
Gustavo Melo Barrera
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Las paradojas, expresiones que parecen contradecir la lógica, pueden a veces, a través de la exploración de sus implicaciones o la interpretación de su significado, convertirse en parábolas, narrativas que transmiten una verdad o lección moral. Estas parábolas, a su vez, pueden revelar un sentido más profundo y complejo que el de la simple contradicción inicial.
Ejemplos de paradojas que pueden evolucionar hacia parábolas:
Paradoja de Zenón de Elea:
Las paradojas de Zenón, como la del movimiento (Aquiles y la tortuga), inicialmente parecen demostrar que el movimiento es imposible. Sin embargo, a través de la exploración de estas paradojas, se puede llegar a una comprensión más profunda del concepto de tiempo, espacio e infinito, lo que podría ser considerado una parábola sobre la naturaleza de la realidad.
Paradoja de la decisión (Asno de Buridán):
La paradoja del asno que muere de hambre entre dos montones de heno iguales, plantea el problema de la indecisión ante opciones igualmente buenas. Esta paradoja puede interpretarse como una parábola sobre la importancia de la acción y la toma de decisiones, incluso en situaciones difíciles.
Paradoja del viajero en el tiempo:
La paradoja del abuelo (si viajas al pasado y asesinas a tu abuelo, nunca podrías haber nacido), puede ser vista como una parábola sobre la causalidad y el destino. Si la historia cambia, ¿cómo es que el viajero del tiempo puede existir?
Paradoja de Teseo (barco de Teseo):
Si todas las piezas de un barco se reemplazan, ¿el barco sigue siendo el mismo? Esta paradoja puede convertirse en una parábola sobre la identidad y el cambio. ¿Qué hace que un objeto o una persona siga siendo la misma, a pesar de las modificaciones y cambios?
La evolución de la paradoja a la parábola:
En Colombia, muchas de nuestras paradojas más desconcertantes no desaparecen: se reciclan como parábolas, lecciones dolorosas que nos enseñan sin querer, relatos con moralejas no escritas pero sentidas. Lo absurdo de ayer, repetido lo suficiente, se convierte en parte del relato nacional.
La paradoja de la paz que engendra más guerra:
Firmamos acuerdos históricos mientras en los márgenes del país nacen nuevos grupos armados. ¿Paz o pausa? La antigua paradoja se volvió parábola: sin justicia territorial, sin oportunidades, cualquier intento de reconciliación es solo un prólogo para el próximo conflicto.
La paradoja del cambio que no cambia:
Cada elección presidencial promete una “nueva era”, un “nuevo rumbo”. Pero cambiamos de líder, no de estructura. Cambiamos de discurso, pero no de prioridades. Hoy, esta paradoja se ha vuelto una parábola sobre la resistencia del poder a transformarse desde adentro.
La paradoja de la legalidad que protege lo ilegal:
Un país donde las leyes están, pero no llegan. Donde el que tiene poder encuentra atajos, y el que no, encuentra trabas. Se ha vuelto parábola de una institucionalidad que funciona selectivamente, como un espejo roto donde solo se refleja quien ya tiene reflejo.
La paradoja de la riqueza en la pobreza:
Somos un país biodiverso, con recursos naturales, paisajes fértiles, talento humano desbordante… pero una mayoría vive en la escasez. Hoy es parábola: una advertencia sobre cómo el extractivismo sin equidad solo alimenta las élites y reseca al pueblo.
La paradoja del olvido selectivo:
Todo se sabe, pero nada pasa. Escándalos, violencias, cifras. La memoria nacional parece tener filtros. Esta paradoja se volvió parábola de una sociedad que necesita recordar para no repetir, pero que a veces prefiere olvidar para seguir adelante sin sanar.
En Colombia, nuestras paradojas ya no solo inquietan: enseñan. Como parábolas sin predicador, nos obligan a interpretar y decidir si aprendemos… o simplemente repetimos el libreto con nuevos actores.
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