellín en general y con Pablo Escobar, en particular. Con la cantidad de familiares acusados, procesados y condenados por narcotráfico y paramilitarismo que EL tiene, lo último que querría es que su candidata sea hija de un presunto testaferro de Escobar Gaviria.
Cabal parecía tan buena carta como Paloma. Ninguna de ellas es tan ingeniosa como para tener ideas propias, pero son ocurrentes. Eso le garantiza a EL que ellas nunca van a desobedecer una orden ni a desatender una sugerencia suya. En cambio, le dan un aire de frescura porque son buenas en dar respuestas falsas como si dijeran verdades basadas en evidencia científica y saben usar la sutileza de la maniobra parlamentaria. Han ayudado a crear, por ejemplo, un bloque de congresistas que les permite bloquear las iniciativas del actual gobierno.
Los expertos en marketing político dicen que la recordación es un factor importante para una candidatura. Ahí la ventaja la tenía María Fernanda Cabal que es más distendida y tiene menos filtros a la hora de acusar sin pruebas, de evitar preguntas incómodas y de improvisar respuestas.
Ella sabe insultar de manera creativa y es famosa, entre otras cosas, por su grito “¡Estudien vagos!” o por referirse a su copartidario Iván Duque, cuando era presidente, como “este gordo marica”. También se le recuerda por sus disparates. Como cuando confundió a Rusia con la Unión Soviética y dio por hecho que ésta todavía existe, siendo que desapareció en 1991. O cuando, para darse importancia, dijo que ella había estudiado en el exterior y había conocido a Henry Ford. Poca gente puede olvidar asuntos de ese tamaño.
Pero, a pocos días de la designación, se descubrió que su hijo y su esposo se valieron de artimañas para acceder a un subsidio que se les da a pequeños productores agrícolas. Y, cuando intentaron aclarar la situación, en una entrevista con Daniel Coronell, quedó en evidencia, no solo las maniobras que usaron, sino las mentiras que dijeron. Los Señores Lafaurie quedaron caminando entre las líneas de la ilegalidad y el delito.
Hasta ahí le llegó la carrera a María Fernanda Cabal por la presidencia de la república. ÉL, que se ha visto obligado a devolver lotes de terreno y fincas completas porque su familia se las ha apropiado de manera ilegal, evitará a toda costa que su candidata sea una persona involucrada en un escándalo de esas características.
Entonces, decidió que Paloma Valencia Laserna sea la candidata del partido. Dijo que se había hecho una encuesta y que ella había ganado. Cuando se lo comunicó a su amable concurrencia, EL y su candidata fueron aplaudidos hasta por la señora Cabal. Il Capo di Tutti Capi había hablado.
Es la última vez que yo lo intento, dijo la derrotada. Pero no soltó insulto o gracejo alguno. Los y las vencidas, no perdieron por tener menos virtudes que la elegida. Cayeron bajo el peso de la historia delincuencial propia o de sus familiares y relacionados.
Como en las viejas telenovelas, EL escogió a su predilecta, no por amor o por reconocimiento a su inteligencia o capacidad política o administrativa, sino porque no había más y era conveniente. Esta es una candidatura que podríamos llamar “pior es nada”


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