Este relato pertenece al libro Sobredosis de Amor. Su autora nos ha permitido publicarlo y compartirlo con ustedes.

Oriana González Rodríguez
Escritora y editora
•
Un pedazo de carne. Una cosa que se desea y se anhela poseer. Un pedazo de carne entre las manos, suculento, libidinoso. Una boca que sobresale del pedazo de carne. Un cuerpo que es más sabroso que un pedazo de carne fresco y jugoso.
Un pedazo de carne ante mis ojos. Quiero comerlo. Quiero probarlo. Quiero devorarlo. Siento que me pertenece porque he sido correspondido en mi deseo de satisfacción. Me corresponde una buena tajada. He pagado por este pedazo de carne. Es mío. Voy a tomarlo. Me corresponde. Nadie puede decir lo contrario.
Están mal si piensan que no puedo tomarlo. He pagado por él. Ha aceptado ser comido, devorado entre mis manos. Un pedazo de carne adobado con un buen vino. Un pedazo de carne alimentado por mi propia mano. ¡Claro que me es solícito reclamarlo! Un pedazo de carne que se quiere escabullir. Un pedazo de carne que se resiste a ser probado, tragado por mi boca, despojado con mis manos. Tengo un apetito severo, irreductible. Las mejores presas acompañan mis días. Tengo un delicado sentido del hambre voraz.
Qué buen bocado es tener un cuerpo joven entre mis brazos, penetrarlo en un estado inconsciente, ver el cuerpo desgonzado, debajo de mi gran caparazón. Esta deliciosa presa no recordará nada al amanecer, creerá que ha sido un sueño, pero me verá a su lado, desnudo, perfumado con nuestros humores, y en las sábanas estarán los líquidos de la vida y la muerte. Seré recordado por ese cuerpo que se estremece embriagado y con sed, como un sueño posible. Y ella querrá más de mí. Estoy seguro. Vendrá a buscar más de mí. Sabrá que mi apetito es exquisito y no podrá resistir a ser degustada como un buen pedazo de carne en su punto.
Un pedazo de carne me mira impaciente, habla, dice una y otra vez no, no, no, ¡no quiero! ¡Quién creería que podría resistirse? He esperado pacientemente a que llegue a su punto. Lo llevo conmigo, ahora, en la noche, en mi carro. Lo voy a llevar al lugar favorito donde será comido en un ritual, en una ceremonia anticipada, preparada, calculada, secreta. No podrá resistirse. Estoy seguro de que desea que tome un bocado, lo lleve a mi boca y lo cate. Mi pedazo de carne, me pertenece, es mío desde que ha aceptado ser servido en mi mesa. He ordenado que sea manso para no estropear su sabor, su sonrisa, el brillo en sus ojos. Tomaré su vitalidad. Estará en mis manos, empezaré por mi boca y podré almacenarlo en la lista de bocados exquisitos y conquistados. Un pedazo de carne. Una cosa que se desea y se anhela poseer y se toma a la fuerza.
Deja una respuesta