
Gustavo Melo Barrera
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En Colombia, la física cuántica ha dejado de ser patrimonio exclusivo de los laboratorios: ahora también se practica en el Congreso. ¿No lo sabías? Bienvenido al universo del crimen cuántico, ese fenómeno donde un político puede estar y no estar en el lugar del delito, ser culpable y víctima al mismo tiempo, y donde la corrupción se comporta como una partícula: solo se detecta cuando se observa… y si nadie la observa, simplemente no existe.
¿Qué es el crimen cuántico?
Es la nueva modalidad de impunidad avanzada. Un congresista puede recibir contratos, mover influencias, y aparecer en grabaciones comprometedoras, pero si su abogado dice que “no hay certeza ontológica de su presencia moral en el hecho”, el juez lo absuelve por falta de coherencia cuántica. ¿La prueba? Un pantallazo borroso y una grabación con eco. ¿La defensa? “Yo estaba en modo espectador”.
¿Cómo funciona?
– Principio de incertidumbre judicial: Nadie sabe si el delito ocurrió, pero todos están seguros de que no se puede probar.
– Superposición ética: El político es honesto y corrupto al mismo tiempo, dependiendo del medio que lo entreviste.
– Entrelazamiento mediático: Si un bodeguero de Twitter defiende al congresista, automáticamente todos sus seguidores replican el argumento, sin importar si entienden qué es un contrato interadministrativo.
Ejemplo práctico
Caso real (pero cuántico): un senador aparece en una grabación diciendo “eso lo cuadramos con el ministro”. Al día siguiente, dice que fue deepfake. A la semana, el ministro dice que no lo conoce. A los dos meses, ambos aparecen en una foto abrazados en Dubái. ¿Conclusión? El viaje fue espiritual, no político. Y el contrato… fue una coincidencia cuántica.
¿Y los bodegueros?
Los bodegueros son como los fotones: se activan cuando hay luz (o escándalo). Su función es desviar la atención, insultar al observador y repetir el mantra: “todo es persecución”. Si les muestras pruebas, responden con memes. Si les hablas de ética, te bloquean. Son partículas de desinformación con spin infinito.
Reflexión final
El crimen cuántico no se combate con leyes, sino con observadores críticos. Porque en este país, si nadie mira, el delito no existe. Y si alguien lo denuncia, es acusado de alterar el experimento. Así que, querido lector, mantente en modo “observador activo”. Porque en Colombia, la política ya no es ciencia social… es física cuántica aplicada al cinismo.
ADENDA: Domingo de circo en el Congreso: payasos, pitufos y réplicas de cartón
El domingo se instaló el Congreso, pero nadie avisó que también se inauguraba el Festival Nacional del Ridículo. Bastaba con ver la entrada triunfal de ciertos congresistas de oposición, disfrazados de indignación y armados con pancartas que parecían salidas de una feria escolar. Algunos incluso llevaron máscaras de Papá Pitufo, quizás en un intento desesperado de parecer más sabios… o más azules. El resultado fue una mezcla entre desfile de Halloween y sketch de Sábados Felices, pero sin el talento.
Y como todo buen espectáculo necesita su acto principal, aparecieron las dos congresistas que fueron elegidas para “replicar” el discurso del presidente Petro. Lo que prometía ser una intervención firme y argumentada terminó siendo una coreografía de frases recicladas, gestos sobreactuados y una indignación tan artificial que ni el maquillaje la sostenía. Parecían más preocupadas por lograr el plano perfecto para Instagram que por decir algo con sustancia. ¿La réplica? Un eco mal calibrado que no aportó ni contradijo, solo hizo ruido.
Mientras tanto, los demás opositores se turnaban para ver quién lograba el meme más viral. Uno agitaba una pancarta con la fuerza de quien cree que el cartón puede tumbar reformas. Otro se tomaba selfies con su máscara azul, convencido de que el Congreso es un set de TikTok. Y todos, absolutamente todos, ignoraban que el país los miraba… no con respeto, sino con pena ajena.
Porque cuando la oposición se convierte en espectáculo, el debate se convierte en circo. Y si el Congreso es la arena, estos personajes son los payasos que no hacen reír, sino llorar. Eso sí, hay que reconocerles algo: lograron lo imposible. Por un día, Petro volvió a ser el adulto en la sala.
Por: Gustavo Melo Barrera, observador subatómico de la política nacional
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