Víctor Solano Franco
Comunicador social y periodista
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Con la confirmación del triunfo de Donald Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, el panorama para Colombia se redefine con desafíos importantes. Trump, con su enfoque en el proteccionismo y su lema “Make America Great Again”, ha dejado claro que su prioridad es fortalecer la economía estadounidense, lo que podría tener implicaciones profundas para la relación comercial y diplomática con nuestro país.
Durante su primera administración, Trump mostró su disposición a renegociar o incluso abandonar tratados comerciales cuando consideraba que no favorecían los intereses de Estados Unidos. Aunque el Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Estados Unidos y Colombia no fue cancelado en su mandato anterior, sí existieron tensiones que generaron incertidumbre en el mercado. Con su regreso a la Casa Blanca, es posible que Trump aplique políticas proteccionistas aún más estrictas, lo que pondría en riesgo el acceso preferencial de productos colombianos al mercado estadounidense.
Esto no es un tema menor para Colombia. Sectores estratégicos de nuestra economía, como el agropecuario, las flores, el café y el textil, dependen en gran medida del mercado estadounidense para mantener su competitividad y estabilidad. Si Trump decide imponer aranceles o limitar las importaciones, estas industrias podrían enfrentarse a dificultades para sostenerse y generar empleo, afectando directamente a miles de familias colombianas. La posibilidad de salvarnos es que haga una política diferencial con China para ponerle aranceles más elevados (algunos dicen que podrían ser superiores al 60%) y unos más favorables a otras fuentes menos ‘amenazantes’ como las naciones latinoamericanas, especialmente México.
Además del comercio, otro aspecto crítico que puede cambiar bajo la presidencia de Trump es la cooperación en seguridad y lucha contra el narcotráfico. Tradicionalmente, Colombia ha contado con el apoyo de Estados Unidos para financiar programas que combaten el narcotráfico y fortalecen la seguridad. Sin embargo, Trump ha demostrado en el pasado una postura de reducir el financiamiento para proyectos en América Latina y enfocarse en las necesidades internas de su país.
Para Colombia, una reducción en estos fondos significaría tener que asumir por sí sola la carga económica de una lucha contra el narcotráfico que no solo es costosa, sino que afecta profundamente la estabilidad social y económica del país. La disminución de recursos podría debilitar las capacidades de las fuerzas de seguridad y comprometer la eficacia en el combate a las estructuras del crimen organizado.
En el ámbito diplomático, además de la obviedad en la orientación política como de que Trump es representante de la ultraderecha y Petro un fiel exponente la izquierda, la postura del presidente Gustavo Petro hacia el conflicto entre Israel y Palestina podría añadir complejidad a la relación entre Colombia y Estados Unidos. Petro ha sido uno de los pocos líderes en América Latina en adoptar una posición abiertamente crítica hacia Israel, lo cual genera tensiones en una coyuntura en la que Estados Unidos, y especialmente un gobierno de Trump, es un aliado firme de Israel.
La alineación de Colombia con posturas que no concuerden con las prioridades de la política exterior de Trump podría tener un costo en términos de apoyo y cooperación. Trump ha mostrado en el pasado que no teme imponer sanciones o retirar su respaldo a países que no se alinean con los intereses estratégicos de Estados Unidos. Esto implica que Colombia podría enfrentar una relación más tensa y menos cooperativa, afectando su posición en el escenario internacional.
Ante este panorama, Colombia necesita adoptar una política exterior pragmática que le permita mantener una relación constructiva con Estados Unidos sin comprometer sus propios intereses. La administración de Petro debe considerar los efectos de sus posturas en temas internacionales y evaluar las posibles consecuencias de desafiar a un socio tan importante como Estados Unidos en temas sensibles.
La prioridad debería ser encontrar un equilibrio entre la soberanía en la política exterior y el pragmatismo necesario para preservar los beneficios comerciales y de seguridad que la relación con Estados Unidos ha ofrecido a Colombia. En este contexto, la diplomacia será fundamental para manejar las posibles tensiones y encontrar espacios de cooperación en medio de un entorno que se vuelve más desafiante con el regreso de Trump.
Para Colombia, la elección de Trump es un recordatorio de la importancia de diversificar sus relaciones internacionales y buscar alternativas que reduzcan su dependencia de Estados Unidos. En un mundo cambiante, la capacidad de adaptarse y encontrar nuevos aliados será clave para que el país pueda sortear los desafíos y proteger sus intereses en este nuevo ciclo de relaciones bilaterales.
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