
José Aristizábal García
Autor entre otros libros de Amor y política (2015) y Amor, poder, comunidad (2024)
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En todas las provincias de Santander hay expresiones de las culturas populares que recogen herencias de sus ancestros indígenas, de las rebeliones de Los Comuneros y le cantan a las bellezas de sus tierras bravas. Culturas que nacen de la naturaleza de sus territorios y reflejan las vidas y los sueños de sus habitantes; que son memorias, oficios y resistencias.
Los clanes económicos y mafiosos que se han apropiado de los bienes comunes y el patrimonio público del departamento nunca han reconocido el valor de estas culturas. Siempre las han menospreciado o marginado. Únicamente las tienen en cuenta cuando las necesitan o utilizan a su servicio y sólo como adornos, decorados o viejos recuerdos; jamás han dedicado un presupuesto siquiera mínimo para su promoción. La suya es una cultura elitista y excluyente.
Pero esas culturas populares tienen unas raíces profundas y una vitalidad asombrosa que las hace revivir y renacer. Sus músicas con sus canciones, sus pinturas, sus artesanías, cine, audiovisuales, la poesía, la literatura, siguen recreando diariamente los encantos de sus montañas y las riquezas que guardan sus municipios y salen a relucir en sus festivales y ferias locales. Así resisten y persisten.
El 15 de noviembre, en Barichara, artistas, gestores culturales y representantes de procesos culturales locales del departamento se reunieron en el Encuentro de culturas populares y comunitarias de Santander. Asistieron veinticinco municipios y allí, con distintas metodologías participativas, elaboraron un mapa de sus fortalezas, sus debilidades, los obstáculos y las barreras que tienen en cada una de las siete provincias.
En otro ejercicio plantearon los retos o desafíos para el 2026. La necesidad de infraestructuras como las casas de la cultura y otros espacios vivos de circulación. Su incidencia en las políticas públicas como el Plan Decenal de Cultura del departamento. Su fortalecimiento organizativo a través de redes y procesos formativos desde la educación popular, así como la auto sostenibilidad, a través de la autogestión, los intercambios de sus trueques y sus redes colaborativas para mantener su autonomía.
Este encuentro fue convocado por la Mesa sociocultural de Santander, con el apoyo del Ministerio de las Artes, los Saberes y las Culturas.
La Mesa está conformada por la red de los mismos artistas, gestores culturales, sus organizaciones y activistas en cada municipio. Es autónoma y trabaja las culturas populares como culturas de paz y como fuerzas poderosas para la transformación social.
Para el Ministerio, que hace un acompañamiento y apoyo a la Mesa, sus insumos le sirven para la elaboración y el desarrollo de sus políticas públicas y sus programas de una gobernanza cultural para la paz.
El día siguiente, 16 de noviembre, se celebró en San Gil el Festival de las Artes de Santander. Por la tarima del parque principal desfilaron bandas sinfónicas, estudiantinas, grupos musicales y de danzas, de adultos, niños y niñas, la carranga, el vallenato, fusiones de música tropical, el humor santandereano de Las Comadres y La Pinga. Fue una fiesta con bailes, productos artesanales de las economías populares y gastronomías de la región. Una exhibición de sus talentos en medio del jolgorio y la alegría de los asistentes.
Este Festival de las Artes también fue organizado por la Mesa sociocultural, con el apoyo del Ministerio y es el primero de otros que se seguirán celebrando de manera itinerante en otros municipios.
Estos dos eventos nos muestran que esas culturas populares poseen un brillo propio. Al reflejar los mundos sociales subordinados o invisibilizados, ellas juegan un papel en la reparación de los vínculos comunitarios rotos por la violencia y contienen un enorme potencial para aunar y potenciar otras resistencias y construir otras alternativas.


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