Crédito Imagen: Comunidad Wiwa
Antropólogo y Documentalista
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Cuando se habla, se lee o se piensa en la Sierra Nevada de Santa Marta, la imagen que tiene el común de la gente son unas hermosas montañas, con sus picos coronados de nievas perpetuas (que ya no lo son) cercanas al azul del mar. Alguien quizá recuerde “La ciudad perdida de los Tayrona” y así, también recordará que allí viven algunas comunidades indígenas.
Eso lo saben casi todas las personas, pero pocas conocen la realidad humana, la historia social y la colonización que, a punta de violencia, se ha hecho en esa zona del país.
Para conocer esos aspectos, hay que adentrarse en la Sierra. No se trata de subir a ella solo para pasear, tomarse fotos con sus habitantes y regresar a nuestras habitaciones sin haber tocados por el saber que allí se encuentra.
Adentrarse en la Sierra, es vivir en ella, reconocer que allí viven campesinos, afrodescendientes, indígenas y población mestiza. Es saber que cada uno de los pueblos indígenas que están allí desde el principio de los tiempos, la denominan con un nombre distinto: los Wiwa la llaman Abu Sheium, los Kogui la llaman Guinendua, y los Arhuacos U´munukunu. Es entender que esos pueblos originarios se consideran parte integrante de la misma, consideran sagrado ese territorio y son sus guardianes.
Adentrarse en la Sierra es tener tiempo, paciencia, respeto y voluntad de saber acerca de cómo los cuatro pueblos originarios han vivido y resistido a, por lo menos, dos tipos de violencia durante los últimos 400 años: la violencia desarmada, legal que pretendió obligarles a olvidar su lengua y sus tradiciones y a “hacerse parte del desarrollo y el progreso”, y estas violencias más recientes y notorias perpetradas por mafiosos, paramilitares, insurgentes y contra insurgentes.
Adentrarse en la Sierra significa, también, estar dispuestos a entender que esas violencias han logrado deteriorar el medio ambiente, la cultura y todas las formas de vida de ese territorio. Pero sus guardianes siguen ahí, viviendo y entendiendo todo lo que acontece.
De acuerdo al reciente informe trimestral de la Misión de Verificación de la ONU (abril 2024), “Las comunidades rurales, en particular las comunidades indígenas y afrocolombianas y las mujeres, los niños las niñas que forman parte de ellas, siguen sufriendo de manera desproporcionada la violencia persistente y la falta de desarrollo en muchas regiones de Colombia donde la presencia del Estado sigue insuficiente”. La Sierra Nevada, parte significativa de los departamentos del Magdalena, Cesar y Guajira, fuente del agua sin la cual no podrían vivir, es una más de esas regiones en las cuales la violencia no se ha ido y, en donde el Estado no ha logrado tener presencia efectiva y satisfacer las necesidades que por derecho reclama la población.
Durante los último 45 años, la región Sierra Nevada y sus habitantes, padecieron la presencia y acción delictiva de los grupos y actores armados. Allí estuvieron y siguen estando los grupos insurgentes FARC-EP, ELN y EPL; los grupos narco-paramilitares como las AUC, y los Pachencas, y la Fuerza Pública que no pocas veces actúa en coordinación con los paramilitares, tal como quedó probado durante las investigaciones periodísticas y judiciales contra integrantes del Batallón La Popa, con sede en Valledupar.
Los acuerdos firmados entre el gobierno colombiano, primero con los paramilitares agrupados en las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC y, después con las Fuerzas Armadas de Revolucionarias de Colombia, FARC, fueron un respiro que nos permitió soñar, que la tranquilidad en el diario vivir podría ser posible.
Entonces se habló de posconflicto, de participación y de construcción de paz. Sin embargo, desde el poder político y económico que gobierna el país, se hizo todo lo posible por entorpecer y volver trizas lo avanzado.
