
Octavio Gómez
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Yo mismo me había persuadido de que si condenaban al ex presidente Álvaro Uribe por los delitos de compra de testigos y fraude procesal, lo iba a ser por delitos menores, en comparación con las otras acusaciones como el paramilitarismo, las masacres o los falsos positivos.
Eso si fuera un ladronzuelo de barrio que ha cometido otros delitos de «impacto social» podría ser cierto.
Pero estamos hablando del ciudadano colombiano que ha gozado de los mayores privilegios que le da la democracia a sus integrantes: ha sido -pero no en orden cronológico sino en la pirámide de poder- concejal y alcalde de Medellín, gobernador de Antioquia, senador y, dos veces consecutivas, presidente de la República.
Fundó sectas dentro de su partido originario, el Liberal, y creó varios partidos políticos, el último de los cuales representa las mayorías y la más extrema de las organizaciones políticas de derecha en Colombia.
Ese, que ha ocupado los escaños más importantes de la democracia colombiana, que la ha gozado, usufructuado, aprovechado, usado en su beneficio propio, fue el mismo que intentó engañar con trampas a la justicia de la organización democrática de la que ha gozado.
Escuchando a la jueza Sandra Liliana Heredia, me persuadí de que no son delitos menores.
La jueza lo repitió insistentemente: el objeto de los delitos por los cuales fue hallado culpable era «engañar a la justicia», «engañar a la Corte Suprema de Justicia», «engañar a la judicatura».
Pero la engañó no para pagar menos impuestos (no paga impuestos, como se ha visto repetidamente), ni para evitar que sus hijos fueran soldados de la patria (como logró que no fueran soldados de la patria que tanto dice amar).
La engañó para evitar que descubrieran su participación en la organización de grupos delictivos armados por fuera de la ley: este viaje que terminó en su condena comenzó cuando le estaban demostrando sus cercanías con los paramilitares del siniestro Bloque Metro de las Autodefensas, durante un debate en el Senado, el mayor hemiciclo de la democracia colombiana.
Es decir, intentó engañar a la justicia para que no se supiera que sí está ligado con los autores de delitos de lesa humanidad sobre los cuales no le ha contestado a la justicia.
No: Uribe no fue condenado por delitos menores.
Como los demás delitos de los que es señalado (y ojalá algún día acusado y condenado), Uribe fue condenado por delitos de la máxima gravedad.
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