Crónica satírica de una industria informativa sin consecuencias

Gustavo Melo Barrera
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En Colombia, el problema del periodismo no es la desinformación: es la “impunidad editorial”. Las noticias falsas no escandalizan porque no son excepciones, sino parte de una mecánica aceptada. Se publican con solemnidad, se amplifican con indignación y, cuando se desmoronan, se corrigen sin costo. No hay sanción, no hay pérdida real de prestigio y, sobre todo, no hay aprendizaje institucional.
Durante el último año, los principales medios tradicionales ofrecieron una colección notable de “errores graves, montajes narrativos y especulaciones presentadas como hechos”, emitidos desde estudios de radio y televisión con apariencia de autoridad. No se trató de rumores marginales, sino de informaciones difundidas por los actores más influyentes del ecosistema mediático colombiano.
La solemnidad como sustituto de la verificación
Noticias Caracol encabezó este ranking informal no por volumen, sino por método. El noticiero consolidó una práctica preocupante: “convertir hipótesis en certezas mediante el tono”. El caso del “Frailejón Ernesto Pérez”, un personaje ficticio tratado como sujeto real de una noticia sensible, ilustró con precisión quirúrgica el problema: la verificación fue reemplazada por la puesta en escena.
Bajo la dirección de Juan Roberto Vargas, Noticias Caracol logró algo más grave que el error: “dotarlo de legitimidad institucional”. Cuando la rectificación llegó, lo hizo forzada y en voz baja. El mensaje implícito fue claro: el fallo no era del medio, sino del espectador por haber creído.
La radio como juicio oral permanente
En La W Radio, la noticia se procesa como conversación. Se sospecha al aire, se especula en tiempo real y se concluye antes de contrastar. El error no es técnico, sino estructural: “la opinión ocupa el lugar del dato”.
Con Julio Sánchez Cristo al frente, La W consolidó un formato donde hablar equivale a informar. Cuando una versión resulta falsa, no se corrige: se abandona. El cambio de tema actúa como rectificación tácita. En ese modelo, la memoria del oyente es el principal aliado editorial.
Opinión presentada como investigación
La revista Semana profundizó una transformación ya visible: dejó de investigar para “interpretar desde una posición previa”. Titulares diseñados para generar impacto conducen a textos que no prueban lo que prometen. No es desinformación accidental, sino una narrativa coherente con una línea editorial explícita.
La figura de “Vicky Dávila”, omnipresente siempre detrás de cámaras (y hoy llamativamente ausente del debate público), simboliza un rasgo recurrente: la indignación mediática es intensa cuando conviene y silenciosa cuando incomoda.
El rumor como formato estable
Blu Radio, bajo la dirección de Néstor Morales, (derrochando los ahorros de su cuñado y su suegra) perfeccionó el uso del condicional como arma retórica. “Nos dicen que”, “podría ser”, “habría ocurrido”. El medio no afirma, pero instala. No prueba, pero sugiere. El resultado es un periodismo que traslada la carga de la veracidad al oyente, mientras preserva la autoridad del emisor.
Coherencia ideológica frente a los hechos
En RCN Radio y Noticias RCN, el problema no es el error aislado, sino la “alineación sistemática” (si la embarra uno, la embarramos todos, que carajos). Cuando los hechos no encajan con la narrativa, se ajustan. La coherencia editorial prima sobre la precisión factual, y la rectificación rara vez ocupa el mismo espacio que la afirmación inicial.
El verdadero problema: ausencia total de consecuencias
Lo más inquietante no es la acumulación de errores, sino la inacción institucional.
No hay sanciones efectivas.
No hay responsabilidades visibles.
No hay mecanismos de autocontrol creíbles.
Las altas cortes observan sin intervenir.
Los entes de control regulan sin sancionar.
Las rectificaciones se publican en horarios marginales, como si la verdad fuera un asunto secundario.
Un académico especializado en ética periodística lo resume con crudeza:
“En Colombia, equivocarse no cuesta nada. Verificar, sí.”
El contraste: medios alternativos y servicio público
Mientras los grandes medios erosionan su credibilidad, los medios independientes y el sistema público RTVC han ganado terreno en percepción de confianza. No por ausencia de errores, sino por mayor disciplina metodológica.
RTVC no grita, no dramatiza y no editorializa cada hecho. Verifica. En el contexto colombiano, ese comportamiento resulta sospechoso para algunos y tranquilizador para otros. La paradoja es evidente: “el medio más cuestionado políticamente es hoy uno de los más confiables informativamente”.
Epílogo: una crisis que no es ideológica
No se trata de izquierdas o derechas.
No se trata de gobiernos u oposiciones.
Se trata de responsabilidad profesional.
Mientras los directores de medios sigan hablando más de lo que contrastan, opinando más de lo que investigan y corrigiendo menos de lo que fallan, la crisis de credibilidad continuará profundizándose.
El periodismo colombiano no está muerto, pero “habla demasiado para alguien en cuidados intensivos”.
Y mientras no conecte el cable de la verificación antes de abrir el micrófono, el próximo ranking no será distinto.
Solo cambiarán los nombres.
Los errores serán más burdos.
Y la escenografía, más sofisticada.


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