Víctor Solano Franco
Comunicador social y periodista
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Los Juegos Olímpicos de París 2024 han cerrado el telón, dejando un sabor agridulce en el paladar deportivo colombiano. Si bien cuatro medallas son un logro a celebrar, la presión por los resultados inmediatos ha opacado, una vez más, el arduo trabajo de nuestros atletas y las lecciones que podemos extraer de su participación.
Como bien señala Clara Luz Roldán, ex directora de Coldeportes, es hora de trascender la miopía del medallero y adoptar una perspectiva más integral. Los Juegos Olímpicos son mucho más que una simple competencia; son un escaparate del potencial humano, un catalizador de sueños y un motor para el desarrollo social.
Nuestros deportistas han dejado en alto el nombre de Colombia. Han demostrado un nivel de competencia altísimo, superando obstáculos y adversidades. A los Olímpicos se clasifica por méritos en pruebas internacionales donde se miden con otros cientos de los mejores del mundo en sus categorías, no se va por palancas. Sin embargo, es innegable que el apoyo estatal a sus procesos de preparación ha sido, en ocasiones, insuficiente. La falta de recursos, la burocracia y la improvisación han sido lastres que han limitado el desempeño de muchos de ellos.
Es fundamental que el Estado colombiano reconozca el deporte como un derecho fundamental y una inversión estratégica. Debemos construir un sistema deportivo sólido y sostenible que garantice a nuestros atletas, las mejores condiciones para entrenar y competir. Esto implica una planificación a largo plazo, una inversión sostenida en infraestructura y tecnología, y una mayor articulación entre el sector público y el privado para lograr que los atletas puedan dedicarse a eso y estar asistiendo (sin tener que empeñar sus patrimonios) de manera permanente en las distintas competencias en todo el mundo. Pierden mucho tiempo valioso para entrenar mientras organizan bazares y venden boletas de rifas para comprar el tiquete aéreo más barato.
Además, es necesario fomentar una cultura deportiva que valore el esfuerzo, la disciplina y el juego limpio, por encima de los resultados individuales. Debemos celebrar los logros de nuestros atletas, pero también reconocer sus dificultades y aprender de sus experiencias. Si nuestros deportistas logran medallas a pesar de las precariedades de su entorno ¿cómo sería si tuviesen al menos la mitad de facilidades para entrenar como lo hacen en otros países desde tempranas edades? Para mí, los nuestros son super humanos. Si miramos de manera estratégica conseguir medallas, Colombia tiene que concentrarse en darles todo lo que necesiten cada uno de los deportistas que alcanzaron diplomas olímpicos en París y que aún estén en una edad competitiva. Se nos fue una generación dorada de Londres 2012 y Rio 2016, ya les quedan pocos kilómetros a los Pajón, Urán e incluso ya se nos fue Ibargüen. Pero llegó una nueva generación muy talentosa que se midió el aceite contra los mejores y quedaron ad portas de conseguir metales en París.
Si bien los Juegos Olímpicos de París 2024 han sido una oportunidad para mostrar al mundo lo que Colombia es capaz de hacer, también nos han dejado una tarea pendiente: construir un sistema deportivo que nos permita alcanzar la excelencia de manera sostenida y equitativa. Es hora de dejar de lado la obsesión por las medallas y enfocarnos en el desarrollo integral de nuestros deportistas y de nuestro país.
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