Víctor Solano Franco
Comunicador social y periodista
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El estado actual de las vías de comunicación en Santander es un reflejo del olvido y la falta de visión estratégica que enfrenta nuestro departamento, ha sido un abandono sistemático. Como región montañosa, las dificultades geográficas deberían ser un incentivo para contar con infraestructura moderna y eficiente. Sin embargo, la realidad es otra: carreteras en pésimo estado, ausencia de transporte férreo y aeropuertos infrautilizados que limitan nuestro desarrollo económico y social.
La situación de la vía Bucaramanga-San Gil-Barbosa es emblemática: una trocha veredal en muchos tramos que funge como vía nacional y que no solo afecta la seguridad de los usuarios, sino que también encarece los costos logísticos y limita el turismo y el comercio en el sur del departamento. Según el INVIAS, Santander ocupa el vergonzoso puesto 22 en el estado de sus vías primarias, lo cual evidencia la urgencia de priorizar proyectos como las dobles calzadas, carriles de adelantamiento y la conexión con ciudades intermedias como San Gil, Socorro, Barichara y Málaga.
El panorama ferroviario tampoco es alentador. Existe un proyecto nacional con el que se persigue que nuevamente los trenes se activen para el transporte de carga y de pasajeros en Colombia, lo que tiene un impacto directo en la economía y en la calidad de vida para los ciudadanos. Según datos del Viceministerio de Infraestructura, a 2023 solo el 37% de la red férrea nacional se encontraba en operación. El corredor La Dorada – Chiriguaná es el proyecto bandera del Gobierno Nacional para reactivar la red férrea del país. El 36,5 % de esa infraestructura pasaría por tierras santandereanas.
Actualmente se revisan tres opciones o corredores para conectar a Santander con el tren. Uno de ellos contempla que pase por Bucaramanga y se traslade a una velocidad de entre 110 y 120 kilómetros por hora, sería de servicio mixto (carga y pasajeros). Este corredor seguiría la ruta Bogotá – Belencito – Paz de Río – Bucaramanga – Puerto Wilchez. De los 511 kilómetros tendrían construirse por completo, 246. Así se conectarían 39 municipios del centro oriente del país. Otro de los corredores contemplados es el de Bogotá – Zipaquirá – Barbosa – Barrancabermeja que tendría un trazado de 410 kilómetros. Sin embargo, esta ruta que conectaría a 41 municipios, tendría que construir 292 kilómetros y mejorar 118. La tercera opción que estudia el gobierno de Petro es la ruta Bogotá – San Joaquín – Girardot – La Dorada y contaría con una longitud de 423 kilómetros, pero aquí el problema es que Santander quedaría por fuera. Sí, nuevamente fuera del radar de Bogotá…
Como se ve, de los tres corredores propuestos, dos incluyen a Santander, pero el riesgo de quedar nuevamente relegados es real. La inclusión de nuestra región en este plan no solo impulsaría el transporte de carga, sino también el de pasajeros al ofrecer una solución eficiente, sostenible y competitiva.
Por otro lado, la conectividad aérea es una oportunidad desaprovechada. San Gil cuenta con una pista aérea funcional que podría convertirse en un eje de desarrollo regional, con vuelos regulares que reduzcan las barreras de acceso a los territorios más apartados. Sin embargo, Pacífica, la empresa de transporte aéreo que cubría la ruta Medellín – San Gil – Bogotá, ha anunciado que al menos temporalmente suspende sus vuelos. Y es comprensible cuando ni siquiera la Gobernación de Santander o entidades como la CAS, que tiene su sede en San Gil, compra los tiquetes aéreos en San Gil y sus funcionarios prefieren ir hasta Bucaramanga para volar a Bogotá. En un departamento como el nuestro, donde las montañas imponen retos naturales, un sistema multimodal que combine trenes, carreteras modernas y rutas aéreas es esencial.
Santander necesita una transformación integral en su infraestructura de transporte para superar las limitaciones de su geografía. No se trata solo de mejorar las vías, sino de construir un modelo que integre todos los modos de transporte, desde el tren hasta los aeropuertos, con una visión a largo plazo. Esta es una apuesta que no solo mejoraría nuestra competitividad, sino que conectaría a nuestras comunidades con mayores oportunidades de desarrollo.
¿Seguiremos en el olvido sistemático, amañado y egoísta de las bancadas parlamentarias del departamento o por fin podremos soñar con que Santander deje de ser una isla en medio del territorio colombiano?
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