
Luis Felipe González Rodríguez
Psicólogo con experiencia en temas psicosociales. Futbolero y tribunero. Hincha del club Atlético Bucaramanga
•
En el año 2012 realice mi practica de psicología en la Cárcel y Penitenciaria de Media Seguridad de Bucaramanga más conocida como La Modelo. Me asignaron, entre otras actividades, hacer seguimiento a once personas privadas de la libertad (PPL) con diagnóstico de patologías psiquiátricas. Los “psiquiátricos”, como le dicen en la jerga carcelaria, estaban recluidos por diferentes conductas punibles.
Me llamaba la atención un interno que, siempre que me lo encontraba, estaba con ropa de equipos de fútbol de barriada, zapatillas y medias largas, como listo para jugar en cualquier momento. Y, pues sí, su intención era poder salir a jugar en la cancha de futbol del establecimiento. Pocos privados de la libertad tenían ese privilegio. Me pregunté muchas veces qué relación tendría su situación con el deporte, por qué añoraba tanto la práctica del futbol.
Un día, en medio de un encuentro de quienes hacíamos seguimiento, le pregunte que sentía él al jugar futbol. Se puso una mano en la cabeza, miro al cielo y me contesto “en ese momento me siento libre, se me olvida que estoy preso, solo pienso en jugar”.
Mi mente evoco la imagen de un secuestrado de las otrora FARC-EP: en un video que servía como prueba de supervivencia realizado por esa organización, él salía con un escudo del club deportivo Santa Fe hecho artesanalmente. Recordé también las palabras de la ex congresista Gloria Polanco, secuestrada en 2001 en su apartamento de Neiva: “Al comienzo le decía a Arbey Delgado —sargento del Ejército secuestrado desde agosto de 1998— que cogiera mi radio, pero después los veía tan contentos mientras oían los partidos que empecé a acompañarlos y a hacerle barra a mi Huila. Le ponía todo el volumen al radio y no me daba pena gritar cuando hacían gol. Hasta los guerrilleros que hacían guardia alrededor de la cárcel se emocionaban porque oían la transmisión, hacían fuerza por sus equipos y aunque les tenían prohibido hablar con nosotros, se reían de vernos brincar y apostar la cancharina, una arepuela de harina de trigo agua y sal. Un día el ‘Mono Jojoy’ ordenó que nos los quitaran y duramos como un año sin oír mensajes de nuestras familias ni los partidos. No hallábamos qué hacer de la desesperación”.
Sin duda, para muchas personas, el futbol es más que un espectáculo deportivo, es arraigo e identidad, un escape que dura 90 minutos. Son 90 minutos de pan y circo, como decía el poeta romano Juvenal. Un circo que lo vemos, lo jugamos y lo sentimos.
Por eso, a pesar de ser un negocio para muchos, no puede ser 100% mercantilizado. El futbol es también alegría popular, en el barrio, en el pueblo, en club. Desde que haya una pelota y dos personas, habrá quien la patee, quien lo juegue, quien lo gane y quien lo sufra.
Por eso, aguante el futbol, aguante la libertad y como dijo el Diego “la pelota no se mancha”.
Deja una respuesta