
Sofía López Mera
Abogada, periodista y defensora de derechos humanos – Corporación Justicia y Dignidad
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Durante algún tiempo el periodismo se encargó de mostrar las miserias del poder o las que éste causaba a la sociedad. A través de crónicas, reportajes, entrevistas, notas editoriales, columnas de opinión, etc. las y los periodistas del mundo entero permitían a la gente enterarse de lo que ocurría y cómo eso que ocurría se articulaba con los factores de poder real en un lugar determinado.
Esa práctica periodística se guía por la máxima que el periodista griego Kostas Vaxevanis planteó en 2013: “Periodismo es descubrir lo que otros quieren ocultar”.
Cuando eso se cumple, la comunicación y el análisis de los hechos ayudan a crear opiniones informadas y a facilitar, así, la participación de la ciudadanía en la toma de decisiones. Por eso, se considera que el periodismo es un pilar de la democracia, la verdad y la justicia.
Sin embargo, en múltiples ocasiones, la cobertura mediática ha sido irresponsable, sesgada y peligrosa. Más que hacer un periodismo acerca de la miseria, hacen una miseria de periodismo.
Dos casos recientes ilustran cómo el mal ejercicio periodístico puede estigmatizar a personas o a grupos sociales hasta ponerlos en peligro de muerte.
El 5 de marzo de 2024, en la emisión “6 am Hoy por Hoy” de Caracol Radio, la periodista Diana Saray Giraldo señaló al Movimiento Político de Masas Social y Popular del Centro Oriente de Colombia como el “brazo político del Ejecito de Liberación Nacional, ELN.” La misma emisora, días después, tituló así otra noticia: “Preocupación en Arauca por peticiones que estaría haciendo el ELN al Gobierno Nacional”. Se refería a un pliego de exigencias que los campesinos de Arauca le habían presentado al Gobierno Nacional días. Dijeron ambas cosas sin ninguna prueba, sin ningún indicio.
Las consecuencias fueron devastadoras. A las pocas horas de esta publicación, Josué Castellanos, líder social de Tame, Arauca, fue secuestrado y posteriormente asesinado. Castellanos lideraba a la organización social estigmatizada por el medio de comunicación.
Otro ejemplo del periodismo miserable lo protagonizó el director de La Blu Radio quien es, además, cuñado del expresidente Iván Duque. Durante una entrevista con el profesor Rafael Núñez Morales, el pasado martes 4 de enero, el periodista Morales sugirió que las osamentas recientemente encontradas en el sitio llamado La Escombrera, en Medellín, podrían haber sido enterradas allí por los familiares de los muertos.
Ante la indignación de Núñez, Morales se defendió afirmando que nadie puede determinar el origen de los restos encontrados.
Ignoró, deliberadamente, que, tanto las investigaciones de los grupos de Derechos Humanos, como las realizadas por las universidades y la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), demuestran que allí pueden estar ocultos los restos mortales de las víctimas de la Operación Orión, ordenada por el ex Presidente Uribe Vélez y ejecutada por fuerzas combinadas de Ejército, Policía y paramilitares.
Las declaraciones del periodista generaron una ola de críticas, incluyendo las del presidente de la República. Más allá de la polémica, lo que queda en evidencia es un patrón de periodismo que pone en duda el dolor de las víctimas e intenta ocultar hechos criminales cometidos durante gobiernos con los que este periodista es afín o tiene nexos familiares.
Contrario a la definición de periodismo dada por Vaxevanis, Saray, Morales y otros parecen creer que periodismo es ocultar todo lo que afecte a los poderosos, aunque produzca asesinatos. Es una miseria de periodismo hecho por periodistas miserables.
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