
Octavio Gómez
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¡Cómo le gusta a la derecha colombiana la gente que, en lugar de argumentar, insulta!
Si le ponen un sombrero y usa expresiones militares, tanto mejor.
Si dice que viene del campo donde todo es tan sufrido, suben los puntos.
Si «bravea» con palabras disonantes, va para héroe.
Si amenaza ya es parte del círculo de los elegidos.
No se les cae un argumento, pero «¡qué bien le hablaron a la gente!».
Si el sartal es a los gritos, tanto mejor. Los colombianos «de bien» nos entendemos así.
Lo razonable, es decir, lo reflexionado, lo pensado, lo complejo, lo denso, eso no sirve.
«Las cosas claras», le dicen al insulto.
Como ahí no hay debate posible, el tema queda cerrado, sin salida.
Como quedan sin salida los problemas de la gente.
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