
Manuel Humberto Restrepo Domínguez
Profesor Titular de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. Mesa de gobernabilidad y paz del SUE, Integrante del consejo de paz Boyacá, Columnista, Ph.D en DDHH, Ps.D en DDHH y Economía.
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Las corporaciones Multinacionales, a partir de su expansión económica, juegan un papel crucial en la configuración del poder global. Gigantes de la tecnología como Apple, Google, Amazon, Microsoft y Facebook (Meta), y empresas petroleras como ExxonMobil o Shell, son actores que trascienden las fronteras nacionales y tienen una influencia significativa sobre la economía global, las políticas nacionales y las culturas.
Estos actores poseen un poder económico comparable al de muchos Estados. Hacen lobbie o incidencia con personas que toman decisiones económicas y políticas muy importantes; moldean políticas públicas, y tienen un impacto directo en la vida cotidiana de las personas.
Países que antes fueron colonias de Estados hoy lo son de transnacionales y multimillonarios, el poder privado suplantó a los Estados colonialistas.
Las organizaciones internacionales y organismos supranacionales como la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la Unión Europea (UE), la Organización Mundial del Comercio (OMC) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) son ejemplos de instituciones globales que, aunque no gobiernan directamente, juegan un papel fundamental en la normatización y “naturalización” del comportamiento global. Estas entidades permiten la cooperación entre los Estados, pero están siendo usadas por las grandes potencias para ejercer su influencia sobre naciones más pequeñas.
Su poder se basa en la negociación internacional, las normas universales de derechos humanos, el comercio libre y la seguridad colectiva. Sin embargo, la influencia de organismos como la ONU ha sido limitada por la falta de cohesión en un interés común entre sus miembros y los intereses contrapuestos entre las potencias principales que han doblegado sus iniciativas y sometido a su arbitrio como lo evidencia la invalidación de sus iniciativas de condena y rechazo al vergonzoso genocidio sionista en Palestina.
El sistema financiero global y el control económico está compuesto por instituciones financieras internacionales como el FMI, el Banco Mundial y el Banco de Pagos Internacionales que son actores fundamentales en la gobernanza económica.
Estas instituciones han impuesto lesivas condiciones a los países en desarrollo a cambio de asistencia financiera y captura de su capacidad soberana, lo que da lugar a políticas de ajuste estructural (que a menudo recorta servicios sociales y aumentan la desigualdad) privatización de empresas estatales.
Además, como acaba de ocurrir con la estafa cometida por el presidente argentino, Javier Milei, las criptomonedas y las nuevas tecnologías financieras (fintech) están emergiendo como nuevos medios para reconfigurar las dinámicas económicas, desafiando el control tradicional del sistema financiero internacional.
Por otra parte, la Tecnología y el control digital sobre la información y los datos se convierte en una de las formas más insidiosas de poder global en el siglo XXI y un arma de guerra que provee decisiones letales.
Las plataformas tecnológicas dominadas por gigantes como Google, Amazon, Facebook, Tencent y Alibaba (con dueños radicalizados en la ultraderecha) tienen acceso a enormes volúmenes de datos personales y pueden influir en la opinión pública, en las elecciones y en las políticas públicas. Todo esto, a través de algoritmos de recomendación, publicidad dirigida y vigilancia masiva.
El control de la tecnología digital y las infraestructuras de comunicación (como la 5G y el internet de las cosas) es otro mecanismo clave de poder global. Estados Unidos, China y Rusia compiten por liderar el desarrollo y la adopción de estas tecnologías, que garantizan una ventaja estratégica en la arena internacional.
El poder global depende no solo de las relaciones diplomáticas y del poder militar, sino de una compleja red de mecanismos políticos, económicos y tecnológicos. El poder militar configura la geopolítica y sigue siendo un factor determinante en la política internacional. Estados Unidos, con su red de bases militares en todo el mundo, mantiene un control global, mientras que China y Rusia están expandiendo sus capacidades militares.
Las guerras no convencionales, el ciber espionaje y las guerras híbridas son herramientas clave en la lucha por la hegemonía global. Además, la geopolítica de recursos naturales -como petróleo, gas, litio, coltán y otros minerales estratégicos- es otra forma en la que se ejerce el control global. Las luchas por el acceso a estos recursos influyen en las decisiones políticas de los estados y las corporaciones multinacionales.
Los programas, planes y proyectos del gobierno global se sostienen con ideas y prácticas de neoliberalismo y globalización.
El neoliberalismo ha sido la ideología dominante que ha guiado el orden económico global desde la década de 1980. Promovido por actores como Estados Unidos, el FMI y el Banco Mundial, el neoliberalismo implantó, en favor de la minoría billonaria, la libre competencia, la desregulación de mercados y la privatización de bienes y servicios.
Este modelo ha sido altamente beneficioso para las grandes corporaciones y países desarrollados. Ha incrementado la desigualdad, el empobrecimiento y el despojo a pueblos enteros. Promovió y promueve la destrucción de Estados y naciones. La globalización ha permitido una mayor interdependencia económica, pero también ha intensificado violencias por las asimetrías entre los países ricos y los países saqueados por ellos.
En respuesta a los fallos del neoliberalismo y la globalización, las ideas de sostenibilidad y la gobernanza global se han convertido en factores cada vez más importantes.
A medida que los problemas globales, como el cambio climático, la pobreza y la migración forzada se intensifican, las instituciones internacionales y los movimientos sociales están abogando por una mayor cooperación global, una economía verde y la equidad social.
Los movimientos sociales y actores no estatales, que hacen parte del ámbito de la sociedad civil, tales como el feminismo global, el movimiento climático, los movimientos indígenas y los activistas por derechos humanos, han ganado cada vez más relevancia, desafiando las estructuras de poder establecidas y promoviendo un cambio social.
Estos movimientos no siempre tienen el poder para gobernar de manera directa. Se preparan para resistir e influir en la política global al presionar a los gobiernos y corporaciones para que adopten políticas más inclusivas y justas.
En todo caso serán los pueblos, únicamente los pueblos los llamados a cambiar el rumbo, echar del planeta a los poderosos y volver a la utopía de los derechos y la convivencia humana en paz consigo misma y con el universo entero.
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