Mateo Gutiérrez León
Defensor del pensamiento crítico/ Sociólogo en formación
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Contexto Global.
El fin de la Guerra Fría trajo un cambio profundo en el Orden Mundial. Estábamos acostumbrados a las reglas de juego de aquel ordenamiento bipolar constituido a partir de 1945 con el fin de la Segunda Guerra Mundial.
La bipolaridad tenía una serie de principios y acuerdos cuya función era garantizar el equilibrio geopolítico en el planeta, del repartimiento del poder global entre la URSS y los EEUU, nacieron organizaciones como: la ONU, la OMC, la UNESCO, el Banco Mundial, el FMI, la OMS, la OEA. En el campo militar nacen la OTAN y el Pacto de Varsovia, acuerdos militares liderados por cada uno de los bloques en disputa (capitalista y socialista).
No se trataba solamente del equilibrio militar, asegurado por el miedo a la destrucción mutua, sino también de toda una institucionalidad internacional, con una serie de principios diplomáticos y acuerdos económicos. Estos entendimientos permitieron que frenar una posible Tercera Guerra Mundial: se acordaron fronteras (siendo la frontera entre las dos Koreas la única sobreviviente), se reglamentaron los límites e influencias de cada potencia y se hicieron acuerdos con respecto a las armas nucleares, como lo fue el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (1968).
Todo aquello se desmoronó en cuestión de meses. La Unión Soviética implosionó: la crisis política que arrastraba el sistema hacía varias décadas llevó a la Caída del Muro de Berlín, luego a la sucesiva desintegración de las Repúblicas Socialistas del Oriente de Europa, y, por último, la desintegración misma de la URSS. Todo esto acompañado de la acción directa y encubierta del bloque occidental para acelerar y profundizar la crisis del modelo socialista.
El derrumbe generó un vacío de poder enorme, que fue llenado agresiva y súbitamente por el proyecto neo liberal occidental en sus diferentes expresiones (hegemonía militar, económica, cultural, mediática).
En la década de los noventa se consolida la creencia de que el capitalismo, y más específicamente su expresión neo liberal, era el único camino posible para el ser humano. Este mensaje caló profundamente en la sociedad y también en la izquierda, para la cual, incluso hoy, es más fácil imaginar el fin de la humanidad que el fin del capitalismo.
La mayoría de las organizaciones que planteaban un cambio radical de la sociedad adquirieron aspiraciones meramente electorales, que generaron una izquierda que al día de hoy solo aspira a administrar de una manera más justa la institucionalidad. Este también afectó la socialdemocracia europea, la cual abandonó cualquier rasgo reformista y se hizo abiertamente neoliberal (PSOE, Partido Laborista, Partido Socialista Francés). El delirio neoliberal llegó a su clímax cuando algunos economistas (más bien ideólogos) declararon el «Fin de la Historia».
El panorama latinoamericano, y especialmente el colombiano también se vio afectado: de las organizaciones guerrilleras que había en el país en 1988, (un año antes de la caída del Muro de Berlín) para 1992 (un año después de la caída de la URSS) se habían desmovilizado la mayoría, solo quedando las FARC y el ELN. Los procesos revolucionarios de Nicaragua, El Salvador y Guatemala, que a finales de los ochentas estaban en auge quedaron sepultados. Lo mismo ocurrió con el conflicto armado en el Perú, donde el fujimorismo se impuso pacificando a sangre y fuego el país.
En los países donde no había lucha armada, la ofensiva de la derecha trajo una crisis social y económica brutal, que motivó levantamientos populares en las décadas de los noventas y primeros años del nuevo siglo. Podemos contar con el ejemplo de Argentina, Uruguay, Chile, Ecuador, Bolivia o Venezuela.
«El Caracazo» en Venezuela (1989), el «Corralito» argentino (2001), la «Guerra del Agua» en Bolivia (2004) o las manifestaciones en Ecuador (1999) fueron la respuesta natural de los ciudadanos, que no solo protestaron por mejores condiciones de vida, sino también por cambios en el sistema político. De ahí nacieron los procesos progresistas latinoamericanos de principio de siglo.
Crisis de la Unipolaridad y surgimiento de la Multipolaridad.