El entusiasmo duró muy poco. La violencia se recicló, emergieron nuevos ejércitos y bandas multi-crimen. La muerte se descaró. La Sierra, lugar sagrado, legado de los dioses, continúo siendo profanada. La violencia de los grupos armados ilegales ha vuelto a generar
miedo y terror en el ambiente.
Hoy en día, dos grupos armados de origen paramilitar, se disputan de manera violenta, el control de la gente y el territorio rural y urbano que hace parte o bordea los límites del lugar: las autodenominadas Autodefensas Conquistadoras de la Sierra Nevada (ACSN), grupo que ha insistido que tiene voluntad de conversar con el gobierno nacional sobre la “determinación de explorar su desmovilización en el marco de la propuesta de Paz Total que impulsa el Gobierno nacional”, y las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC), hoy autobautizadas como Ejercito Gaitanista de Colombia, cuya presencia, poder y control armado, se ha venido extendiendo e incrementando de manera rápida por el Cesar, Magdalena, Guajira, y otras regiones del país.
De manera reciente las organizaciónes Wiwa Yugumaiun Bukuanarúa Tayrona (OBYBT) y la Organización Wiwa Golkushe Tayrona (OWGT), han denunciado que, las primeras semanas de febrero debido a la presencia de uno de los grupos armados en la comunidad de Mucura, 44 de sus moradores se habían desplazado forzosamente hacia la región de Guamaca y Mamarongo.
También denunciaron que el 24 de febrero a las 11:00 pm, en la comunidad de Limón de Carrizal, se inició un duro enfrentamiento entre los grupos armados ilegales EGC y las ACSN. Como consecuencia, el día 25 se produjo el desplazamiento forzado de las comunidades de El Limón Carrizal hacia Riohacha (76 familias, cerca de 300 personas, de las cuales son 142 niños y niñas, 150 adultos y 8 mujeres gestantes), unas 30 personas). De la misma comunidad de El Limón Carrizal, se desplazaron hacia la comunidad de Caracolí. Otras comunidades, como Marocazo, Sabana Joaquina, Simeinque y la Laguna, quedaron confinadas en sus asentamientos.
No es ésta la primera vez que el pueblo Wiwa es victimizado. Contra él se han cometido homicidios, masacres, torturas, ejecuciones extrajudiciales, bombardeos. Por eso, la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), en el 2005, le otorgó medidas cautelares.
Este nuevo desplazamiento forzado al que se ve obligada la nación Wiwa es una de las consecuencias de esta especie de “guerra prolongada” que parece no tener fin.
Para los Wiwa y los otros pueblos indígenas de la Sierra, – como le he escuchado a alguno Mamus, mis amigos y maestros, en esas noches de largas conversaciones en la penumbra de las Kankuruas, siempre iluminadas por el fuego caluroso de las fogatas- Abu Sheium (Sierra Nevada) es la Casa Sagrada, Corazón del Mundo, espacio y territorio señalado por Java
Séshizha (Línea Negra), que nos fue entregada por nuestros Padres y Madres espirituales. En esta Casa Sagrada se creó todo lo que existe, y donde nosotros, y nuestros guías espirituales, los Mam
us, somos los encargados de cuidarla y protegerla, y de ser los guardianes de la armonía, de la vida, del mundo. En este territorio se encuentran nuestros sitios sagrados, las leyes del comportamiento de nosotros los hermanos mayores, y también la de los bonachis, nuestros hermanos menores, aquí está establecido el orden del universo”.
Esos “sitios, lugares o puntos sagrados”, Suntalu (lengua Wiwa) Nujuákala (Kogui), Sein Zare (Arhuaco) que son, a la vez, Padres y Madres, se encuentran en montañas, rocas, nacimientos de los ríos y quebradas, en árboles, y en otros lugares del territorio ancestral. De acuerdo a la Ley Shenvuta, (Wiwa), esos lugares son orden y principio de todo lo que existe, tienen vida y contienen las normas que rigen a los humanos, al territorio y a la naturaleza.
