
Sara María Triana Lesmes
Abogada y magister en derecho procesal
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Señor Expresidente,
Catorce años después, vimos, en vivo y en directo, las consecuencias que le trajo a usted y a todo el país, su costumbre de promover procesos judiciales para derrotar a sus adversarios políticos. Quedó la idea de que usted es incapaz de enfrentar un debate sobre sus responsabilidades políticas y prefiere perseguir judicialmente a sus opositores.
Presenciamos, igualmente, las consecuencias de tener personas con limitadas capacidades intelectuales que están dispuestas a inmolarse por un líder como usted, y que, una y otra vez, van dejando rastro de sus equivocaciones, de su ilimitada ignorancia y de su incapacidad para ganar limpiamente en los estrados judiciales.
Usted habrá comprendido que tener un séquito de incondicionales dispuestos a defenderlo, no es suficiente para ganar un pleito jurídico, si ellos tienen las limitaciones dichas en el párrafo anterior. Perdone que le diga, doctor, pero lo cierto es que usted le encomendó su defensa judicial a un equipo con muy limitado saber. Famosos, sí, pero intelectualmente más bien apocados. Lo que podía salir mal, salió mal: testigos a su favor, sus abogados, sus argumentos, sus argucias extraprocesales en los medios. Todo.
Tan mal salió todo, que ese proceso mostró algunos hechos incontrovertibles: el rastro de crímenes, sangre y persecuciones que se asocia a su nombre; la cantidad de peones que usted ha sacrificado para mantenerse impune; las mentiras y trucos que usa permanentemente y, finalmente, el uso ilegal de las leyes. Quedó claro que en el ajedrez que usted ha protagonizado desde hace décadas, ha sido un rey rodeado de unos simples peones que, bajo sus órdenes, ocupan un lugar. Todos prescindibles, todos lo suficientemente débiles como para poder ser persuadidos con un abrazo, un gesto de aprobación, una palabra cortés.
Ha habido varias equivocaciones a lo largo de su carrera política que han podido ser “cubiertas”, pero, al pasar de los años, han sido reveladas. No ante la justicia, pero sí ante la sociedad. Una sociedad tristemente polarizada, que ha caído en la idea de que, si no es con usted, es contra usted; que, si no es uribista, es guerrillero, terrorista… ¿cuántos han pagado con su vida un señalamiento como este?
Hace pocos días, miles de ciudadanos estuvimos pendientes de una decisión judicial que lo afectó directamente y que, la verdad, puede ponerlo tras las rejas. Los delitos por los que fue condenado son absolutamente menores, comparados con el manto de crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra que usted pudo haber ordenado o que se cometieron para complacerlo.
Algunos sienten cierta satisfacción, ¡por fin algo de justicia para la nación! Pero no, esto es solo una condena mínima, casi simbólica, porque no compensa ni la gravedad, ni la magnitud del daño que usted y su familia le han hecho a esta sociedad.
Sabemos que la segunda instancia podrá cambiar la decisión, y que para ese entonces se alegará la prescripción y usted podrá salvarse de pagar con su libertad un poco del sufrimiento que ha causado. Todos sus peones saldrán gloriosos a deslegitimar esta primera condena, a “limpiar” su nombre y recordar que la justicia es hermosa y que todo era un ataque político; no habrá espacio para más discusiones allí.
Dirán otra de sus mentiras favoritas: que usted, el rey del ajedrez político, el gran colombiano, el papá de los pollitos -como lo mencionó un paramilitar bregando a salvarlo- ha sido condenado, mientras los terroristas, narcotraficantes, guerrilleros de las FARC-EP tienen una justicia que es solo para ellos y no les garantizará un solo día de cárcel ¡cuánta injusticia! Cacarean sus súbditos.
Pese a lo anterior, usted y sus peones saben que aún existe una alternativa para que no pague un solo día de cárcel; la alternativa que puede ser la más larga, tortuosa y vergonzosa para usted, pero la más fructífera para el país y las víctimas: la verdad.
Y es que contar la verdad del conflicto, desde su perspectiva, podría contribuir a completar la verdad que ya se ha develado dentro de los macrocasos que lleva la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP). Usted tendrá la oportunidad de, por fin, responder “¿quién dio la orden?”, contar las motivaciones políticas, económicas y emocionales de su actividad político-delictiva.
Es la gran oportunidad para mostrarle al país que la guerra, a veces, toma impulso y se degrada, promovida por un hombre con motivaciones personales que convence a los demás de seguir la suya.
Así pues, señor expresidente Álvaro Uribe Vélez, la Jurisdicción Especial para la Paz le brinda todas las garantías para que usted, de forma voluntaria, llegue allí a contar su verdad. Se le dará el beneficio de la libertad condicionada, traerá todos los procesos judiciales que usted tenga actualmente y los agrupará para que, a partir de ello, usted hable sobre el conflicto desde su postura y responda penal y políticamente, como corresponde, por gran parte de los hechos ocurridos durante el conflicto.
Lo esperamos con la esperanza de que se pueda construir un mejor país después de unir todas las piezas de esta guerra nuestra, tan eterna y dolorosa.
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