
Walter Aldana Q
Líder social y política del Cauca
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El desplante del gremio de los industriales al no invitar al presidente de la República al congreso de la ANDI, es una bravuconada propia de la soberbia y la poca inteligencia que caracteriza a la oligarquía colombiana. Ya lo habían hecho con su cabildeo en el Congreso que provocó el archivo de la reforma laboral en la Comisión Séptima del Senado, que, luego de la convocatoria de la consulta popular por el gobierno, fue finalmente aprobada.
El manido y trasnochado discurso de que Colombia se convertiría en una nación como Venezuela y que «el Castro – Chavismo» dirigiría los destinos de nuestro país, se les cayó al suelo, solo con leer algunas cifras sobre los niveles de bienestar que hemos alcanzado en los últimos tres años.
Tres millones de ancianos reciben $223.800 pesos mensuales. Así se beneficia a personas que viven en los campos y barrios marginales de nuestras ciudades y se encuentran en situación de pobreza y vulnerabilidad, ya que no pueden comer sino una o máximo dos raciones alimenticias al día.
A mayo de 2025, este gobierno ha entregado quinientas setenta mil hectáreas de tierra a familias campesinas y ha formalizado la propiedad sobre un millón quinientas mil. En ambos casos se han entregado los títulos de propiedad, tanto a campesinas y campesinos que fueron desplazados forzosamente de sus fincas por acción del paramilitarismo y la guerrilla en la última década del siglo pasada y las dos primeras del presente, como a quienes han resistido a la violencia pero no habían formalizado su propiedad.
En los primeros 5 meses de este año, un millón novecientos mil viajeros internacionales visitaron el país. Esto representa un aumento del 6.6% del turismo internacional con relación al mismo periodo del año anterior. El efecto inmediato ha sido el aumento de la ocupación hotelera y de los servicios gastronómicos y una mejora sustancial de los ingresos y las finanzas del sector turístico y las empresas de transporte aéreo, marítimo y terrestre.
Pero, según la versión de los grandes conglomerados de medios de comunicación, el país va hacia la quiebra. Esto lo repiten los medios de comunicación pequeños o regionales, condicionados por la pauta publicitaria.
No hay ríos de personas huyendo del país, asustados por “el coco de la izquierda en el gobierno». Hasta la fugaz cantante Marbelle (recordada por su único éxito musical, “Collar de perlas finas”) aún permanece en el territorio patrio, a pesar de sus anuncios apocalípticos.
Tampoco se ve, por ninguna parte, la quiebra de la economía: según datos del Departamento Nacional de Estadística, DANE, el producto interno bruto (PIB) creció al 2.1% en el primer semestre de 2025; y qué decir del sistema financiero, cuyas ganancias aumentaron en 7,1%, pasando de $52,9 billones en el primer semestre de 2024 a $56,7 billones en el mismo período en 2025.
Entonces, ¿a qué se debe esa narrativa de odio y mentira con la que se despiertan y se duermen a diario las y los colombianos?
A que luego de 200 años en los que gobernaron gentes cómo Cesar Gaviria, Andrés Pastrana, Álvaro Uribe, entre otros, al gobierno llegó un hombre del progresismo que encarna un modelo humanista, que de comunista y socialista solo tendría uno que otro libro, muy probablemente archivados.
Reconociendo los errores cometidos por el actual gobierno, tengo claro que, de lejos, muy de lejos, ante las leyes, decretos y resoluciones emitidas durante dos siglos para beneficiar a esa vieja oligarquía, lo que hace el Gobierno del Cambio es dignificar -medianamente- la cotidianidad de la gente sencilla tradicionalmente excluida y desarrollar pequeñas mejoras en sus vidas, para vivir sabroso.
Entonces, ¿cuál es el cuento?
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