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Cuando el control fiscal deja de proteger los recursos públicos y empieza a proteger intereses políticos, la corrupción ya ganó medio camino.

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El silencio siempre protege al agresor. Por eso nada de esto puede pasar en vano.

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“Las guerras de Trump no son estrategia: son reality. Mucho show, poca soberanía, y vidas en juego por un rating político.

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Los partidos deciden sus avales; el Gobierno no tiene derecho a reclamarles por hacerlo.

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Hasta hoy los unos creen que son más inteligentes que los otros y el país no ha encontrado una forma real de cambiar las cosas para construir un mejor futuro.

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Estados Unidos no tiene amigos: tiene intereses. Y esta vez, esos intereses están hechos de tierras raras y poder geopolítico.