
Oriana González Rodríguez
Escritora y editora
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NO MÁS QUE LA NADA
Nuevamente todo junto, destrozado.
La cólera, la melancolía y el vivir se hacen sinónimos.
La pesadumbre de la existencia se retuerce en lágrimas de sangre y desolación.
Todo mi yo me duele y me consume en un vacío infinito.
La muerte ya no viene,
la muerte ha muerto matándome.
Los huesos y los pellejos sobresalen en medio de la tierra.
La soledad, mi fiel compañera, me ríe en la cara.
El dolor franqueado retorna con propiedad.
La tarde enmudece.
Nada, como siempre, tiene sentido.
Aquí, hace varios años, todo es absurdo.
Lo abstracto de la indiferencia converge en líneas curvas, rectas…
¿Cómo suben las gotas de agua del cielo a la tierra?
¿Cómo es que los féretros permanecen en los mismos metros dispuestos?
¿Cuánto hay que sufrir para decir que vivimos?
El tiempo pasa imperceptible ante los sueños.
El alba no ha vuelto con el sol.
La luna se ha desquebrajado lentamente palideciendo.
Y yo, yo, yo no deseo nada más que la nada.
Mas, al tiempo no deseo nada.
Extinción caprichosa de la vida de mis visitantes.
Y la sospechosa pesadumbre de un existir sin sentido, sin alegrías.
ESTA GUERRA
Esta guerra, Maldita guerra
Esta guerra que saquea
Y escupe.
Esta guerra de años, milenios
Esta guerra es hambrienta
Maldita guerra.
Esta guerra bebe la sangre de los campesinos
Y come sus carnes
Y los sirve en los telediarios.
Esta guerra,
Maldita guerra,
Nos enferma, esta guerra
Maldita guerra.
¡Mutilando!
¡Violando!
Esta guerra
con sus señores de traje
Con sus falos que disparan azófar
Esta guerra, ¡Maldita Guerra!
¡¿Hasta cuándo?!
Esta guerra, ¡Maldita Guerra!
¡Qué lamento! ¡Qué tedio!
Esta guerra, sus garras,
Maldita guerra, nos quebranta.
Esta guerra, Maldita Guerra
¡Qué hambre! ¡Qué fiebre!
Esta guerra, maldita guerra
Destruyendo los vientres de las mujeres.
Esta guerra, Maldita Guerra
Ejército de niños,
De monstruosos niños
Alimentados con odio y venganza.
Esta guerra, maldita,
Esa su guerra, a costa nuestra.
Maldita sea, su guerra, esta nuestra guerra
¡Ya estoy dispuesta a morir!
¡Disparen!¡No me violen!
PRISIONERA
Él atravesó sus puertas
en el sueño profundo del laberinto
y de su propio cuerpo
la hizo prisionera.
¡Loca! ¡Loca!
¡Puta! ¡Puta!
Gritaba mientras al
laberinto la arrastraba
y sus garras sangre de
su cuerpo sacaba.
¡Loca!¡Loca!
¡Puta! ¡Puta!
A quien le cuentes
Dile que yo te amé.