[1] Ampliado, especialmente para El Quinto, del diario regional Vanguardia

Puno Ardila Amaya
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Hay en las redes sociales unos juegos bastante curiosos, o retos, que —como acaba de explicarme doña Nati— buscan alimentar el algoritmo mediante la interacción y el “me gusta” por los intentos de detener el video en el momento exacto. Esos juegos van desde hacer casar una figura en su silueta hasta dejar a la vista mensajes específicos e imágenes: curiosas, divertidas, sensuales o ‘explícitas’, como dicen hoy cuando se refieren a desnudos o situaciones sexuales. Juegan con saltos o bailes, con vestimentas particulares o hasta con los dedos de los pies, pero el propósito de estos retos es tentar al receptor y canalizar la información para orientar la mátrix.
Hay otro juego —y de este no tengo más que el testimonio de una víctima— en que las chicas se ubican en círculo con sus rostros hacia adentro y se acomodan para que los chicos alrededor las penetren por turnos, y vayan rotando. La ruleta, creo que se llama. Lo cierto es que divulgaron una fuerte discusión entre una madre y su hija adolescente en que aquella le reprochaba a esta que a sus cortos años estuviera embarazada, y la chica le explicaba que solo había estado jugando a la tal ruleta, y que entonces era absurdo haber terminado embarazada, si apenas se trataba de un juego.
Pues sí, se trata solo de un juego. En el mundo irreal donde se crían y viven los pobladores de este mundo real todo es diversión y fantasía, y se es héroe en un juego, y miliciano en otro, y francotirador asesino en otro, y dietista en otro, y político rabioso en otro, y periodista, y hasta opinador (tantas veces), con muchos, muchos seguidores. Sí, “solo son juegos”, pero en la mátrix, no en el mundo real; y resulta que, así como aquel juego orienta al comercio y aquel otro, tan “inocente”, puede terminar en un embarazo, estos juegos de fantasía que ofrecen las redes terminan en situaciones reales complicadas, en enfermedades reales y en desnutrición real, en combates reales y hasta en muertes reales.
Desde que las redes sociales les dieron «derecho de hablar a legiones de idiotas», como dice Umberto Eco, pueden verse a estos idiotas preguntándose por qué la chica va a resultar embarazada si el juego de la ruleta es solo un juego, y tantos “influencers” y jugadores de “el periodista soy yo”, como Daniel Samper Ospina, Victoria Eugenia Dávila, Luis Carlos Vélez, Felipe Zuleta y Néstor Morales, entre tantos integrantes de esas legiones de idiotas, terminan preguntándose ¿cómo así?; ¿por qué estamos volviendo a la violencia?; ¿qué es lo que pasa?; ¿por qué hay disparos?; ¿por qué a Miguel Uribe y no a los demás?: ¿por qué? Y la respuesta está en que ellos creen que el juego es atizar el fuego, y que no tiene que pasar nada porque es solo eso, un juego. No ven que jugar a publicar mensajes y a manipular situaciones y a disparar opiniones sin fundamento puede hacer que las personas que reciben esos mensajes conviertan la broma o el sarcasmo o el disparo verbal en disparos de plomo. Ese es el problema.
Cualquiera hoy se arroga el derecho de convertirse en “periodista”, incluso cuando no hay preparación para ello, o cuando —como dice Antonio Morales Riveira— «solo se publica su opinión y la línea política e ideológica de su medio, que está bien, pero se presenta esto como si fuera un texto informativo, como si fuera noticia». Hoy todos juegan a ser periodistas, desde los que juegan a “el periodista soy yo”, cuyas transmisiones se respaldan solo en expresiones e interjecciones sin sentido (uy, gonorrea; uy pirobo…), y los que presentan en las producciones de cine y televisión, a la pata del dato por los avances del proceso judicial o del chisme más insignificante, que corren tras el personaje que nunca contesta, suplicando con preguntas más idiotas que ellos mismos. Pero en el mundo real están apareciendo también, y se parecen cada vez más, por supuesto, y son aquellos que publican información sin contrastar las fuentes y estigmatizan a diestra y siniestra, solo porque lo consideran culpable de no pensar como ellos.
Fácil, pero muy peligroso; es un juego con fuego, y lo que se está haciendo en vez de sacar la cabeza de la mátrix no pasa de culpar a otros, o a otro, mejor, porque parece que una de las reglas del juego es decir que todo es culpa de Petro; pero estas dinámicas nos están envolviendo, y nos quemarán. Lo peor de todo es que la gente les cree a estos jugadores, y, peor aún, eso es lo que gusta.
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