La agresividad del modelo unipolar fue generando poco a poco las fuerzas que lo han llevado al declive que atraviesa hoy en día. Fue justamente en el otro lado del Mundo, Asia, donde se empezó a formar el bloque de países que hoy compite con occidente.
El proceso de gestación de un nuevo bloque empieza con China, que supo adaptarse a las nuevas condiciones del mundo Unipolar. Se centró en el crecimiento económico y aprovechó la necesidad de mano de obra barata de los EEUU y Europa para industrializarse. En treinta años su crecimiento ha sido imparable, convirtiéndose en el principal socio económico de la gran mayoría de países, incluido los EEUU y Europa, pero financiando el desarrollo de los llamados «países subdesarrollados».
El crecimiento de China, coincide con la superación de la crisis que trajo la caída de la URSS en Rusia. Bajo el mandato de Putin el país vuelve a retomar su lugar de potencia mundial (sobre todo militar). El ascenso de India, Brasil e Irán como potencias regionales lleva a plantear seriamente la necesidad de una integración de los países emergentes. Nacen así, una serie de nuevas instituciones internacionales, que compiten a día de hoy muy eficazmente con las occidentales, heredadas por EEUU y Europa tras el fin de la Guerra Fría.
En el 2001 se funda la Organización de Cooperación de Shangai, una unión que propende por la cooperación económica, política y de seguridad entre China, India, Kazajstán, Kirguistán, Rusia, Pakistán, Tayikistán y Uzbekistán. En el 2009 se funda el grupo BRICS, sigla compuesta por las iniciales de los países que la constituyen (Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica.)
Esta alianza, en un principio comercial ha ido creciendo y sumando más países, para constituirse hoy como un nuevo polo de desarrollo global. Con inversiones en proyectos económicos de orden estratégico, como el Proyecto Franja y Ruta de la Seda, promovido por China, que es quizá la ruta comercial más ambiciosa de la historia.
Este bloque ha logrado sumar los países de Irán, Egipto, Etiopía, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, teniendo además una gran lista de solicitudes de ingreso, donde se hayan países latinoamericanos como Cuba o Venezuela.
Incluso los medios occidentales tradicionales reconocen la importancia del nuevo Bloque Emergente, qué, como señala el medio BBC Mundo en su artículo «Qué tan poderosos son los BRICS y qué países se incorporan al bloque el 1 de enero», afirma:
«En algún punto de 2021, los países emergentes que forman el grupo de los BRICS -Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica- dejaron de ser un bloque aspiracional y pasaron a convertirse en un bloque geopolítico de pleno derecho en la comunidad internacional.
Fue ese año cuando sorprendieron con su progreso económico y el PIB de los BRICS superó al de sus homólogos del G7 en términos de paridad de poder adquisitivo como porcentaje del PIB mundial.»
Según esta misma fuente los BRICS para el 2028 representarán el 33,6% de la producción mundial, mientras el G7 el 27%, agruparán al 45% de la población mundial y 44% del petróleo crudo del Mundo. Si Venezuela entra en este grupo podría llegar a controlar dos terceras partes del crudo en el Planeta.
Crisis y continuidad del bipartidismo en EEUU.
El efecto que tuvo la victoria contra el campo socialista dentro del comportamiento de la élite norteamericana ha marcado las guerras e intervenciones de las últimas tres décadas, y casi la totalidad de los grandes acontecimientos de la política internacional.
Según Zbigniew Brzeziński polítologo estadounidense, consejero de Seguridad Nacional en el gobierno de Jimmy Carter, reconocido por sus estudios de geopolítica, sobre todo por su libro «El Gran Tablero Mundial» (1997) «hay que lograr que ningún otro poder único llegue a controlar este espacio geopolítico (Eurasia), y que la comunidad global pueda acceder libremente a ella en el terreno económico y financiero. Sin una participación estadounidense sostenida y directa, las fuerzas del desorden globlal podrían dominar la escena mundial en un corto plazo».
Prediciendo también que «el escenario más peligroso sería una gran coalición entre China, Rusia y tal vez Irán, una coalición contra-hegemónica unida no por la ideología sino por agravios complementarios».
Parece ser que la dirigencia norteamericana no tuvo en cuenta, por equivocación o como parte de su estrategia, la necesidad de forjar alianzas, compartir escenarios y tener socios. Construyó un ordenamiento del poder mundial que tenía como única orientación el sometimiento de todos los países a los intereses de EEUU.
