
Víctor Solano Franco
Comunicador social y periodista
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La Iglesia Católica se encuentra en una encrucijada histórica. Enfrenta un mundo fracturado por migraciones masivas, guerras con matices religiosos, tensiones políticas, cambios culturales vertiginosos y heridas internas que aún supuran, como los escándalos de abuso sexual y el autoritarismo clerical. De cara al cónclave de 2025 que comenzó este 7 de mayo, la pregunta que resuena no es solo quién será el próximo Papa, sino qué clase de liderazgo necesita una institución que aún influye en millones de personas pero que, al mismo tiempo, pierde relevancia entre las nuevas generaciones.
Tal vez muchos de ustedes lo primero que dirían es que la pregunta no es relevante porque la Iglesia Católica no los representa o no necesitan de mediadores para la fe, si es que eso llegase a ser necesario. No obstante, para fieles o no a esa fe, la figura del Papa en esta Iglesia sí tiene un protagonismo real y relevante por lo menos en el mundo occidental, por lo que su carácter podría ser determinante al menos en la geopolítica global. Ejemplos de esto han sido las actuaciones de Juan Pablo II y el récipe fallecido Francisco en conflictos internacionales como el Canal de Beagle (entre Chile y Argentina), la caída del Muro de Berlín y, en su momento, el restablecimiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Así mismo se habla del papel de Juan XXIII en la crisis de los misiles en Cuba en los años 60 entre Estados Unidos y la Unión Soviética en la que casi nada, estuvimos a punto de ser borrados. Por razones como esas, me temo que sí hay algo de relevancia en el tema…
El próximo Papa no puede ser simplemente un teólogo brillante ni un diplomático hábil. Debe ser un líder moral creíble, profundamente humano, que comprenda las ansiedades del mundo actual y que esté dispuesto a confrontar con firmeza los desafíos internos de la Iglesia. No basta con el carisma. Se necesita integridad, visión reformista, capacidad de diálogo interreligioso y una comprensión profunda de los conflictos contemporáneos.
Uno de los grandes desafíos es la crisis migratoria global. Millones de personas, desplazadas por guerras, persecuciones y pobreza, encuentran refugio en comunidades católicas. El Papa que venga debería alzar la voz por ellos, no solo desde el púlpito, sino exigiendo acciones concretas de parte de los gobiernos, incluso cuando eso incomode.
También deberá confrontar sin ambigüedades los abusos cometidos dentro de la Iglesia. No puede haber tolerancia, encubrimiento ni lenguaje diplomático frente a la pederastia y el abuso de poder. La credibilidad de la Iglesia está en juego, y solo se recuperará con justicia y transparencia. La reparación a las víctimas no es opcional; es un imperativo ético y judicial cuando corresponda.
Además, se requiere un liderazgo capaz de tender puentes con otras religiones. El siglo XXI ha visto cómo el fundamentalismo se entrelaza con la violencia. Frente a esto, el Papa debe ser un constructor de paz, dispuesto a liderar conversaciones interreligiosas auténticas, no solo protocolares, que ayuden a desactivar odios y prevenir conflictos. En eso avanzó considerablemente Francisco que le dio un carácter volcado al ecumenismo, con mucho mas acento que sus predecesores.
Por último, debería para el bien de la Iglesia Católica, enfrentar la creciente desconexión entre la Iglesia y los jóvenes. Muchos sienten que el mensaje católico no conversa con sus luchas, sus valores o su lenguaje. Un Papa moderno no significa un Papa populista o relativista, sino alguien capaz de conectar desde la autenticidad, sin temor a revisar tradiciones, formas y estructuras que hoy pueden resultar anacrónicas.
En síntesis, el Papa modelo 2025 debe ser un reformador sin miedo, un pastor con empatía global y un líder con autoridad moral incuestionable mucho más que una especie de emperador como lo fueron muchísimos de sus predecesores y asumir también, de paso, la responsabilidad de ser un jefe de Estado que sirva por encima de ese cargo. Porque el mundo cambió, y la Iglesia, si quiere seguir siendo relevante, también debe hacerlo.
Este perfil muy subjetivo de un candidato ‘papable’ ojalá llegue a llenar las botas de un pastor palpable.
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