
Luis Felipe González Rodríguez
Psicólogo con experiencia en temas psicosociales. Futbolero y tribunero. Hincha del club Atlético Bucaramanga
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Acabamos de ver el mundial de clubes y quedó claro que en la actualidad en el mundo de fútbol hay una norteamericanización del espectáculo. Ocurre algo parecido a lo que pasa en algunas ciudades y barrios de latina América u otras regiones del mundo: llegan nómadas digitales de países desarrollados, normalmente Estados Unidos e inmediatamente se incrementa el precio de los bienes y los servicios, desplazando, así, a quienes han habitado este territorio. Esa situación, la define la Real Academia de la Lengua como gentrificación: “Proceso de renovación de una zona urbana, generalmente popular o deteriorada, que implica el desplazamiento de su población original por parte de otra de un mayor poder adquisitivo.”
En el fútbol, más que la mera competencia deportiva, se expresan sentimientos de las masas. Es construcción de identidad, arraigo y bandera. Son procesos que se hacen con expresiones estridentes, vistosas, ruidosas organizas y desorganizadas.
Pero, el máximo ente organizador -la FIFA- en alianza con gobiernos, en ocasiones represivos como los de medio oriente o el de Donald Trump, hace del futbol un show. En él, la hinchada deja de ser protagonista y se vuelve, más bien, un consumidor del espectáculo: todas y todos tenemos que estar sentados, bien portados, viendo el show del medio tiempo al artista de moda, mientras disfruta de ultra procesados producidos y comercializados por las cadenas y las marcas más conocidas del mercado del mundo.
Así pasó en el mundial de clubes. Allí, la resistencia y el aguante lo hicieron las hinchadas latino-americanas con sus cantos, aliento y folclore.
Cuando el futbol se convierte en show y negocio solamente, la gente pierde el derecho a ver la transmisión televisiva de un partido, si, previamente, no paga la afiliación temporal a una multinacional. Les pagamos por algo que no es de nosotros, se paga cada 30 días a plataformas que posiblemente un adulto mayor en un barrio latino americano no tenga las habilidades ofimáticas para inscribirse y un trabajador no tenga en sus posibilidades o probabilidades pagar, pues priorizará gastos del hogar.
Ahora bien, clubes como el Millonarios y el Atlético Bucaramanga tienen la boleta más costosa del mercado Colombiano, como si nuestra economía estuviera en su mejor momento. Esto dificulta que un padre de familia (teniendo en cuenta que son hombres la mayor parte de la hinchada) pueda ir un domingo de cancha con su esposa e hijos. Así, la cancha, la vivencia en las tribunas, el folclore de gradas se convierta en un gusto personal, solitario o se convierte en un plan frente a la pantalla del televisor o el celular, posiblemente a través de Roja Directa, una plataforma pirata.
La violencia será la excusa perfecta para reprimir las expresiones populares como si las banderas, los bombos, las bombas de humo o el público de pie fueran el actor de tal flagelo. Se castiga a la masa y no se individualiza a los energúmenos de las gradas, imagínense, en pleno siglo XXI y con tanta tecnología.
Como dijo Marcelo Bielsa en una rueda prensa de la copa América en Estados Unidos “El fútbol que es propiedad popular, porque los pobres tienen muy poca capacidad de acceso a la felicidad, porque no disponen de dinero para comprar la felicidad, entonces ese fútbol que es gratuito y es una de las pocas cosas que los pobres pueden disfrutar, ya no lo tienen más”.
Y como dijo Alcoliricoz “»Al fútbol callejero es al único partido al que pertenecemos”
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