Cualquier otro Estado que pudiera hacer competencia, por pequeño o inofensivo que fuera, se convertía entonces en enemigo. No había socios o pactos posibles; presenciamos la instauración de un Poder Global, el cual tiene como esencia o fundamento ideológico aquella lógica neo liberal de la competencia perpetua. El Orden Unipolar que hemos vivido los últimos 34 años no es otra cosa que la ideología del neo liberalismo llevada al campo de la geopolítica.
Quien pareciera que adoptó con más firmeza este criterio fue el Partido Republicano, sino el Demócrata, aunque suene paradójico. Nos hemos acostumbrado a ver contiendas electorales donde se enfrenta un «progresista demócrata», contra un «conservador abiertamente fascista” republicano. Sin embargo, esto no es otra cosa sino una falsa dicotomía.
Obama resultó mucho más militarista que Bush. Este último invadió Irak y Afganistán, mientras que el primer presidente negro de los EEUU tiene el mérito de haber recibido el Nobel de Paz mientras invadía Libia, Egipto, Siria, Yemen e iniciaba el proceso de desestabilización en Ucrania.
Una contradicción que también presenciamos en Colombia, donde nuestro Nobel de Paz se presentaba como la única alternativa a la «extrema derecha», y terminó abriendo las puertas a la violencia desenfrenada que ha vivido el país durante los últimos años, con 6300 falsos positivos encima, producto de trabajo como ministro de defensa en los años de oro para el uribismo.
Podríamos inferir que nuestro régimen político, se ha sabido alternar en periodos maso menos similares (ocho años normalmente), para coincidir con el ciclo presidencial en los EEUU. Bush coincidió casi la totalidad de su mandato con Uribe, lo mismo que Obama con Santos, Duque con Trump, y Petro con Biden. Estas alternancias no son simples coincidencias; son la muestra de sucesivas fluctuaciones que tienen más continuidad que ruptura, si lo analizamos como un proceso a mediano o largo plazo y no por separado.
El eje de esta continuidad, radica en que ninguno de los dos partidos, Demócrata o Republicano, tienen contradicciones en cuanto al modelo económico, eso quiere decir que en la actualidad la socialdemocracia no está interesada si quiera en reglamentar el Capital, a diferencia de lo que vivimos en el siglo XX.
Estamos ante un modernismo neo liberal que compite y se reparte el poder según le convenga con el conservadurismo, neo liberal también. Por eso a pesar de ciertas diferencias en lo que se refiere a las libertades individuales, derechos de las mujeres, o de las diversidades sexuales; en la política económica, política social y militar hemos visto mucha más agresividad por parte de los «defensores de las libertades ciudadanas».
Este comportamiento se puede explicar en que el pragmatismo muchas veces guía la toma decisiones de los republicanos, quienes no tienen problema en acordar con quien sea (Putin, Kim Joun Un, o Irán), mientras les resulte beneficioso para tener una posición de poder dentro del nuevo re ordenamiento geopolítico. Mientras que la política demócrata tiende a ser más fundamentalista, aferrándose a los principios que estructuran la visión de «democracia» estadounidense (es decir en función de sí misma).
En un contexto donde el antiguo Orden Unipolar ha sido superado ya; abriendo paso a una nueva repartición global del poder, a la que muchos llaman hoy «Multipolaridad», es dónde los demócratas se muestran más reaccionarios. Resistiéndose furiosamente al nuevo momento que transitamos, y pretendiendo mantenerse dentro de las reglas de juego del ciclo anterior. Este comportamiento los lleva a descuidar los intereses de su propia ciudadanía, empeorando sus condiciones de vida y generando el sustrato para que el discurso conservador cale y retornen los republicanos.
En este ir y venir se va desarrollando el régimen político de los EEUU, que pareciera haber constituido un Frente Nacional más sofisticado que el colombiano: un sistema sin fisuras, donde los conflictos y crisis generada por una de sus dos alas alimenta a la otra y viceversa, mientras busca como escapar al innegable crecimiento de las nuevas potencias (China, Rusia, Irán, India).
La interrogante que nos queda es… ¿Hasta qué punto este esquema de alternancia va a resultar eficaz para la élite de EEUU? ¿Podrá adaptarse a los retos que le imponen sus competidores?
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