
Javier Serrano Ruiz
Licenciado en Filosofía y letras. Magister en lingüística
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Una tragedia cósmica, ajena, le partió la vida. Del frío pasó a la realidad del desierto, del llanto y la mescolanza de lodo, terror, muerte y lágrimas.
Luego vendrían las noches ardientes de luna junto al río, noches de luna y sombras en las piedras, un intruso en la hamaca, caricias clandestinas, el silencio que se espanta y huye entre las sombras, tensión, ansia de la espera acallada, escandalosa y perseguida. Algo como un amor díscolo le trajo miles de preguntas y una nueva partida.
Entonces fueron el hielo como nunca y palabras nuevas para nombrar y vivir nuevos afectos. Nunca imaginó qué tan hondas pueden ser las distancias y las nuevas cercanías que creyó interminables.
La tragedia es terca. Aparenta quedarse fuera de la casa, pero suele dar paseos y conceder descansos. Se ocupa de otras vidas y recupera el camino. Volvió inesperada, con otra apariencia y los mismos fines. Su zarpazo le derribó la estantería, se creyó perdida sin remedio. No había descubierto que somos barcos con el ancla adentro.
Pero los intrusos también regresan y las puertas ceden a sus mañas con frecuencia. Esta vez, él anduvo en puntillas tras años de imposibles, miraba de reojo, pero con menos tiempo a su favor. El vino lavó pronto lo duro de la historia. Se negaron a discutir sobre recuerdos. Ella bajó el puente y él atravesó el foso. La música fue nueva, los vecinos durmieron poco y espiaron a oscuras desde los balcones. Algo les dijo que asistían a un retorno memorable, que se silenció al amanecer.
Una vez sola, desnuda en la penumbra, buscó bajo la cama el cuenco modesto, redondo, de madera, antiguo legado familiar.
-Llegó la hora que nos prometimos –dijo, mientras la ceniza se escurría entre los dedos-. Hoy te vas.
Desayunó en silencio y salió con el cofre bajo el brazo, en busca de transporte. Por la tarde, a la orilla del lago empujó media calabaza y la hizo navegar con una vela encendida en medio de las cenizas.
-Buen viaje a tu Valhalla. Que abunde el vino y te sean generosas las valquirias.
El viento apagó la vela y ella esperó hasta perderlo de vista entre la niebla vespertina. Luego se dio vuelta y escogió para el regreso un sendero diferente.
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8 respuestas a «ADIÓS»
Es como corresponde; retornar por otra ruta, que es la esencia del equivoco, como nos legó Popper.
Que lento lo va llevando a uno a la melancolía..
Muy bello, gracias por compartir
Hermoso, sensible, lento, pero repentino. Gracias Javier
Sensacional!! Un abrazo fuerte!!
Gracias Javi, muy buen relato.
La melancolía nos invade como una cariçia de recuerdos memorables.
Hermosoooo, nostálgico, erótico, lindo, apoteósico inicio y esperanzador final! Gracias Javier!
ADIOS es también una hermosa pintura!