
José Milito
Libre pensador y autodidacta
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El temor que ronda a muchos que insistimos en preservar y avanzar en los acuerdos políticos alcanzados con el ELN es que precisamente Gustavo Petro haya cerrado esta posibilidad. Al parecer, el acuerdo de México, lo más destacado de tales acuerdos, quedó enterrado para siempre con la decisión unilateral del gobierno por impulsar otro tipo de negociaciones a nivel territorial con grupos con claros y complejos nexos con el narcotráfico.
La misma noción de territorialidad asumió otro significado al original. Durante los primeros meses de gobierno, con Danilo Rueda, se asumió como un referente derivado de un acuerdo nacional. Con el cambió de Comisionado, con Otty Patiño, se convirtió en sinónimo de fragmentación del proceso y entrega de armas en corto tiempo, volviendo al modelo Desarme, Desmovilización y Reintegración -DDR. Esta esta última visión fue finalmente considerada más adecuada al espíritu de la Ley 2272 de 2022.
Al parecer, el enfoque de la fragmentación del proceso fue decidido por Petro, Otty Patiño y sus asesores más cercanos, algunos todavía en la sombra. Se consideraba que así el ELN entregaría armas con la firma de acuerdos en apenas 14 meses. Un modelo muy distinto al que se pensó con Danilo Rueda, que consistía en acordar los asuntos de fondo en tres años y medio, referidos a los tres primeros temas de agenda e ir implementándolos, para avanzar, en un gobierno posterior a Petro, en la materialización de los restantes tres puntos de la misma agenda.
En otras palabras, el afán de protagonismo, los cálculos electorales y las ambiciones personales se antepusieron a la consecución de un acuerdo político permanente. El asunto se agravó con la insistencia de Gustavo Petro y de Álvaro Jiménez en impulsar un proceso territorial paralelo en Nariño con Comuneros del Sur, estrategia que al parecer ya se habría ensayado sin éxito con otros frentes del ELN en Chocó y Sur de Bolívar.
De modo que todo lo anterior, junto con la cadena de hechos sobrevinientes dentro del proceso, entre estos, el congelamiento decidido por el ELN en febrero de 2024 y los ulteriores tropiezos del mismo, insistir en negociaciones de corte político con grupos rebeldes desapareció del horizonte del actual gobierno y, a futuro, es difícil que el que venga, de centro-derecha o derecha cruda, retome tal orientación. Más aún cuando Petro hoy se obstina en dar un vuelco total al tratamiento del tema de la violencia, sin distinguir matices en ella, ligando todo a intereses del narcotráfico transnacionalizado que él llama la «Junta del Narcotráfico» con supuesta sede en Abu Dabhi.
Además, el presidente parece obtener toda la información respecto a esta presunta junta de la Embajada de los Estados y de la CIA, como ya reconoce en sus comentarios por la red X. Incluso, ha afirmado que a algunas reuniones realizadas por narcotraficantes han asistido integrantes del ELN. Acusación que no demoró en negar la dirección de esta guerrilla. En este sentido, esta puerta de la paz negociada que aparentemente abrió con el ELN al comienzo de su gobierno está olvidada y el cambio del discurso del presidente es enfático – a veces desencajado y fuera de sí – en negar cualquier motivación medianamente justificada al alzamiento en armas de esta guerrilla.
Entonces, como dijo alguien, todo parece indicar que «plomo es lo que viene», inclusive en lo que resta de este gobierno progresista. En conclusión, se ve muy difícil levantar nuevamente propuestas de tipo social y político en torno a la construcción de paz, a la manera como se hacía hace unos pocos años, ligándola a transformaciones surgidas en una mesa de negociación.
Petro, con su actuar, desconoce cualquier interlocución a este respecto con el ELN y lo mismo con la Segunda Marquetalia que, por cierto, se nota desaparecida. El único participante que, de dientes para afuera, dice reconocer este gobierno es la población civil y, con ella, argumenta ensayar una comunicación directa a través de las «transformaciones territoriales». Este parece ser, por demás, el aporte histórico del gobierno progresista a la resolución de conflictos de vieja data. La misma historia le juzgará.
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