De acuerdo a su filosofía y manera de concebir el mundo, todos los seres humanos y toda la naturaleza, en conjunto constituyen una unidad vital e integral, físico-natural-espiritual, indivisible, no fragmentable, un solo cuerpo. Los humanos, el agua, los pájaros, todo tipo de animal y planta, el aire, el sol, la luna, las estrellas, hacemos parte de ese mundo.
Según su pensamiento, un daño a la naturaleza afecta a los seres humanos, y lo contrario, un daño a un ser humano, afecta la naturaleza, produce la enfermedad, se altera el equilibrio y la armonía de todo lo que existe, y en consecuencia, llegan los largos veranos y fuertes inviernos, sequias e inundaciones, terremotos, guerras, y epidemias…
El cabildo gobernador Wiwa, conversando sobre el desplazamiento, me comenta: “Entonces nosotros aquí conversando con algunos Mam
us , ellos lo que me han dicho es que hay una afectación y daño a la ancestralidad del territorio tradicional desde lo espiritual y material…se desarmonizo el orden y el principio del espacio sagrado en el territorio… cuando tiran una bomba y hay un muerto, y no hacemos el ritual de mortuoria porque nos toca salir corriendo, ya hay una desarmonización del territorio, irse por miedo, no cumplir nuestros deberes, como nos aconsejan los mamus, produce una desarmonía al al orden que debemos mantener…”
Para ellas y ellos, Wiwa, Arhuaco, Kogui, y Kankuamo, el desplazamiento forzado no es solo un delito, es la pérdida de la armonía física y espiritual de todos los seres, de todas las cosas, que hay en su territorio sagrado. Por eso, los Mamus consultaron con sus Padres y Madres Espirituales, si era positivo o no, participar en el proyecto de Paz Total del gobierno nacional.
Concluyeron que había que informarse y participar. Meses de periódicas reuniones, se conversaba y se avanzaba. De un momento a otro, el proceso, sin explicación alguna, fue terminado por los responsables del gobierno. ¡No se supo mas! De acuerdo a los indígenas, la Sierra, quedo, otra vez en manos de lo que ellos llaman las fuerzas negativas, y por eso volvió la guerra, el desplazamiento, el miedo, la intranquilidad.
“Han sido los hermanos menores (no indígenas) quienes han permitido y traído a nuestra tierra una guerra que no nos pertenece, y somo reiterativos en rechazar todos los hechos de violencia en nuestro territorio, no somos culpables de las incomprensiones, los conflictos, las rivalidades, ni las formas de resolver sus conflictos… Si matar resolviera los conflictos, ya desde hace tiempo deberían estar resueltos”
Así lo dijeron algunos Sakukos Arhuacos (Lideres mayores, de experiencia, conocimiento de ese pueblo indígena) en una carta dirigida a un presidente de la República a principios de este siglo: “La tierra es una sola y en ella vivimos y por ella existimos, ustedes y nosotros, el sol es uno y él nos alumbra a todos, a ustedes y a nosotros. El agua es una y todos bebemos de ella, el aire es de todos, nos lo dieron nuestros padres sagrados a ustedes y nosotros…”
“¿Por qué se matan? Hay que conversar hay que dialogar, hay que pagarle tributo a la Madre Tierra, tienen que saber que todos, ¡sean del color que sean necesitan vivir en armonía, tranquilos y sin miedo…”
“Ustedes hablan y hablan de Paz, nosotros la practicamos, la vivimos, al hermano menor lo invitamos a que vengan, que aquí nosotros les enseñamos a vivir en armonía, ¡a vivir en paz!”
Los indígenas de la SNSM guardan la esperanza de que el gobierno y los grupos armados ilegales conversen, logren un acuerdo de Paz Total y salgan del territorio sagrado.
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