
Andrés Felipe Santacruz Velasco
Comunicador Social y Periodista, Mg. en Sociología
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El jueves 11 estuve en el festival internacional de Literatura Oiga, Mire, Lea que, por cierto, recomiendo bastante. Me interesó particularmente una charla llamada «Imaginar la democracia» que contó con tres invitados de lujo: Jorge Orlando Melo, Mauricio García Villegas y Sandra Borda. Por razones laborales llegué con unos 15 minutos de retraso y según me comentaron jocosamente, 14 de esos 15 los ocupó hablando Jorge Orlando Melo. Luego de que me senté continuó por otros 10. Mentira, exagero.
Cuando ya empezaba a conectarme con el hilo de la charla la palabra que primero me sirvió de anzuelo fue la ya muy recurrida «polarización». Por supuesto que, aunque intentaron no mencionar nombres, a Mauricio García le fue inevitable mentar a Gustavo Petro. Estaba tratando de no hablar de política, anotó él.
Advertí en los tres esa diplomática necesidad de ubicarse en un centro político que abogara por una reconciliación entre las partes, especialmente del señor Villegas quien extrañaba una figura relevante de centro en el abanico electoral del momento.
No es que no esté de acuerdo con ellos en que es importante pensar en llegar a acuerdos o en que la moderación es necesaria para poder lograrlos, sino que me resulta particularmente inquietante que cuando se hable de polarización siempre terminen volteando las miradas hacia Petro y poco o nada hacia la otra parte como corresponsable. ¿O acaso la polarización no es entre dos?
Entiendo que Petro debe distinguir ser Congresista de Presidente y moderarse en los rifirrafes a sabiendas de su lugar en el poder, pero lo que omitieron los invitados, al menos mientras estuve presente, es que quien realmente inició la polarización que hoy vivimos no fue Gustavo Petro, sino Uribe Vélez en sus dos períodos presidenciales. ¿O acaso olvidamos cuando el susodicho, desde su tribuna de presidente, tachaba a sus opositores de «guerrilleros vestidos de civil» o de «colaboradores de la guerrilla» como aún se le oye? ¿Acaso olvidamos que fue desde la campaña de Uribe Vélez que, por sus posturas neoliberales y de extrema derecha, con ese tufillo de autoritarismo presidencialista, la izquierda se vio obligada a unirse por primera vez en la historia en un gran partido único? O para no ir tan lejos, ¿Por qué omitieron los invitados los constantes y bajos ataques y falacias de la prensa contra el ya elegido presidente Petro? ¿Por qué hablaron de las quejas de los empresarios contra el Presidente, pero no de las marrullas de los mismos contra sus proyectos de reforma junto a la clase política?
Se circunscribieron además a un enfoque netamente político del problema, pero faltaron a la necesidad de verlo desde una perspectiva integral al menos someramente, porque si bien hablamos de polarización política, lo que sustenta esa polarización son también condiciones económicas y sociales.
Conciliar las posturas extremas, si es que así se les puede llamar requiere de la voluntad, no solo de la clase política, sino de la élite económica y la clase trabajadora y por supuesto, de los grupos armados al margen de la ley cuyo brazo derecho ha mantenido lazos de sobra demostrados y de décadas de antigüedad con la clase política. Pero además requiere observar el país en el entramado internacional. No es sólo Colombia la que se está polarizando, es el mundo. La polarización de nuevo es global como en los tiempos más álgidos de La Guerra Fría.
Ahora, ¿que el discurso de Petro es incendiario? Quizá, pero de vez en cuando hay que incendiar un poco con verdades de peso para poder construir algo nuevo sobre las ruinas de un sistema corrupto y decadente en manos de los mismos de siempre.
Dejemos que la izquierda gobierne y hagan oposición decente, dentro de las reglas del juego democrático. Una vez hecho esto ya podemos hablar de un equilibrio de cargas para negociar y transigir, un diálogo donde la moderación y las posturas de centro puedan resurgir y cumplir su papel.
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