
Beatriz Vanegas Athías
Escritora, profesora y editora
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Ayer fue a ver la película Flow del director Gints Zilbalodis. El largometraje está nominado a mejor película Internacional y mejor película animada de los premios Oscar de este año.
Yo que veo cine como quien lee literatura no pude menos que empezar a hacer conexiones con autores que resuenan en mis gustos. Pensé en el poema de Wislawa Szymborska «Un gato en un piso vacío». En él la voz poética habla desde la perspectiva del animal y del dolor porque el humano con quien vive ha muerto. Lo sabemos desde el primer verso. Los que siguen son de tensión y ansiedad para la lectora que observa la búsqueda de respuestas del gato huérfano. La tragedia es anunciada desde el principio y ya no hay nada qué hacer, sólo asistir a su desarrollo y a ese final tan tierno por la vacía esperanza que lo hace creer que el humano volverá. Es este poema una fábula de lo vacua que es la esperanza.
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Así en «Flow»: no va más el planeta Tierra, se cansó del maltrato y eructó en forma de destrucción irreversible todo el dolor que el humano le ha ocasionado y que reprimía.
La cámara cuenta que sólo sobrevivió una gata y un perro. Los ojos de esa gata nos acompañan en la búsqueda de un sitio estable, de un sitio donde empezar de nuevo, pero parece que no hay tal. El agua inunda todo con ímpetu desaforado. Recordé una hipérbole de mi madre cuando al día siguiente de un aguacero protuberante le decía a la vecina: “Caramba, anoche llovió tanto que estorbaba el cielo para nadar». Así en «Flow».
La gata sobreviviente y los amigos que encuentra en su travesía (un chigüiro, un lémur cola de anillo vanidoso y acumulador, una garza gigantesca y de un carácter altivo, pero justo y un Golden retriever tierno y juguetón) transitan por caminos acuáticos y van de asombro en asombro.
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Durante la travesía de este quinteto pude ver que asomaba la clásica Odisea porque hubo dos momentos que me recordaron cuando Ulises y su tripulación se enfrentaron a los monstruos marinos Escila y Caribdis o cuando llegaron al país de los lotófagos.
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Qué sobrecogedora la inmensidad de la destrucción. Qué interminable y mística soledad. Qué personificación de la desesperanza y de la certeza de que no hay certeza es esta película. Porque Ulises y su tripulación sabían que existía una Ítaca a la cual arribar. Pero Flow y sus amigos saben que ya no hay Itacas.
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