
Juanita Uribe
Estudió psicología. Se dedica a la divulgación científica, histórica y política
•
LinkedIn es ese lugar donde la gente se masturba emocional e intelectualmente en público. Donde los autodenominados “líderes de cambio” publican una foto de su escritorio con un Mac, su libro de superación personal, de cómo alcanzar el éxito o encontrar la felicidad. Un café con leche y una publicación que dice “You got this”, mientras escriben que se despertaron a las 4:30 a. m. a meditar, leer a Séneca y agradecer por el despido que sufrieron la semana pasada. Porque, claro, perder el empleo no es una tragedia: es una oportunidad de reconexión obligatoria con tu propósito de cambio.
Por estos días circula una publicación, de una Psicóloga, facilitadora de transición laboral, que se autoproclama experta en “humanizar los despidos”. Celebra un taller de outplacement, mientras alguien tragaba saliva para no quebrarse por quedarse sin empleo, ella se sentía “revolucionada” porque necesitaba “meterle picante y drama” a esas hojas de vida, como si de novela mexicana se tratara. ¿Sabes qué es esto? Pornografía emocional. Un insulto convertido en espectáculo.
Y es que el neoliberalismo no solo te explota. También te exige que sonrías, que agradezcas, que tomes tu despido como una bendición y que pagues, literalmente, por un taller donde una facilitadora “empeliculada” (como ella misma se hacía llamar) usa la vulnerabilidad de las personas despedidas como un trampolín para autocelebrarse, como si facilitar talleres fuera una experiencia mística y no un servicio pagado por empresas para amortiguar el impacto del golpe.
La típica narcisista, sacerdotisa del coaching sentimental.
¿Te botan de la empresa? No te deprimas: usa metáforas culinarias para contarle al mundo cómo cocinaste tu liderazgo en tiempos de incertidumbre.
Esta psicóloga, facilitadora, gurú emocional con aires de chamana corporativa, nos cuenta que mientras dictaba ese taller de “outplacement”, su café le “entendía” lo que charlaba. No es broma. Lo escribió. Y lo publicó. Yo me preguntaba si era psicóloga y no más bien, psicótica. Como si la termodinámica se doblegara ante su energía vibracional.
Esta exaltación mística convierte la precariedad en un tipo de ritual iluminador, lo cual es profundamente deshonesto, dañino y nefasto.
Esto no es solo una tontería new age. Es síntoma de algo mucho más profundo: la colonización total del sujeto por la ideología del capitalismo emocional.
Así que en LinkedIn te van a hablar de propósito. Te van a ayudar a encontrarle “sentido” al desempleo. Te van a decir que el problema no es la insuficiencia, ni la hipocresía del mercado laboral, ni la cultura de la explotación: el problema eres tú, que no sabes “narrar tu historia” y no sabes atraer esa energía positiva de los astros, para vender y triplicar los resultados.
LinkedIn es una superstición ideológica. Una mistificación que oculta la verdadera estructura de dominación. En lugar de analizar las causas materiales del desempleo, del recorte, de la sobreexplotación, nos invita a escribir una crónica emocional en tono espiritualoide.
Esta no es una interpretación simbólica de la realidad. Es una fabricación diseñada para desactivar la crítica. Para desmovilizar al sujeto. Para reducirlo a marca personal.
Publican, con emojis, consejos de cómo ahorrar, invertir, liderar, crecer y ser más productivos, mientras sonríen con el aura de empleado iluminado… como si el agotamiento extremo fuera una oportunidad para pulir su imagen y no el precio de su servidumbre con Wi-Fi.
Porque lo importante es que te sientas agradecida, transformada, inspirada.
Una mártir del despido con sonrisa de Canva.
Te despiden y te reciben con un taller de “mindset de crecimiento”.
Sí, mindset. Porque si no usas palabras en inglés, no te ves tan interesante e intelectualmente superior. En lugar de decir que buscas trabajo, te dicen que actives tu job hunting.
No actualizas tu hoja de vida, haces un rebranding de tu profile.
No escribes una carta, creas tu pitch de valor.
No digas “busco trabajo”, di: “open to new opportunities”.
El lenguaje se convierte en un fetiche, en servilismo lingüístico. No para pensar mejor, sino para ocultar la precariedad estructural tras un velo de tecnocracia emocional. Un léxico de neblina que reemplaza la crudeza del despido por el espejismo. Se adopta el idioma del poder, no por necesidad comunicativa, sino por sumisión estética: porque decirlo en inglés parece elevar el contenido, cuando en realidad solo disfraza la falta de el. Es la lengua del subordinado que cree que, hablando como el gerente, se convierte en uno.
Te ofrecen un PowerPoint con frases de Paulo Coelho, te dan un café con galletas, te enseñan a “venderte” mejor en redes y luego te regalan un bolígrafo con el eslogan de la empresa y para fuera, que la puerta ya está abierta. Y así se lavan las manos. Mientras te llevas a casa el bolígrafo con el que tú mismo firmaste tu carta de despido y luego, con ello, hacen en LinkedIn todo un relato, donde se llenan de ellos mismos y de empalagosos aplausos.
Es grotesco. Pero útil. Porque la lógica del sistema ya no es solo producir. Es hacerte amar tu explotación.
Porque si algo sabe hacer esta gente es barnizar el abuso con emoción. Le ponen “humanización” al despido, “coaching” a la angustia, “emprendimiento” a la necesidad.
“Hoy cierro un ciclo lleno de aprendizajes y gratitud”.
No, te echaron como a un perro por reducción de costos.
Pero tienes que escribir un testamento de superación personal porque sino eres un resentido. Acá no hay espacio para la rabia, ni para la crítica, ni para el hartazgo. Solo para el performance emocional.
La palabra “emprendimiento” para disfrazar el abandono del Estado.
¿Te echaron, te quebraste, estás en crisis? Tranquilo: hashtag#Emprende. Haz limonada con tu ansiedad y llama “negocio” a tu angustia. Mientras ellos te venden cursos de cómo monetizar hasta la desesperación, tú pones el colapso emocional.
El marxismo filosófico, ateo, materialista, habría desmantelado esta basura como la forma más sofisticada y perversa de ideología: no solo te explotan, sino que además te inducen a celebrar tu propia precariedad. El desempleado no debe rebelarse, debe reinventarse. No debe organizarse, debe agradecer. Es el capitalismo tardío extrayendo plusvalía incluso de la derrota.
El sujeto ya no es explotado solo en su fuerza de trabajo: ahora también en su emocionalidad, su historial laboral, su necesidad de validación. No es evolución: es dominación elevada a su forma más sutil y totalitaria.
LinkedIn no es la enfermedad. Es el síntoma de una sociedad enferma de relato de empleadores y empleados.
Yo, al menos, ya no me miento. Me resisto.
Y si eso me cuesta otro trabajo, que así sea.
No me reinvento. No publico. No agradezco.
Si me botan, lloro. Si me echan, maldigo. Si me rompo, me silencio. Toda esta gente me produce náuseas, porque conozco esa narrativa. La he visto. La he vivido. La he intentado habitar, y me ha vomitado.
Prefiero el desempleo brutal a la farsa sonriente del corporativismo emocional.
Deja una respuesta