Beatriz Vanegas Athías
Escritora, profesora y editora
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Narra el protagonista de En busca del tiempo perdido en Por la parte de Swann su percepción de Françoise, la criada de su tía Octave. Es este personaje un ser que manifiesta un respeto casi tierno por las clases altas a quien sirve. Françoise se sentía agradecida hasta las lágrimas por la emoción que le genera que su vida, sus dichas y desdichas, pudieran ser de interés o motivo de tristeza y alegría para otros seres y más, si eran sus amos. Fluía en ella –aunque no lo exprese- una velada certeza de sentirse por encima de las otras criadas que servían a la familia.
Françoise, sin embargo, era adusta y rígida, pero desmoronaba su adustez y se volvía suspiros entristecidos cuando escuchaba hablar de una desgracia acaecida a un desconocido, aunque éste habitara un país lejano a su lugar de residencia. Admiraba a su ama por su elegante manera de prescindir de las visitas y por el exquisito régimen con el que estructuraba su vida: La señora Octave pugnaba siempre porque la compadecieran por sus padecimientos pero que no faltara la consecuente frase de tranquilidad sobre su futuro. Esto es, un equilibrio entre el buen vivir y la perspectiva que había algo en su salud que no funcionaba bien. Y Françoise era garante de que así sucediera.
Sin embargo, había el riesgo de que Françoise (pese a prestar atención de manera casi devota al menor detalle de la caprichosa tía Octave) desarrollara un odio hacia su ama. Y es que Françoise, a solas, cuando sacrificaba los animales para preparar los alimentos se ensañaba con sevicia en los pobres pollos que se aferraban a la vida mientras ella hundía el cuchillo hasta verlos expirar. En esas escenas surgía esa Françoise que nada tenía que ver con la lacrimosa que padecía el dolor por la humanidad desgraciada.
Era ella un ser que se preocupaba por sus parientes siempre que estuvieran lejos, narra Proust “Me di cuenta de que, aparte de sus parientes, los seres humanos despertaban más su piedad con sus desgracias cuanto más alejados vivían de ella”. Françoise podía derramar torrentes de lágrimas ante la desgracia de una persona sobre la que había leído en el periódico, pero ¡ay! de que la desgraciada cobrara materialidad y cercanía, de inmediato surgía la indiferencia que rayaba incluso en el desdén.
Recordé ese talante servil y arribista de Françoise cuando vi (leí) la película Una pastelería en Tokio de la directora Naomi Kawase que en 2015 inauguró la sección Un certain regard del Festival de Cannes. Pensé en el frágil, pero contundente personaje Tokue, que, al contrario de este personaje de Proust, es la puesta en escena de la generosidad como acto de pura sabiduría y belleza. Ni todo el dolor e infamia infligido puede deteriorar un ser bello y generoso como Tokue, una señora de setenta y tantos años que dice que siempre había querido trabajar en una tienda de dorayakis. Tokue, heredera del estigma de los que padecieron lepra (de ahí que sus manos sean deformes) hace que sus días sean un homenaje a la generosidad como un acto revolucionario.
Se trata de la gratitud con cada ser que te permite vivir o que te hace la vida sostenible. De eso va la película. Esa generosidad como un premio en sí misma, sin esperar trascendencia o retribución: yo te ayudo porque ayudarte me ayuda, así la ayuda no provenga de ti de manera consciente.
Mientras Françoise actúa como ya se ha dicho, Tokue entrega su vida en actos simples hasta transformarlos en trascendentes como elaborar la pasta de frijol o anko (pasta de judías adzuki) para crear los dorayakis que hacen crecer la clientela del desalado y sin gracia pastelero Sentaro. Cruel es la vida de tanta gente… pero qué profunda y vital también puede ser la amistad que empuja a que los gestos de generosidad y noticias de que aún existe la humanidad se hagan presentes.
COLETILLA: Recomiendo leer Por el camino des Swann de Marcel Proust que es el tomo I de siete de En busca del tiempo perdido. Y ver (leer) la película japonesa: Una pastelería en Tokio de la directora Naomi Kawase.
Floridablanca, julio 21 de 2024.
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