Crédito Imagen: Agencia de Información Laboral – AIL
José Aristizábal García
Investigador, educador y escritor
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Las grandes marchas y concentraciones del primero de mayo nos confirman que el ascenso de la movilización social, que tuvo ese gran pico del estallido social de abril de 2021, aún no se ha detenido y se continúa expresando, en el plano político, en el apoyo al gobierno de Gustavo Petro.
Una cantidad de factores podrían haber inhibido o desestimulado la salida de la gente a las calles y plazas del país: por un lado, la violencia política que sigue asesinando los líderes sociales y defensores de la paz, las dificultades para sacar adelante las reformas y las críticas de la misma izquierda y los movimientos sociales al desempeño del gobierno; por el otro lado, la descomunal campaña política, jurídica y mediática catapultada por la derecha que no ha tenido ningún límite en cómo desprestigiar y desestabilizar al Presidente y envenenar la opinión pública, campaña que tuvo un clímax en la movilización del 21 de abril, que, por su tamaño y arrastre, pudo amilanar a algunos sectores e introdujo la duda que pudiera ser superada el día del trabajo.
Sin embargo, los datos de esta jornada han sido contundentes. En más de sesenta ciudades del país, las multitudes se volvieron ríos humanos con alegría, tambores, chirimías y otras expresiones artísticas y culturales. En Bogotá no sólo se llenó la plaza de Bolívar, sino el centro histórico de la ciudad, más de setenta mil personas.
Esas movilizaciones del día de los trabajadores, nos revelan, igualmente, que hay un avance significativo en los deseos de cambio y transformación de una parte importante de la población colombiana. Después de cinco períodos presidenciales del régimen político del uribismo, dominado por la oligarquía financiera, los terratenientes y las mafias de las economías ilegales, las consignas y las pancartas contra las políticas de ajuste, contra el neoliberalismo, el clientelismo y la corrupción, que se pueden ver en los videos, muestran que la gente no quiere volver a ese pasado.
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Una parte de la población está valorando que sus protestas y su movilización tienen un peso importante en el pulso político que se libra hoy en el país, porque sienten que tienen un poder propio, un poder desde abajo, distinto a aquellos poderes que vienen de arriba.
Las gentes no han salido sólo a apoyar al gobierno; han salido a protestar contra el peso que aún tiene el régimen anterior, a exigir sus viejas y nuevas demandas y a demostrar que son una fuerza poderosa que influye en el curso de los acontecimientos. Esto lo demuestra el hecho mismo de manifestarse y acudir a la convocatoria, pese a esos factores adversos que enumeramos arriba. También se refleja en la firmeza de su apoyo masivo a las reformas que se han propuesto y en su rechazo al boicot o la negación que ellas han tenido en el congreso. Y ese poder, construido en sus propias luchas, puede ir aún más allá.
Otra expresión de ese avance, es una mayor politización de las resistencias, un gusto por el ejercicio de la deliberación pública y por la participación política en la ampliación de la democracia. El debate político se ha esparcido y profundizado, se discute sobre los problemas más álgidos de la sociedad y la defensa de la vida humana y del planeta, y las manifestaciones y concentraciones públicas se disfrutan con mayor libertad y regocijo, sin tanto temor a la policía y la represión estatal.
A diferencia de otros primeros de mayo, los estudiantes no llevaron esta vez ni cascos ni escudos para defenderse. La rebelión pacífica se hace más amplia y posible. Se percibe que ahora hay más democracia o el asomo de una democracia distinta a la que ha sido su apariencia y que, en su apertura, pueden jugar un mayor protagonismo las insubordinaciones y el poder social desde abajo, capaz de empujar las transformaciones sociales y políticas.
Los anteriores son cambios hacia otra cultura política, otra mentalidad y una conciencia más democrática, los cuales abren, entre los manifestantes, la esperanza y la imaginación de que otros futuros y otros mundos son posibles. Cambios a través de los cuales las comunidades y los movimientos sociales tienen la oportunidad de expandir su autonomía, sus formas organizativas, su creatividad, sus propias demandas.
Sin embargo, estos cambios no se dan en todas las regiones, son desiguales en su intensidad y tanto se pueden incrementar o revertir. Y el factor principal para que ellos avancen y se profundicen, es el nivel que logre la movilización social junto con los procesos organizativos y de toma de conciencia, pues son ellos los que pueden contribuir a los avances en la autoorganización popular, la auto convocatoria, el uso de los poderes sociales desde abajo y la propagación de los afectos sociales y políticos.
Frente a una marcha en la que se permitieron el odio y las amenazas de muerte con unos ataúdes, la insubordinación social que ha vuelto en este primero de mayo nos permite vislumbrar la fuerza del amor y del poder de la comunidad. Ojalá que su onda expansiva se prolongue y logre nuevos picos de ascenso.
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