
Mariana Wandurraga
Psicóloga y activista social
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Barichara, ese pueblo que muchos llaman mágico por sus calles empedradas y su belleza colonial, mostró que su verdadera magia está en su gente. En días recientes se vivió un hecho histórico: la comunidad se convirtió en protagonista.
En el Foro sobre el Esquema de Ordenamiento Territorial, vecinos, campesinos y líderes locales participaron activamente para pensar en conjunto cómo debe organizarse el suelo que habitan. Se trató de un ejercicio de democracia viva, donde las voces de quienes trabajan la tierra fueron escuchadas y puestas en el centro.
Al mismo tiempo, en la Casa Campesina floreció un mural colectivo: un árbol de ceiba que simboliza raíces y fortaleza, acompañado de la figura de una anciana campesina que recuerda la lucha de las mujeres en este territorio. Ese mural no es solo arte: es un mensaje claro de pertenencia y dignidad, que dice a los campesinos “aquí está su casa”.
Barichara demuestra que el patrimonio no son solo sus muros antiguos, sino la cultura viva de su gente. Que la tierra y la cultura no se venden: se cuidan, se defienden y se comparten.
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